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sábado, 31 de diciembre de 2016

Entregar el año que termina

Las 12 horas de vuelo de Madrid a Lima se me hicieron largas. La noche fue amenizada por continuos llantos de niños no acostumbrados a volar. Aunque algunos pasajeros protestaron, yo los acepté de buen grado como infantil melodía navideña, aunque –debo confesarlo– en más de una ocasión me pareció que sus padres no se preocupaban mucho de afinar los instrumentos.  Llegamos sin novedad a la costa pacífica tras cruzar el Atlántico. No recuerdo un vuelo con tantas maletas. A cada pasajero se le permiten dos de 23 kilos cada una, así que muchas personas aprovecharon para llevarse la casa entera en contenedores enormes, muchos de ellos recubiertos de plástico protector. Mi maleta –una sola– apareció por la cinta transportadora cuando el sol de Lima había ya salido con ganas. El dicho de que “los últimos serán los primeros” tendría que completarse con el opuesto: “los primeros serán los últimos”. Mi embarque tempranero se tradujo en un despacho tardío de la maleta. Ya estaba pensando cómo proceder para reclamarla en caso de que no hubiera aparecido. Pero, tras larga espera, apareció enhiesta y orgullosa mi vieja Samsonite azul, con heridas de muchas batallas en sus paredes, pero dura y resistente como un pedernal. Llegué sin novedad a la comunidad claretiana de Lima-Maranga donde me aguardaba una ducha reparadora y un desayuno vegetariano, como a mí me gusta.

Y aquí estoy yo, el último día del año 2016, a 10.874 kilómetros de Roma, mi ciudad de residencia, con un ligero desajuste horario y un corazón muy agradecido. Cuando dentro de unas horas traspase la frontera del nuevo año, mis compañeros, familiares y amigos europeos llevarán ya seis horas viviendo en 2017. Y no digamos nada los asiáticos y oceánicos. La televisión nos hará un desfile con las típicas y tópicas imágenes de Sidney, Tokio, Moscú, Berlín, Roma, París, Madrid, Londres, etc. para mostrarnos lo bonitos que son los fuegos artificiales y las muchas botellas de champán que han sido descorchadas para brindar por el nuevo año. En América nos incorporaremos más tarde al estallido de brindis y buenos deseos. Y todo por culpa de la rotación de la tierra, que gira sobre su eje en sentido antihorario; es decir, de oeste a este. Así que tengo un poco más de tiempo que los habituales lectores europeos para ponerme algo existencialista y meditar sobre este tiempo que parece huir sin que nadie pueda detenerlo. Ya dice el Qohélet (3,1-4) que en esta vida hay tiempo para casi todo:
“Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el sol: tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras y tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar y tiempo de separarse; tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de odiar; tiempo de guerra y tiempo de paz”.
¿No es ésta la experiencia vivida a lo largo de 2016? Los periódicos, las televisiones y radios se encargan de hacer balances del año que termina. Hablan del triunfo de Trump, de la victoria del Brexit, del acuerdo de paz en Colombia, de la derrota parcial del ISIS, del liderazgo del papa Francisco, etc. No falta nunca un recuerdo de “los que nos han dejado”. Yo suelo echar un vistazo rápido a estos resúmenes, pero prefiero otro ejercicio personal que considero más útil. Al final de cada año se lo entrego a Dios. No quiero sobrecargar mi memoria con recuerdos ni con balances. Nadie es buen juez de sí mismo. Si se me permite la metáfora, no guardo las cosas en mi pen drive personal; prefiero almacenar todo “en la nube” de Dios donde sé que siempre estará bien custodiado y a mano, mejor que en mis pobres neuronas, cada vez más cansadas. Entregar el año que termina a Dios es una especie de ejercicio eucarístico. Cuando se presentan el pan y el vino en la Eucaristía, el sacerdote dice: “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan (vino), fruto de la tierra (vid) y del trabajo de los hombres. Él será para nosotros comida (bebida) de salvación”. Inspirado en esta oración, yo quisiera decir hoy:

Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este año 2016,
fruto de tu gracia inmensa y de nuestro esfuerzo inconstante.
Él será para nosotros un año de salvación
porque Tú has ido revelando tu rostro de amor
en todas las experiencias que hemos vivido:
en las alegres y las tristes,
en las útiles y las aparentemente inútiles.
Te las entregamos todas a ti
para que las purifiques, las transformes en vida
y todas formen un canto de alabanza a tu amor infinito.


***

Cuando uno entrega su año a Dios se queda sereno. Uno no tiene por qué cargar con el dolor acumulado ni dejarse inebriar por el éxito o el placer. Todo se queda “en la nube” de Dios porque mañana será otro día. Habrá sol, aire, luz, agua, cariño, trabajo, esperanza, fiesta. Igual que en el Padrenuestro pedimos “danos hoy nuestro pan de cada día”, al comienzo del nuevo año le imploramos: “Danos lo que necesitamos para este nuevo tramo del camino, ni más ni menos”. Este ejercicio de entrega no es una dejación de nuestra responsabilidad. Se queda una “copia de seguridad” en nuestro corazón, pero lo importante es saber que todo descansa en Dios, qué Él se hace cargo de nuestra vida. De esta forma, ligeros de equipaje, podemos comenzar el nuevo año frescos y esperanzados.

Os dejo con un vídeo sobre las luces de Navidad en Madrid. 


viernes, 30 de diciembre de 2016

Descontaminar el mundo

Escribo el post de hoy horas antes de emprender el vuelo a Lima. Espero escribir el del último día del año ya desde la capital peruana. Ayer se vivió en Madrid un día con drásticas restricciones de tráfico. El objetivo era disminuir la fuerte contaminación atmosférica. La medida fue polémica, pero parece que ha logrado algunos resultados. Me pregunto si no se podría hacer algo semejante con la contaminación que padecemos en el mundo de los humanos. Ya sé que para una limpieza total habría que reformatear todo el sistema, pero no está en nuestra mano. Más vale no abandonarse a megalomanías que solo producen frustración. En realidad, la regeneración del sistema es lo que ha hecho Jesús con su encarnación, muerte y resurrección. Pero nos toca a nosotros colaborar para que sus efectos sean más visibles. A la luz del espíritu navideño se me ocurre un pequeño catálogo de medidas anticontaminantes que podrían oxigenar la vida personal y social.
1. Sonríe siempre que te dirijas a alguien. Una sonrisa, cuando sale de dentro, significa reconocer la dignidad de la otra persona y ayuda a crear las condiciones que hacen posible un encuentro. Por favor, no pongas cara de pepinillo en vinagre o de Drácula venido a menos.
2. Escucha antes de hablar. Ponte en el lugar del otro, averigua su estado de ánimo, permite que se exprese con libertad, no tengas prisa en contar lo tuyo. Por favor, no acapares la conversación, no digas eso de "Pues a mí también me pasa".
3. Habla con calma. Procura pronunciar bien las palabras para facilitar la comunicación, deja pequeños espacios de silencio para que las otras personas intervengan. Por favor, no repitas varias veces el mismo mensaje, evita las palabras violentas o groseras. 
4. Reserva varios tiempos de silencio al cabo del día. La contaminación acústica y visual y el exceso verbal te impiden llegar al fondo de ti mismo, aumentan el estrés y te hacen una persona más manipulable. Por favor, no estés todo el santo día en un ambiente ruidoso, no huyas de ti mismo.
5. Cumple con tus obligaciones familiares y laborales de la manera más perfecta posible antes de reclamar tus derechos. Pregúntate con más frecuencia lo que tú tienes que hacer por los demás antes de lo que los demás tienen que hacer por ti. Por favor, no cargues siempre sobre los hombros de los demás lo que te toca a ti.
6. Presta algún servicio a las personas que te rodean antes de irte a la cama. No importa que parezca pequeño o rutinario. Por favor, no vayas por la vida de "señor" exigiendo a todos que te resuelvan los problemas.
7. Alarga los tiempos en los que estás alejado de la televisión y desconectado de internet y del teléfono móvil. Esto te permitirá establecer otras conexiones más humanizadoras. Por favor, no te sientes a la mesa con el móvil sobre el mantel. Es una forma de decir que te importa más el aparato que las personas que están contigo.
8. Imponte un “pequeño impuesto solidario” cada vez que hagas una compra significativa (alimentos, ropa, aparatos electrónicos, etc.); es decir, reserva un pequeño porcentaje de lo que preveías gastar para compartirlo con alguien que lo necesite. Por favor, no gastes por gastar y luego te vuelves tacaño para dar un simple euro.
9. Habla siempre bien de los demás o guarda silencio. Notarás que el ambiente a tu alrededor se hace mucho más respirable. Por favor, no andes difundiendo chismes y entrometiéndote en la vida de los otros.
10. Comprende con serenidad que los demás se cansan y que tú también tienes derecho a descansar. Todo irá mejor si lo haces. Por favor, no te sientas culpable por ello.

Espero no haber sido víctima de esa psicología barata que te promete ser feliz en quince días o promociona las cinco cosas que usted necesita para relajarse. En realidad, este pequeño catálogo contiene medidas al alcance de la mano. Aisladas, pueden pasar desapercibidas. Unidas a las de otras muchas personas, tienen un gran valor anticontaminante. Merece la pena considerarlas al terminar este año 2016 por si pueden convertirse en sugerencias para el próximo 2017. De momento, os dejo con una Oración de Nochevieja y con una canción que nos anima a bendecir, no a maldecir.



jueves, 29 de diciembre de 2016

Las islas Fiyi pueden esperar

Sí, el post de ayer fue una “inocentada”. Debe quedar claro sin ningún género de duda. Así que las paradisiacas islas Fiyi tendrán que esperar una ocasión mejor. Lo siento por aquellos que ya habíais reservado pasaje para los próximos meses. Otra vez será. Por lo menos, todos hemos aprendido algo sobre ese rincón de la Polinesia, lo que nunca viene mal para enriquecer un poco nuestro bagaje geográfico y cultural. Para los lectores no hispanohablantes debo aclarar que en España y en bastantes países de Hispanoamérica (Argentina, México, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Guatemala, Panamá, etc.), el día 28 de diciembre, fiesta de los Santos Inocentes, es el día del año dedicado a las bromas, que reciben el nombre de “inocentadas” por la fiesta litúrgica. En otros países como Francia, Italia, Alemania, Finlandia, Reino Unido y, por tradición británica, en Estados Unidos, Canadá, Australia, Brasil, Portugal, etc. se celebra el 1 de abril, aunque con matices muy diferentes a las “inocentadas”. A este día se lo conoce como April Fools' Day (en inglés), poisson d'avril (en francés), pesce d'aprile (en italiano) o dia das mentiras (en portugués). Aclarado el asunto, espero que no se repita nada parecido hasta el próximo año, si Dios quiere. De lo contrario, me veré obligado a convocar una rueda de prensa para explicar los detalles.

Durante estos días pasados en Madrid he tenido ocasión de hacer numerosos trayectos en metro. Reconozco que es un medio de transporte rápido, puntual y económico, aunque no me gusta mucho viajar bajo tierra. La red de Madrid es extraordinaria. Se puede llegar casi a cualquier punto de la ciudad. En ausencia de un entretenimiento mejor, me he dedicado a observar la fauna humana, entre la que me encontraba yo, naturalmente. Me sorprende la habilidad de algunas personas ciegas (más hombres que mujeres) para manejarse en ese laberinto de escaleras mecánicas, pasillos y cambios de andén con la sola ayuda de su bastón y un extraordinario instinto. La multiculturalidad es otro rasgo evidente. Hay muchos rostros latinoamericanos, magrebíes y chinos, en perfecta armonía con los autóctonos, que, a su vez, son bastante variados. Las tribus juveniles son las más alborotadoras; sobre todo, en torno a la estación de Sol, que da acceso a los lugares más concurridos durante las fiestas navideñas: Puerta del Sol y calles adyacentes. Me llama la atención que muchos jóvenes visten camisetas de manga corta sobre las que se colocan, cuando salen del metro, alguna prenda ligera de abrigo. Las temperaturas benignas de estos días favorecen este atuendo casi veraniego. En el mismo vagón se sientan una señora anciana bastante emperifollada, un obrero de la construcción con las botas manchadas de cemento, el oficinista de chaqueta y corbata y un grupo de jóvenes italianos que, a juzgar por su conversación ruidosa, bien pudieran ser estudiantes del programa Erasmus. No falta una chica con aspecto decadente que coloca un sombrero de fieltro negro en el suelo y, armada con una guitarra acústica, ataca el Hotel California de Eagles con un estilo poderoso que atrae más euros de los normales en estos casos.  

En medio de tantas ideas y venidas, me he preguntado más de una vez cómo estamos viviendo cada uno de nosotros estos días de Navidad, qué dramas se esconden tras algunos rostros serios y desencajados, qué expectativas tienen los jóvenes tocados con ese horrible gorro tipo Papá Noel, qué esperanzas alberga a estas alturas de la vida esa señora mayor que le cuenta a su marido la receta de merluza que piensa cocinar para la cena de Nochevieja. Me he preguntado, sobre todo, qué pensarán algunos mendigos que ven desfilar a mucha gente con bolsas de regalos o adquisiciones en las rebajas que ya han comenzado mientras ellos apenas consiguen reunir unas cuantas monedas. En fin, que un trayecto de Argüelles a la Avenida de América equivale a una aleccionadora meditación vespertina. Yo no leo libros en el metro ni escucho música con el móvil. Me dedico a leer rostros para ver si aprendo algo sobre el misterio de la vida. 

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Veremos si puedo

Se venía rumoreando, pero yo no quería prestarle demasiada atención. Estaba ocupado con asuntos de más envergadura. Hoy, sin embargo, se ha confirmado. No sé si en el nuevo destino me será posible escribir este blog diariamente. Haré lo que pueda, pero no aseguro nada. Os preguntaréis a qué viene tanto misterio. Bueno, ya puedo hacer público que he sido nombrado representante diplomático del Vaticano en las islas Fiyi, una pequeña república en Oceanía, cuya capital es Suva, si bien la ciudad más poblada se llama Nasinu. Aunque el idioma oficial es el fiyiano, casi toda la población, que no llega al millón de habitantes, conoce el inglés, así que estoy salvado. Lo peor es la lejanía física. La distancia en línea recta entre Madrid y Fiyi es nada menos que de 17.510 kilómetros. O sea, que viviré en las antípodas. El regreso a Europa me va a suponer muchas horas de vuelo (nunca mejor dicho). ¡Menos mal que el clima es agradable y los paisajes –como puede observarse en las fotos que ilustran este post– son sencillamente paradisiacos! Ya me imagino a más de uno pidiéndome hospedaje en los próximos meses. Las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para cualquier amigo de “El Rincón de Gundisalvus”.

La carta oficial de la Secretaría de Estado me dice que tengo que incorporarme a mi nuevo destino antes del 1 de febrero de 2017. Dispongo, por lo tanto, de poco más de un mes para los preparativos que, por otra parte, son mínimos. Allí no se necesita la pesada ropa de invierno. Todo puede ser ligero. Por otra parte, no creo que tenga demasiado trabajo. Los católicos representan en torno al 9% de la población, una pequeña minoría, aunque muy activa. La catedral de la arquidiócesis está consagrada al Corazón de Jesús. Se encuentra en Suva, capital del pequeño país polinesio. Fue construida a principios del siglo XX siguiendo patrones estéticos europeos. Eso me ayudará un poco a sentirme como en casa. Oceanía es un continente desconocido para mí. He saltado al sexto continente (el digital) antes de haber visitado el quinto. Ahora tendré oportunidad de hacerlo. En fin, la vida es así. Después de haberme movido muchas veces por Europa, América, Asia y África, ahora ha llegado el turno de Oceanía. Ya sé que no es lo mismo ser nuncio en Australia que representante diplomático en las islas Fiyi, pero todo sea por la causa.

Creo que mañana podré ofrecer más detalles de una misión que, aunque conocida desde hace semanas, no ha dejado de sorprenderme. Supongo que también habrá sorprendido a los lectores de este blog que más me conocen. Aceptemos las cosas con humor para que todo pueda discurrir con normalidad. Vivir en una isla tiene el enorme riesgo de permanecer aislado. Para evitarlo, trataré de que este blog sea un cauce habitual de comunicación con mis amigos esparcidos por todo el mundo. Quizá tenga que cambiarle el nombre. De entre los varios que se me están ocurriendo, me inclino por "El adelantado de Fiyi". Tiene un aire clásico y además alude al hecho de que por aquellas latitudes amanece antes. Pero no quiero adelantar acontecimientos. Tiempo habrá para estas pequeñeces cuando lo urgente ahora es hacerse a la idea de este enorme cambio y encajarlo con una sonrisa en los labios.

martes, 27 de diciembre de 2016

El lado brillante de la vida

Durante meses, debajo del título de este blog, escribí esta frase: “Quien busca problemas, encuentra problemas. Quien busca signos, debe abrir los ojos del corazón”. Para ver los problemas de la vida no hace falta ser un lince. Muchos son evidentes. El lado oscuro parece imponerse. A los literatos y cineastas, a los artistas en general, les encanta. Dicen que da más juego el mal que el bien. La literatura canalla o maldita goza siempre de buena aceptación. Por desgracia, no todo el mundo tiene la capacidad de ver “el lado brillante de la vida”. Pero existe. El periodista y escritor John Carlin acaba de publicar un artículo que se titula así: Siempre mira el lado brillante de la vida. En él intenta mostrar que, a pesar de todos los problemas que hoy vivimos, son más los elementos positivos que los negativos; en otras palabras, que la humanidad, vista en su conjunto, está progresando. Quizá no todos compartan este punto de vista optimista, pero creo que, en el fondo, lleva razón. Celebramos hoy la fiesta de san Juan Evangelista, a quien la tradición considera autor del evangelio que lleva su nombre. En él habla de siete grandes signos que muestran la divinidad de Jesús. El evangelio de Juan es como un manual de instrucciones que nos ayuda a descubrir el “lado profundo” de la vida, a leer desde la clave de Jesucristo el complejo pentagrama de la existencia humana.

Admiro a las personas que, en medio de los problemas, tienen la capacidad de ver lo que otros no ven: las semillas de verdad, bondad y belleza enterradas en el suelo de nuestra vida cotidiana. No son personas distintas de nosotros. Tienen sus limitaciones y fragilidades. No siempre son coherentes a la hora de llevar a la práctica lo que creen. Pero tienen algo que no se puede comprar: la capacidad de interpretar la realidad desde su clave más profunda. No se trata de porcentajes. No es cuestión de botellas medio llenas o medio vacías. No afirman que vivimos rodeados por un 49% de mal y un 51% de bien. Incluso en lo que llamamos mal son capaces de ver siempre un rayo de luz. Toda experiencia humana –desde las más luminosas hasta las más oscuras– siempre posee algo que nos ayuda a crecer si sabemos interpretarlo y acogerlo correctamente. ¿Por qué, por ejemplo, ante una enfermedad grave algunas personas se hunden y otras son capaces de crecer en humanidad?  Ver “el lado brillante de la vida” no significa abandonarse a espejismos o vanas ilusiones, sino ser capaces de descubrir que Dios todo lo hizo bien y que, por tanto, debemos esforzarnos en descubrirlo.

La Navidad es un tiempo lleno de signos. Se habla de ángeles, estrellas, luces, cantos… Pero el signo más radical es el niño “envuelto en pañales”. Según el relato de Lucas, solo los pastores –convocados por los ángeles– fueron capaces de reconocer en este niño al Mesías y, por tanto, se postraron para adorarlo. Mateo, por su parte, nos hablará de unos magos de Oriente. Solo ellos interpretaron el significado de la estrella y reconocieron también en el niño de Belén al Mesías esperado, a quien adoraron y homenajearon con sus regalos. Para un hombre o una mujer de fe, el verdadero “lado brillante de la vida” es cualquier experiencia en la que veamos el rostro de Jesús. Él está en las grandes realizaciones humanas producidas por la ciencia y el arte, pero también en los rostros desfigurados de las personas descartadas, allí donde nadie se imagina que Dios puede estar celado. Si la Navidad agudiza en nosotros este sexto sentido, habrá merecido la pena celebrarla un año más. Si no, tenemos que seguir buscando.


lunes, 26 de diciembre de 2016

Solo lo inútil es necesario

En el Reino Unido y otros países de influencia británica hoy se celebra el Boxing Day. En Cataluña conmemoran de manera especial el día de san Esteban. Las familias se reúnen en torno a la mesa. Para los cristianos, el 26 de diciembre está ligado a la fiesta del protomártir san Esteban, el diácono que fue lapidado por creer en Jesucristo. ¿Cómo es posible que ayer celebráramos con gozo el nacimiento de Jesús y hoy, sin ningún intervalo, celebremos la muerte de uno de sus seguidores? ¿Por qué la liturgia enlaza la vida y la muerte de esta manera tan extraña dentro del tiempo de Navidad? Más allá de las explicaciones teológicas y litúrgicas, no he encontrado reflexión más honda que la que Thomas S. Eliot pone en labios del arzobispo de Canterbury santo Tomás Beckett (1118-1170) en su famosa obra Asesinato en la catedral. Se trata del Sermón del día de Navidad. Hace bastantes años hice una traducción castellana de este famoso texto, pero no logro encontrarla entre mis archivos. A aquellos que entendéis el inglés, os recomiendo leer el texto original en el enlace que os he puesto. La manera de relacionar alegría y llanto me parece profunda y hermosa. Thomas S. Eliott ha sabido captar el sentido auténtico del martirio cristiano. Necesitamos esta luz para interpretar lo que está sucediendo con miles de cristianos hoy. El papa Francisco, en el Ángelus de este lunes 26 de diciembre, ha recordado que hoy se están produciendo más mártires que en los primeros siglos del cristianismo. Muchos no toleran al Cristo que rompe sus intereses egoístas y propone un mundo nuevo.

De todos modos, hoy quisiera escribir algo sobre una bellísima experiencia que tuve ayer por la tarde. Después de compartir la Eucaristía y la comida de Navidad con mi familia, una de mis hermanas, junto con otros regalos, me entregó un sobre violeta que me sorprendió. No tenía ni idea de su contenido. Cuando lo abrí, vi que escondía una entrada para el espectáculo navideño del Teatro Circo Price de Madrid. No recuerdo cuándo fue la última vez que fui a un circo, pero creo que se remonta a mi infancia. Hacía muchísimos años que no veía en directo un espectáculo de este tipo. El coliseo del Price es inmenso y magnífico. Desde el comienzo quedé subyugado por la fuerza del espacio y por la atmósfera creada por los juegos de luces y la música envolvente. Junto con otra de mis hermanas, rodeados por familias con muchos niños pequeños, disfrutamos de dos horas de belleza y magia. Yo miraba alternativamente a lo que sucedía en la pista central y a las caras de los niños que tenía alrededor. Algunos papás parecían disfrutar tanto o más que sus pequeños. Se estremecían con las proezas de los malabaristas, equilibristas y contorsionistas, batían palmas para acompañar el ritmo de la orquesta que actuaba magistralmente en vivo, reían con los números de los payasos y guardaban silencio cuando en algún momento –como se decía en los circos antiguos– “peligraba la vida del artista”. Esos papás, aburridos de su trabajo en la oficina, quizá demasiado lejanos de sus hijos pequeños, por unos momentos regresaban a su propia infancia y liberaban el niño que todos llevamos dentro. Soñaban e imaginaban cosas inútiles y perfectamente prescindibles. Porque ¿qué necesidad hay de que alguien se juegue la vida haciendo malabarismos a diez metros del suelo?

El circo es un monumento al lado inútil de la vida. Alguien con mentalidad productivista puede argüir que lo que necesitamos es comida, techo, salud y educación. ¿Para qué sirve un payaso? ¿Qué necesidad tenemos de la música? ¿Es preciso soñar que un hada desciende por una cuerda y con su varita mágica crea un mundo de ensueño? ¿No es una manera un poco estúpida de huir de la dura cotidianidad? ¡Menos circos y más talleres, más tiendas, más bancos! En una cultura tan materialista como la nuestra, necesitamos boquetes de trascendencia, claraboyas por las que se cuele otra luz, experiencias que nos ayuden a ir un poco más allá de la fatiga diaria. Es verdad que para muchos puede tratarse de una huida, de un refugio, casi de un “opio” como decía el barbudo Marx con respecto a la religión. Comprendo sus razones, pero lo único que me producen es una infinita tristeza. Quienes no saben contemplar el lado inútil de la vida, quienes han perdido la capacidad de disfrutar de la belleza, están anticipando la muerte. Están condenados al aburrimiento de la eficacia, que es probablemente el más homicida de todos.

¿Cómo se puede curar la enfermedad del utilitarismo? ¡De la mano de los niños, que son los maestros que nos introducen en el mundo de la verdadera realidad! Solo los niños tienen la capacidad virgen de trascender lo material para introducirse en el mundo invisible. Y también algunos ancianos que, tras una vida de experiencias y frustraciones, vuelven a ser como niños. ¿Es tan difícil entender por qué en Navidad celebramos que Dios se ha hecho niño? ¿Cuesta mucho acoger las palabras de Jesús que, en plena madurez, dijo: “Si no os hacéis como niños no podéis entrar en el reino de los cielos”? El circo es una de esas experiencias que nos ayudan a no ser demasiado adultos, a recuperar lo más noble de nosotros mismos, a soñar con el mundo más real, a poner de moda la belleza y la esperanza. Salí a la Ronda de Atocha con el corazón oxigenado. Los arbolitos fluorescentes de la plaza me parecieron más hermosos que otros años. 



domingo, 25 de diciembre de 2016

Christus natus est nobis




Versión de Dios

En la oquedad de nuestro barro breve
el mar sin nombre de Su luz no cabe.
Ninguna lengua a Su Verdad se atreve.
Nadie lo ha visto a Dios. Nadie lo sabe.

Mayor que todo dios, nuestra sed busca,
se hace menor que el libro y la utopía,
y, cuando el Templo en su esplendor Lo ofusca,
rompe, infantil, del vientre de María.

El Unigénito venido a menos
traspone la distancia en un vagido;
calla la Gloria y el Amor explana;

Sus manos y Sus pies de tierra llenos,
rostro de carne y sol del Escondido,
¡versión de Dios en pequeñez humana!


(Pedro Casaldáliga, CMF)

Adeste Fideles



sábado, 24 de diciembre de 2016

Carta de Navidad

El Adviento llega a su fin. Como reza la antífona del Benedictus en la liturgia de las laudes de hoy: Mañana será el día de vuestra salvación. Es probable que muchos os hayáis desplazado a otros lugares para compartir estas fechas con vuestras familias. Algunos tal vez viajéis hoy. Yo me preparo a esta celebración con dos buenas noticias que tienen que ver con la Familia Claretiana: la autorización del papa Francisco para proceder a la beatificación de 109 claretianos mártires y la celebración del 209 aniversario del nacimiento de san Antonio María Claret en Sallent (Barcelona). Ambos acontecimientos suscitan en mí alegría, gratitud y deseos de mayor fidelidad. Por mi parte, quiero compartir con todos los amigos y visitantes de este Rincón de Gundisalvus mi


Carta de Navidad

Madrid, 24 de diciembre de 2016

Queridos amigos:

Es probable que esta noche os juntéis a cenar con los familiares más próximos o con vuestras comunidades. Algunos, rompiendo la oscuridad de la noche, participaréis después en la Misa del Gallo. Y mañana, 25 de diciembre, todos celebraremos la Natividad del Señor. Llevamos cuatro semanas preparándonos para esta solemnidad litúrgica. Un día antes, os escribo desde Madrid, en donde me encuentro de paso, para compartir con vosotros la alegría y la paz que Jesús sigue regalándonos con su venida. Me hubiera gustado dirigirme a cada uno en particular, pero no es posible. A muchos de los lectores del blog no os conozco personalmente, lo que no obsta para sentiros como miembros de este grupo digital de amigos.

El pasado día 20 visité en Aranjuez, una población a 50 kilómetros al sur de Madrid, a un misionero claretiano que lleva 25 años en estado vegetativo a consecuencia de un accidente de tráfico sufrido el 21 de diciembre de 1991 cerca de Puertollano, en la provincia de Ciudad Real. Viendo su cuerpo deteriorado de adulto –ahora tiene ya 53 años– tuve la sensación de contemplar el cuerpo indefenso de un recién nacido. Sé que hay un fuerte debate ético sobre cómo proceder en estos casos. Yo no tuve ninguna duda.  Cuando le acariciaba la frente y observaba sus reacciones a mis palabras, con gestos para mí incomprensibles, sentí que necesito aprender una nueva gramática para entender el lenguaje misterioso de los pequeños. Me pregunté: ¿Qué quiere decirme Dios a través de este hecho desconcertante y, a menudo, doloroso? 

En ese momento desfilaron por mi mente las imágenes de otras situaciones duras que he conocido a lo largo de mi vida: padres que han perdido a sus hijos en accidentes de tráfico o a causa de la droga,  víctimas de guerras y atentados, ancianos solitarios, matrimonios rotos... En los gestos conmovidos y entrañables de mi hermano claretiano, creí barruntar una respuesta que tiene mucho que ver con el misterio de la Navidad: Dios está siempre con los pequeños y con los sufrientes. Son sus categorías preferidas. De hecho, para mí la Navidad de este año 2016 comenzó el pasado 20 de diciembre. Salí de la habitación sereno, alegre y agradecido, con esa alegría honda que no proporciona ninguno de los muchos festejos que celebramos durante estos días. Hasta me atreví a cantar para él –quizá con él– “Campana sobre campana” después de haberle signado la frente y haber recitado el Padrenuestro y el Avemaría junto a otros dos hermanos claretianos que me acompañaban. 

Nosotros estamos acostumbrados a hacer las cosas bien. Lo que no se ajusta a nuestros criterios de eficiencia, calidad y belleza, nos parece que está mal. Siguiendo está lógica, la situación de mi hermano claretiano postrado en cama desde hace 25 años tiene que ser calificada de mala y, por tanto, habría que ponerle fin cuanto antes. ¿Pero es esto lo que piensa Dios? ¿Por qué no lo hace? Uno tiende a imaginar que si Él existiera de verdad, tendría que actuar con más eficacia, manifestarse de forma ostensible, vistosa, rompedora, ajustarse a nuestros deseos y expectativas.

La Navidad discurre por otro camino. El relato del nacimiento de Jesús, tal como lo narra Lucas (2,1-20), desmonta nuestros prejuicios y nos introduce en otra lógica, la única que nos salva. Por más antinavideño que nos pueda parecer, el niño de Belén es también el Crucificado-Resucitado, el que asume en su carne el dolor del mundo y lo transforma. Dios se manifiesta en un “niño envuelto en pañales”. Todo sucede en un lugar recóndito (Belén de Judá), no en alguna de las grandes urbes de la época, como Jerusalén, Roma o Alejandría. Su madre María –una pobre aldeana del villorrio de Nazaret– “lo acostó en un pesebre” porque no había lugar para ellos en la parte superior de la casa en la que se alojaban. 

Solo cuando se nos concede el don de vivir este misterio como una “gran alegría” (Lc 2,10) y no como una maldición, estamos en condiciones de aceptar y agradecer todas las manifestaciones débiles y frágiles de Dios en nuestra vida personal, familiar y social. Este “niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” es, en realidad, “el Salvador, Cristo Señor” (Lc 2,11). La fragilidad se convierte en el gran sacramento de la fuerza y el amor de Dios.

Anteayer paseé por la Puerta del Sol de Madrid. Las calles adyacentes lucían profusamente iluminadas. En el centro de la plaza se erguía una gran estructura metálica en forma de cono decorado también con luces. El Corte Inglés y otras tiendas estaban abarrotadas de gente. Vi también las casetas navideñas de la Plaza Mayor. Tenía interés por captar lo que los publicistas llaman “la magia de la Navidad”. Admiré el espectáculo de luz y los excesos con los que se celebra el comienzo del invierno y las fiestas navideñas, pero nada de todo esto me llegó al corazón como la visita a mi hermano claretiano Felipe el pasado día 20. En este contraste entre lo que nosotros hacemos con nuestra buena voluntad y lo que Dios hace, incluso en el reverso de la historia, comprendí un poco qué significa Navidad, por qué los más humildes e indefensos sienten que Dios está de su parte.

Si esta noche o mañana sentís que Dios quiere hablaros a través de algún signo de pobreza o debilidad, no le cerréis la puerta. Viene cargado de alegría, la misma que os deseo de corazón a todos los amigos de “El Rincón de Gundisalvus”. Muchas gracias por vuestro apoyo y por vuestra comprensión. No siempre lo que dice este Gundisalvus coincide con lo que vosotros pensáis. Espero que, por lo menos, provoque vuestra reflexión.


Feliz Navidad
Buon Natale
Merry Christmas
Joyeux Nöel
Froehliche Weihnachten

Un poco de humor no viene mal en un día como hoy. Os dejo con mi admirado Nacho Lozano. Mañana nos pondremos un poco más solemnes.



viernes, 23 de diciembre de 2016

Adiós al Mesías por un móvil

La noticia puede pasar desapercibida, a menos que uno sea un entusiasta de “El Mesías” de Händel, como es mi caso. Sucedió el martes pasado en el Auditorio Nacional de Música de Madrid. Se estaba interpretando el aria He was despised, que se encuentra al final de la primera parte del celebérrimo oratorio de Händel. El director de orquesta, el norteamericano William Christie, interrumpió abruptamente su recital navideño al frente del grupo Les Arts Florissants. El móvil de uno de los espectadores no paraba de sonar. Sorprendido y enojado, detuvo el concierto al grito de ¡Stop! Dirigiéndose al público, pronunció una frase que resume casi el espíritu de una época: “Acaban de destruir uno de los pasajes más hermosos de esta obra…”. Y volvió a comenzar. Este hecho no pasaría de ser una anécdota si no fuera el reflejo de una sociedad adicta a los teléfonos móviles. Suenan en las salas de concierto, en los cines, en los transportes públicos, en las oficinas… ¡y hasta en las iglesias! Una persona que no es capaz de desconectar su teléfono móvil para escuchar “El Mesías” de Händel no ha entendido qué significa la música. Se convierte en un terrorista cultural. El sonido extemporáneo de un móvil –aunque sea de ultimísima generación– no puede competir con la música excelsa del músico barroco. Se podría decir algo semejante al título de una antigua novela de Manuel Vicent, No pongas tus sucias manos sobre Mozart.

Tendría que convertirse en un hábito, socialmente promovido, prescindir del teléfono móvil en todos aquellos lugares en los que se está dando otro tipo de comunicación. Ya sé que en algunos lugares se suelen poner carteles advirtiendo que está prohibido su uso. En algunas iglesias se ha puesto de moda el: “Apague su móvil. No lo necesita para hablar con Dios”. Pero no es suficiente. No se trata de advertencias sino de hábitos personales. La necesidad de estar permanentemente localizables y comunicados acaba siendo una adicción. No. Yo no quiero que me localicen siempre. No necesito estar comunicándome a todas horas. Algunos de mis amigos me reprochan que no suelo llevar mi móvil en el bolsillo cuando me desplazo dentro de casa o a lugares próximos. Solo hay una razón: me agobia. No soporto estar pendiente de un aparatito incómodo, escuchando a cada poco los sonidos de mensajes que entran, de amigos de Facebook que cuelgan algo nuevo en su muro o cosas por el estilo. Para conectarme a fondo conmigo mismo y con las personas necesito estar bastante tiempo desconectado. Sí, es una cuestión de atención plena.

Bueno, vayamos con la última antífona de la O, la del 23 de diciembre. Así podemos elevar la  temperatura de nuestra esperanza y de nuestra alegría. Esta última antífona invoca al Mesías como Emmanuel. Es difícil encontrar entre todos los títulos mesiánicos uno más hermoso. Significa Dios-con-nosotros. A este Dios a ras de suelo, lo reconocemos como “esperanza de los pueblos y rey de las naciones”.


LATÍN


ESPAÑOL

O Emmanuel, Rex et legifer noster,
exspectatio Gentium,
et Salvator earum:
veni ad salvandum nos, Domine, Deus noster.


Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones
y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.


jueves, 22 de diciembre de 2016

¿Noche de paz o tiempo de guerra?

Durante un par de días he estado desconectado de internet. Los posts del martes y del miércoles los dejé escritos y programados con anterioridad. De vuelta al mundo de la información tras un breve retiro de Adviento, me encuentro con varias noticias que contradicen el espíritu de la Navidad. En estos días se ha producido el atentado terrorista de Berlín y el asesinato del embajador ruso en Turquía. Por si fuera poco, una explosión en un mercado pirotécnico de Ciudad de México ha causado decenas de muertos y heridos. Desde hace tiempo, el papa Francisco habla de que estamos viviendo una tercera guerra mundial “a trozos”. Muchas ciudades europeas vivirán esta Navidad bajo la amenaza del terrorismo de matriz islámica. Pero en otros lugares del mundo se están viviendo situaciones aún peores. Esto sucede a lo largo de todo el año. Sin embargo, en el tiempo de Navidad se hace más insostenible la contradicción entre el sueño de paz que albergan la mayoría de los seres humanos y las continuas guerras provocadas por odios enconados, luchas de poder, injusticias flagrantes, negocios de armamento, intereses económicos, deseos de dominio, etc. ¿Tendremos que resignarnos a vivir siempre así?

El villancico más famoso del mundo se titula Noche de Paz en español, aunque el original alemán podría traducirse, más bien, como “Noche serena o noche en calma”. Fue interpretado por primera vez el 24 de diciembre de 1818 en la iglesia de San Nicolás (Nikolauskirche) de Oberndorf, Austria. El origen y difusión de este villancico, cuyo estreno se hizo con acompañamiento de guitarra, mezcla historia y leyenda. Lo que resulta evidente es que se canta en muchas lenguas por todos los rincones del mundo y que se han hecho infinidad de versiones. Lo traigo hoy aquí como una invitación permanente a pedir el don de la paz y a trabajar para que se convierta en hábito cotidiano, en cultura.


ALEMÁN


ESPAÑOL

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Alles schläft; einsam wacht
Nur das traute heilige Paar.
Holder Knab im lockigten Haar,
Schlafe in himmlischer Ruh!
Schlafe in himmlischer Ruh!

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Gottes Sohn! O wie lacht
Lieb´ aus deinem göttlichen Mund,
Da schlägt uns die rettende Stund,
Jesus in deiner Geburt!
Jesus in deiner Geburt!

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Die der Welt Heil gebracht,
Aus des Himmels goldenen Höhn
Uns der Gnaden Fülle läßt seh´n
Jesum in Menschengestalt,
Jesum in Menschengestalt

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Wo sich heut alle Macht
Väterlicher Liebe ergoß
Und als Bruder huldvoll umschloß
Jesus die Völker der Welt,
Jesus die Völker der Welt.

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Lange schon uns bedacht,
Als der Herr vom Grimme befreit,
In der Väter urgrauer Zeit
Aller Welt Schonung verhieß,
Aller Welt Schonung verhieß.

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Hirten erst kundgemacht
Durch den Engel Alleluja.
Tönt es laut bei Ferne und Nah:
Jesus, der Retter ist da!
Jesus, der Retter ist da!

Noche quieta, noche santa
Todo duerme, sólo vela
La pareja santa y unida/confiada.
El niño bonito de pelo rizado
Duerme en un silencio celestial
Duerme en un silencio celestial.

Noche quieta, noche santa
¡Hijo de Dios! ¡O cómo ríe
El amor de tu divina boca!
Aquí nos golpea la hora salvadora,
¡Jesús, en tu nacimiento!
¡Jesús, en tu nacimiento!

Noche quieta, noche santa
Que trajo al mundo la salvación
De las alturas doradas del cielo
Nos deja ver la abundancia de favores
A Jesús en forma humana
A Jesús en forma humana

Noche quieta, noche santa
En la cual hoy todo poder
de amor paterno se desparrama
Y Jesús, tal un hermano, abrazo humildemente
Los pueblos del mundo
Los pueblos del mundo.

Noche quieta, noche santa
Desde hace mucho tiempo previsto 
Cuando el Señor, liberado de cólera,
En el tiempo "gris antiguo" de los padres
Prometió a todo el mundo protección
Prometió a todo el mundo protección.

Noche quieta, noche santa
Primero anunciado a los pastores
Por los Aleluya de los ángeles
Suena fuerte a lo lejos y a lo cerca:
¡Jesús Salvador está aquí!
¡Jesús Salvador está aquí!


La antífona de la O de este 22 de diciembre invoca al Mesías como Rey de las naciones y Deseado de los pueblos. Frente a todas las frustraciones producidas por los reyes y líderes terrenos, que nunca están a la altura de nuestros sueños y necesidades, le pedimos al Mesías que nos ayude superar todas las divisiones que rompen la unidad de la familia humana, que venga a salvar al ser humano formado del barro de la tierra.



LATÍN


ESPAÑOL

O Rex Gentium
et desideratus earum
lapisque angularis,
qui facis utraque unum:
veni, et salva hominem
quem de limo formasti.

Oh Rey de las naciones
y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia,
que haces de dos pueblos uno solo:
ven y salva al hombre,
que formaste del barro de la tierra.