Llegué al
aeropuerto de Colombo, la capital de Sri Lanka, ayer a las 8,45 de la mañana, después de un vuelo tranquilo
desde Dubai. Me sorprendió el modo como nuestros misioneros de Sri Lanka
habían organizado la acogida. Todo discurrió con orden y cordialidad. Después
de pasar unas horas en el St. Claret Seminary de Kattuwa, proseguimos camino
hacia la casa de espiritualidad del monasterio benedictino de Montefano en el que ahora me
encuentro. Fueron más de cuatro horas en microbús. La distancia no es larga
(unos 100 kms.), pero las innumerables curvas de la carretera de montaña
y el tráfico intenso hicieron que este tramo me pareciera más pesado que los dos
anteriores en avión. El lugar es tranquilo y fresco, ideal para un encuentro
como el que vamos a comenzar a mediodía. Durante dos semanas, los miembros del gobierno general de
los Misioneros Claretianos estaremos reunidos con todos los superiores
mayores de las 33 provincias y delegaciones de todo el mundo. Será un encuentro
bilingüe (español-inglés) cuyo objetivo es “fortalecer la comunión
congregacional y, en espíritu de corresponsabilidad, concordar los criterios,
estilo y acciones de gobierno para el sexenio 2016-2021, según las
orientaciones del XXV Capítulo General y el Plan de Acción del Gobierno General”.
Imagino que a los lectores de este blog no os interesan demasiado estos
asuntos, pero me parecía obligado decir una palabra sobre una actividad que me
tendrá muy ocupado durante las próximas dos semanas. Haré lo posible por ser
fiel a mi cita diaria en El rincón de Gundisalvus. Espero conseguirlo. Aunque estamos en un lugar bastante retirado, parece que la conexión a internet es buena. Esto facilita las cosas.
En el evangelio
de este sábado Jesús habla de dos tipos de construcción: sobre roca y sobre
arena. Siempre me ha llamado la atención la capacidad plástica que Jesús tiene
para decir las cosas de un modo inteligible. Es evidente que una casa
construida sobre arena, sin cimientos, corre el peligro de venirse abajo con
facilidad. Por el contrario, una casa, construida sobre roca fuerte –como las
construcciones de esta zona– aguanta los embates del agua y del viento. Algo
semejante sucede en nuestras vidas. ¿Qué significa construir sobre arena? No lo
tengo muy claro. Quizá depender demasiado de los sentimientos volubles, de la
opinión pública, de los medios de comunicación, de la moda… Conozco personas
que apenas tienen convicciones porque no se han parado a pensar las cosas.
Dependen de lo que dicen los demás, de lo más plausible en cada momento y del contexto. Su fe también puede cambiar de la noche a la mañana. Para ellas,
decir que son cristianas no significa nada que afecte de veras a su vida. Pero
hay también personas que, a base de lucha y sufrimiento, han ido madurando
algunas convicciones en la vida. En este sentido, admiro mucho a la generación
de mis padres. También ellos han vivido las crisis que hemos vivido las generaciones
posteriores, pero poseen una entereza que les ha permitido sortearlas con
éxito. Creen que la verdad es más importante que la mentira, que creer en Dios
merece más la pena que andar tras el dinero, que las personas están por encima
de los objetos, que hay que ser honrados en el trabajo, que la amistad no tiene
precio, etc. Quizá no se trata de sistemas elaborados, de “casas muy
sofisticadas” –por seguir con el ejemplo de Jesús– pero sí de construcciones
sencillas y sólidas. Con personas así se puede ir a fin del mundo.
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