Anteayer paseaba
yo con un claretiano colombiano por las calles del casco viejo de Vic, en la provincia de Barcelona. Caía la
tarde. La silueta de la vieja catedral de san Pedro se recortaba contra el sol poniente. Atravesamos el río Mèder y enfilamos el carrer de les Adoberies. Allí, en una esquina, estaban sentados sobre el pavimento siete muchachos. Una vieja pared desconchada y una puerta llena de pintadas hacían de telón de fondo. Sin ningún preámbulo, uno de ellos nos lanzó la pregunta: “¿Nos
hacéis una foto?”. Mi compañero colombiano, ni corto ni perezoso, enfocó su
cámara y sacó la instantánea que figura bajo estas líneas. Se la mostró en
la pantallita de la cámara para ver si les gustaba. Les gustó, pero no era suficiente. La
segunda pregunta fue igualmente directa: “¿Dónde la vais a poner?”. Mi
compañero, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, respondió convencido: “En
el blog de mi amigo”. Yo hice un gesto de extrañeza, pero no me opuse. Hasta tecleé en el móvil de uno de ellos la dirección del blog.
Como las
promesas están para ser cumplidas, aquí está la famosa foto. No sé si sus protagonistas
entrarán en este Rincón de Gundisalvus
para comprobar que hemos cumplido nuestra palabra. Si lo hacen, desde aquí les
envío un saludo muy cordial. Probablemente se sorprenderán al ver que se trata
de un blog en el que se comparten
algunas reflexiones sobre la vida cotidiana “desde la fe en Jesús de Nazaret”. ¡Quién
sabe si ese encuentro casual y esta foto son solo un punto de partida!
Contemplándolos
sentados en el suelo y no en un banco del parque o en la terraza de un bar, comprendí que solo quien está
abajo no tiene nada que perder. La tierra siempre nos da el realismo que
necesitamos para saber de dónde venimos y qué nos aguarda. A ese nivel, todos somos iguales. Son chicos que han hecho de la calle su lugar de encuentro, su laboratorio, su torre de observación. No conozco ni sus
nombres ni su edad ni su procedencia. Por su aspecto, se trata de un grupo multicultural y multiétnico, representativo de la gran variedad que existe hoy en Vic. Es muy probable que estén hablando de sus sueños y preocupaciones. Tal vez no esperan mucho de esta sociedad que promete paraísos inalcanzables. Quizá intentan buscarlos por otras vías no siempre saludables.
Me quedo con su sonrisa porque es la
puerta de entrada de las mejores cosas. Estoy seguro de que si Jesús se hubiera
encontrado con ellos en el carrer de les
Adoberies los habría saludado con cordialidad y tal vez les habría preguntado:
“¿Qué buscáis? ¿A quién esperáis”. Nosotros no tuvimos tiempo para muchas
historias. Pero un gesto –una fotografía apresurada– es a veces más elocuente
que mil palabras. Sentados “a ras de suelo”, con sus atuendos multicolores y
veraniegos, representan el rostro joven de una sociedad que no siempre sabe
ofrecer a los jóvenes lo que ellos buscan y necesitan. Quizá están aparcados en los márgenes de la ciudad
como población sobrante. O quizá son como centinelas que vigilan en busca de un
signo, de algo o de alguien que llene sus vidas, que los saque de ese dulce
aburrimiento de las tardes de verano en las que uno no sabe bien qué hacer o adónde
ir.
Amigos, desde este rincón os envío una palabra de ánimo. Espero que vuestra
amistad os ayude a no hacer el camino solos, a encontrar respuestas a vuestras
preguntas y a afrontar el futuro con esperanza. Gracias por vuestra espontaneidad e invitación.
Muchas gracias por colgar la foto!! Saludoos!! :D
ResponderEliminarLo prometido es deuda. Gracias a vosotros por darnos la idea. Saludos a tus amigos/as.
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ResponderEliminarGracias a ti, Irene, y a tus amigos. También nosotros nos quedamos sorprendidos por vuestra espontaneidad y alegría. Que no decaiga.
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