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miércoles, 21 de septiembre de 2016

Llamó a los que él quiso

Hoy es el día oficial del comienzo del otoño en el hemisferio norte, pero este año el otoño astronómico comenzará mañana, 22 de septiembre, a las 16:21 (hora de Europa central). Así que los efluvios románticos pueden esperar un día. También hoy se celebra el Día Internacional de la Paz patrocinado por Naciones Unidas. La paz es un desafío constante. En el encuentro de Asís, el papa Francisco lo ha dejado claro: "No hay mañana en la guerra y la violencia de las armas".

Yo, sin embargo, voy a detenerme en la fiesta de san Mateo, apóstol de Jesús y evangelista. La historia del encuentro entre el maestro de Nazaret y este recaudador de impuestos al servicio de Roma siempre me ha dejado sin palabras. Creo que nosotros no somos capaces de una libertad como la que demuestra Jesús. Ayer, en nuestro encuentro de Sri Lanka, hablamos sobre pastoral de jóvenes y pastoral vocacional. Si uno toma nuestro Directorio Vocacional encuentra los criterios de discernimiento que solemos manejar. El perfil del joven que aspira a ser misionero claretiano incluye rasgos de madurez humana y espiritual que no son fáciles de encontrar. El proceso de discernimiento es largo. No todo el que siente deseos de abrazar este estilo de vida está en condiciones de comprometerse con él. Todo esto es fruto de la experiencia. Parece sensato. Ya tenemos suficientes escándalos como para no hacer una cuidadosa selección de los candidatos. 

Y, sin embargo, Jesús no siguió este procedimiento selectivo. Mateo (o Leví) no era una perita en dulce. Era un recaudador de impuestos, un colaboracionista con la potencia invasora y probablemente un ladrón, alguien que se aprovechaba de su cargo para lucrarse. No es, pues, extraño que algunos fariseos se escandalizaran de que Jesús fuera a su casa y se sentara a la mesa con él. Ellos, tan puros, tan cumplidores, eran partidarios de la “tolerancia cero”, una expresión que se ha puesto de moda a propósito de la crisis de los abusos sexuales a menores y que tiene su sentido en ese contexto. Jesús pasa por encima de todos los prejuicios y costumbres de pureza. Mira a Mateo a los ojos, entra hasta el fondo de su corazón, lo ama y lo llama. Lo llama porque él quiere, no porque Mateo presente un currículo impecable de esos que prestigian a cualquiera. Más bien, él era un tipo despreciable. Cuando Mateo se ve traspasado por la mirada de Jesús y radicalmente aceptado como es, no puede resistirse. Deja todo y se va con Jesús.

Si aplicáramos los criterios de selección vocacional que hoy manejamos, muchos santos canonizados quedarían fuera. Creo que ni Agustín de Hipona, ni Francisco de Asís, ni Ignacio de Loyola ni tantos otros hubieran pasado el primer filtro. Su historia está llena de inconsistencias –como dicen ahora los psicólogos– que desaconsejarían una vida de seguimiento de Jesús. Gracias a Dios, sus itinerarios siguieron otra dirección. Jesús se valió de diversos medios para seducirlos e incorporarlos a su causa. Lo que cuenta de veras no es lo que nosotros podemos aportar sino el hecho de que él se fije en alguien. Cuando Jesús llama habilita a la persona para seguirlo. Pablo de Tarso confiesa que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Muchas congregaciones religiosas siguen pensando que los candidatos ideales para la vida consagrada tienen que proceder de familias bien, de colegios de calidad, de… La experiencia dice que la gran mayoría de estos candidatos ideales tienen ya sus proyectos de vida y no están mínimamente interesados en dejar todo para seguir al Maestro. Están, por así decir, ocupados, no hay en ellos mucho espacio para ninguna sorpresa. Ellos y sus familias tienen "todo atado y bien atado". 

Nos cuesta imaginar una pastoral vocacional en los márgenes, entre personas que rompen los cánones de perfección, que tienen una vida desarreglada, pero que conservan la suficiente autenticidad y humildad como para dejarse tocar el corazón. Puedo contar algunos casos así. La historia de Mateo se reproduce en las historias vocacionales de algunos que, rompiendo todos los criterios de una buena selección, se han entregado con una generosidad y audacia que espantan a los buenos candidatos.

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