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martes, 21 de junio de 2016

Vivir para comprender

Ayer comenzamos la asamblea de todos los misioneros claretianos que trabajan en Kenia, Uganda y Tanzania. Pertenecen a la Delegación de San Carlos Lwanga, el famoso mártir ugandés canonizado por Pablo VI. Aunque estamos en un recinto bien acondicionado, esto es África. La luz va y viene caprichosamente. En medio de una presentación, el proyector se apaga y nos deja colgados. Se ha estropeado la bomba del agua, así que la tenemos racionada: una hora por la mañana y dos por la tarde. Y, como es lógico, internet sigue la misma lógica caprichosa que la electricidad. Me parece un milagro que pueda mantener vivo este blog. Si esto sucede a dos pasos de la segunda ciudad del país –Mombasa– y en un complejo que acoge a visitantes internacionales, ¿qué no sucederá en las ciudades pequeñas y, sobre todo, en los pueblos y aldeas desperdigados por la sabana y en la zona montañosa? Uno siempre tiene que prever un plan B porque no sabe con qué recursos puede contar. Los tiempos se dilatan, la paciencia se pone a prueba y todo tiene que ser reducido a sus trazos esenciales. Aquí no hay tiempo para filigranas.

Cada viaje a África me ayuda a comprender mejor por qué nuestros misioneros tardan tanto en enviar los informes sobre los proyectos que financiamos desde Europa, por qué no responden enseguida los correos electrónicos que reciben y por qué, en definitiva, llevan otro ritmo y desarrollan otras virtudes. Nosotros valoramos la rapidez, la eficiencia, el control. Ellos conviven con la paciencia, la improvisación y un aceptable desorden. En otras palabras, no se ve de igual modo la vida desde un despacho romano conectado a internet las 24 horas a través de fibra óptica que desde una casita en la que nunca sabes si vendrá o se irá la luz, se acabará el gasoil del generador en el momento menos oportuno o una tormenta intempestiva destrozará el techo de hojas de palma. Solo comprendemos bien a una persona cuando hacemos un esfuerzo por ver las cosas como ella las ve, situarnos en su contexto y experimentar sus problemas. Muchas intransigencias nacen del desconocimiento más que de la mala voluntad.

Mientras escribo estas notas me entra por la ventana el esplendor de la luna llena, perfectamente recortada sobre un cielo negrísimo. Proyecta su luz naranja sobre el mar en calma. Parece que el tiempo se detiene. ¿Para qué necesitamos la electricidad e internet si estamos disfrutando de un espectáculo increíble y gratuito?

2 comentarios:

  1. ¡¡Qué bueno es ser paciente ante eventos que no podemos controlar! Y reconocernos limitados también ayuda a acercarse a Dios.

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  2. Conectados a través del Espíritu por la oración, confiemos en que detrás de los gestos que nos molestan no hay razones provocantes sino pura providencia. Sigamos conectado a través del "wifi de Dios". Un abrazo

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