El Airbus 380-800 en el que
he cubierto el trayecto Roma-Dubai puede transportar a más de 800 pasajeros. Es
un avión impresionante. El de hoy llevaba una tripulación de 28 hombres y
mujeres. La compañía Emirates, con la
que he viajado, dispone de 83 aparatos de este tipo. Una flota que sola ella puede permitirse. Es la más numerosa. El vuelo ha sido un muestrario de la
especie humana. Viajaban personas de muchas nacionalidades, etnias, religiones,
edades, sexos… Me gusta detenerme a contemplar cómo reaccionamos en situaciones
semejantes. Me ha sorprendido la gran corrección, tanto por parte del pasaje
como de la tripulación. Todo ha funcionado con orden. Al fin y al cabo, un avión de este tamaño es una exprfesión del orden que somos capaces de crear los seres humanos. Es también como un
pueblo que necesita organizarse para sobrevivir.
Durante el trayecto
he visto un par de películas. Una de ellas, London has fallen
(Objetivo: Londres), me ha impactado
porque anticipa algo que puede suceder en cualquier momento: un ataque terrorista
de grandes proporciones. La película está protagonizada por Gerard Butler,
Aaron Eckhart y Morgan Freeman. Sigue los cánones del cine norteamericano de
acción. Y, por supuesto, los protagonistas (el presidente de los Estados Unidos
y su fiel y valiente guardaespaldas) sobreviven al ataque sobre Londres y sobre
los líderes mundiales congregados en la capital británica para asistir al funeral
del primer ministro, que –como se descubre al final– ha sido envenenado. Quizá lo
de menos es la factura técnica del filme.
Lo que a mí me interesa es que coloca
en el punto de mira asuntos de gran alcance, cuyos hilos se nos escapan, pero
que acaban afectándonos más de lo que imaginamos. Me refiero al tráfico
internacional de armas, a los servicios de inteligencia, a los actos
terroristas, a los acuerdos secretos entre países y organizaciones criminales,
etc. Es como un viaje a la sima del odio, de los intereses y de la violencia.
Cuesta imaginar que los seres humanos seamos capaces de tanta vileza, pero esta
es la “cara oscura” de nuestra condición. El espectador tiende a identificarse
con los buenos sin darse cuenta de
que el trigo y la cizaña crecen juntos y de que a menudo los supuestos buenos han creado las condiciones para
la proliferación de los supuestos malos.
Naturalmente, la película no entra en estas sutilezas. Interesa hacer una obra
espectacular, llena de suspense y de acción. Pero, quizá sin pretenderlo, nos
abre los ojos sobre los riesgos de un mundo que ha hecho de la violencia su
comercio más boyante.
A estas horas de la madrugada, en pleno aeropuerto de Dubai, no estoy para reflexiones de más altura. Espero que mañana, desde la serenidad de Kandy, en Sri Lanka, pueda compartir otro tipo de experiencias.
A estas horas de la madrugada, en pleno aeropuerto de Dubai, no estoy para reflexiones de más altura. Espero que mañana, desde la serenidad de Kandy, en Sri Lanka, pueda compartir otro tipo de experiencias.
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