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viernes, 17 de junio de 2016

Diálogo inamistoso con un mosquito faltón

Como todas las noches, extendí bien las cortinillas que cubren la cama King size que me ha tocado en suerte y que actúan como un elegante mosquitero. Me aseguré de que no quedara rendija alguna por la que pudiera infiltrarse la aviación enemiga en mitad de la noche. Antes de apagar la luz, hice una última inspección ocular. Todo parecía en orden. El único rumor procedía del mar cercano y de la brisa marina que soplaba con fuerza.  Dentro de la habitación reinaba un silencio monacal. Me apresté a conciliar el sueño después de una jornada intensa. Ni siquiera el café que me había tomado poco antes me impidió caer pronto en brazos de Morfeo. Pero he aquí que, pasadas las dos de la madrugada, comienzo a escuchar el zumbido que nunca hubiera deseado. Sí, no cabía duda: era él (o ella). Con una habilidad extraordinaria hacía piruetas por encima de mi cuerpo, se acercaba peligrosamente a la cabeza y luego ascendía a velocidad vertiginosa para intentar de nuevo un vuelo rasante. No reaccioné, a la espera de que, tras esa demostración de fuerza, se alejara. 

Pero no. Al cabo de unos segundos, volvió con su estilo fanfarrón. Vuelo rasante, ascenso vertiginoso, zumbido irritante. Y vuelta a empezar. No tuve más remedio que encender la lamparita de noche. Y sí, con un poco de esfuerzo, logré verlo: negro y zancudo. Tal como se habían puesto las cosas no hubo más remedio que entrar en combate. Adopté una posición adecuada que me permitiera usar las manos para atrapar sin contemplaciones a semejante intruso. Por unos minutos puse entre paréntesis mis convicciones animalistas. Pero cuando se sintió acorralado, sin posibilidad de salir de los ocho metros cúbicos de mi gran cubículo de gasa, quiso entablar negociaciones de paz. Y esto es lo que sucedió.

Buenas noches, Gonzalo, disculpa que me haya presentado sin avisar.

¿Te parece poco aviso ese zumbido irritante con el que planeas por encima de mi cama? ¿Quién te ha dado permiso para entrar aquí? ¿No sabes que es hora de dormir y que ésta es una zona privada; o si prefieres, mosquito-free?

Bueno, la verdad es que encontré un agujerito en la cortina que cubre el cabezal de tu cama. Interpreté que lo habías hecho aposta para que de vez en cuando te hiciera una visita. Lo de la hora intempestiva depende de tus costumbres. No sueles venir por aquí hasta que no está bien entrada la noche.

Menos cachondeo, que no está el horno para bollos. Te voy a ser sincero. Si hay algo que no comprendo de este universo maravilloso es que existáis bichejos tan irritantes como vosotros los mosquitos. No hacéis más que molestar, transmitir enfermedades y reproduciros sin el menor control de natalidad. ¡Ojalá el cambio climático acabe de una vez por todas con esta plaga!

Más quisieras tú, pero no caerá esa breva. Hemos venido a este mundo con una misión que cumplir.

¿Una misión? Tú has chupado más sangre de lo normal esta noche. Te veo colocado. ¿Me puedes decir para qué demonios servís en este mundo? ¿Qué pintáis aquí?

¡Con la hora que es y te me vuelves filosófico! Pero bueno, ya que me lo has preguntado, te voy a responder. No voy a cansarte con explicaciones biológicas, con nuestro papel en la cadena alimenticia y todos esos rollos que se marcan los científicos.

¿Entonces?

Te lo voy a decir clarito: existimos para fastidiarte. Para que aprendas que un ser tan pequeñito como yo, sin bachillerato y sin título de ninguna clase, te puede hacer la vida imposible.

De eso ya me he dado cuenta muchas veces. Tengo vuestras simpáticas marcas rojas en mi cuerpo blancuzco. No necesito comprarme un polo Saint-Laurent para ir a la moda. Esta es la marca que se lleva este verano, sobre todo aquí, en Kenia.

Veo que estás de mejor humor. Me atrevo a dar un paso más. Nosotros los mosquitos existimos para que tú aprendas a ser un poco más humilde y no te sientas el rey del mambo. Basta un vuelo rasante de este "droncito" que soy yo y un zumbido de última generación para que tú pierdas los papeles. ¿Ves, en el fondo, lo poco que vales? Mucho libro, mucho retiro, mucha historia… y un simple mosquito te rompe el sueño y te hace perder la paciencia. ¿Para qué te sirven todas tus técnicas de autocontrol? ¿No te parece que soy más poderoso que tú, aunque no presuma tanto?

Pero, ¿quién te dado permiso para que seas tan impertinente? ¿Quién te has creído que eres para hablarme en ese tono? Puedo aplastarte en cualquier momento.

Bueno, eso habría que verlo. Lo has intentado varias veces esta noche y no lo has conseguido. No te olvides que soy más veloz que tú. 

Más veloz sí, pero más frágil también.

¡Qué presuntuosos sois los humanos! Parece que os vais a comer el mundo y luego no podéis ni controlar a un humilde mosquito como yo. He venido a hacerte una visita de cortesía. Quiero solo recordarte que, por muy grande que parezcas, no eres más que una motita insignificante de polvo en el universo. O sea, que la diferencia entre tú y yo no existe.

***

Me quedé con ganas de darle un zarpazo y sentir su sangre manchando mis dedos. Fin de la historia. Pero el ilustre visitante se esfumó igual que había venido. No volvió a zumbar en toda la noche.

¿Lo habré soñado o la cosa sucedió tal cual?

3 comentarios:

  1. Con lo cual se pone en evidencia que la vida no se ve ni se vive igual desde donde hay mosquitos (y todo lo que se le parezca) que desde donde no los hay.

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  2. Yo he vivido desde niño en una zona costera, con marismas,por tanto con la amenaza constante, al menos durante los calurosos veranos, de estos infernales bichos y jamas llegué a entender el mensaje que me querían dar. Ha tenido que ser un buen amigo, políglota por cierto, no podía ser de otra manera, el que me tradujera tan desagradables sonidos. Divertido y magistral.

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  3. Divertido y profundo tu diálogo con el mosquito...
    Admiro tu capacidad de profundizar desde cualquier tema y encontrar siempre un mensaje.
    Nos has llevado a valorar el que todos tenemos talentos, seamos más o menos importantes.
    Muchas gracias.

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