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miércoles, 3 de agosto de 2016

A ver si un día de estos (no) quedamos

En Europa agosto es un mes de vacaciones. Se supone que hay más tiempo para el ocio y menos para el negocio. Más tiempo para encontrarse y menos para conectarse. Más tiempo para los amigos de carne y hueso y menos para los amigos virtuales. En la práctica, sin embargo, las cosas no suceden siempre así. Podríamos usar las vacaciones para encontrarnos con las personas a las que decimos querer, pero hay citas que nunca se conciertan. ¿Cuántas veces le hemos dicho a un amigo o amiga que nos gustaría verlos, sabedores de que probablemente ese deseo no se cumpliría? No es lo mismo decir A ver si un día quedamos que Te espero el viernes a las 8 en mi casa. En el primer caso, expresamos un deseo genérico, a medio camino entre la cortesía y el desinterés. En el segundo, concretamos un compromiso. Los deseos genéricos casi nunca se cumplen. Los compromisos van tejiendo relaciones.

Cuando una persona repite con frecuencia A ver si un día de estos quedamos pero nunca concreta su deseo, podemos sospechar que se trata de una expresión de afecto, pero insustancial. Estas simpatías vaporosas resultan atractivas en un primer momento. Parecen abrir puertas y ventanas donde solo veíamos paredes. Inventan una ficticia intimidad. Pero, a la postre, resultan decepcionantes. Prometen lo que no van a dar. Crean expectativas irrealizables. La frase tendría que suprimirse por etérea y, en muchos casos, por hipócrita: se anuncia lo que no se está dispuesto a entregar. En el fondo, una actitud de este tipo es un indicador de ese pavor que muchas personas sienten ante el compromiso. Lo he palpado en algunas parejas de novios que no quieren oír hablar de matrimonio porque les parece que la alianza matrimonial va a suponer una responsabilidad con la que no quieren cargar. Prefieren vivir una permanente afectividad Peter Pan, sin darse cuenta de que el miedo al compromiso los sume en una inmadurez frustrante. Algo parecido he observado también en algunos candidatos a la vida religiosa o al sacerdocio. Les gusta casi todo de estas vocaciones… excepto el hecho de tener que comprometerse de por vida: A ver si un día de estos me decido.

Recuerdo ahora una frase atribuida a Teresa de Calcuta: “Dios no me ha llamado a tener éxito sino a ser fiel”. Quizá ésta es la raíz de todo. Acostumbrados a vivir en una cultura competitiva, en la que solo se valora a quien triunfa, nos parece que para ser felices tenemos que cosechar muchos éxitos, aunque eso implique ser infieles a los compromisos adquiridos. El error es descomunal, pero se vende bien. ¿Habrá que repetir muchas veces que felicidad y fidelidad son términos intercambiables? No hay felicidad sin fidelidad a nuestra vocación más profunda. No sé por qué he aterrizado en este aeropuerto cuando, en realidad, solo quería escribir unas líneas sobre esa costumbre tan extendida de concertar citas en el aire. Quizá todo esté más conectado de lo que a simple vista parece. Por cierto, a ver si un día de estos quedamos... en El rincón de Gundisalvus.

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