Me encuentro en Wroclaw (Breslavia), capital de la Baja Silesia, la cuarta ciudad de Polonia, con cerca de 700.000 habitantes. Apenas dispongo de tiempo para escribir este post. Hoy me aguarda un programa intenso. Por otra parte, los motivos se
agolpan: fiesta de San José, día del padre en algunos países como España, víspera de la
Semana Santa, día del seminario… Y, para remate de fiesta, la ordenación
episcopal de un compañero mío, Jacek Kicinski, pero de eso hablaré mañana. Así que el post de
hoy será una especie de ensalada mixta. El ingrediente principal es, sin duda,
la figura de San José de Nazaret. Siempre me ha caído simpático. El Nuevo Testamento no ha conservado ni una
sola palabra de él. De Pablo de Tarso, por ejemplo, sabemos mucho más, pero José le gana por goleada en popularidad. Sabemos incluso algo de lo que dijeron tipos aviesos como Herodes o
Pilato. Conservamos palabras de personajes secundarios, como un centurión romano, una mujer sirofenicia, etc. Pero de él, del “esposo
de María” (Mt 1,16), ni siquiera una exclamación. Nada de nada. ¡Silencio, se rueda!
El evangelio de Mateo se recrea en
hablarnos de los “sueños” de José, como si el de Nazaret tuviera algo que ver
con aquel otro José, el hijo de Jacob, llamado “el soñador” (cf. Gn 37,5-10). En torno
a José de Nazaret se dan dos grandes tendencias: los que dicen que es mejor no hablar mucho
de quien no dijo ni esta boca es mía y los que rellenan los silencios con
infinidad de reflexiones, hasta el punto de construir una verdadera “josefología”. Yo prefiero atenerme a los datos evangélicos. Por alguna razón los evangelios no fueron más exuberantes.
Hoy quisiera destacar lo que para mí resulta más significativo: de José no
conservamos ninguna palabra porque todo él fue un hecho, una aceptación responsable
de la voluntad de Dios. ¿Hay alguna palabra más elocuente que ésta? Jesús debió
de aprender muchas cosas de José de Nazaret. Viendo a Jesús podemos intuir cómo
era su padre. Hay cosas que se pegan por contagio. Muchos cuadros clásicos presentan a José en solitario, como un hombre maduro, casi un anciano. Hoy se
tiende a representarlo, más bien, como un varón joven y siempre junto a Jesús y María, formando el “triángulo
de Nazaret”. No se entiende a ninguno de los tres separado de los otros dos. ¿Quién es José al margen de Jesús y de María? El himno de la liturgia de hoy hace un retrato hermoso de este "varón justo". ¡Ojo a la última estrofa: no tiene desperdicio!
Porque fue varón justo, le amó el Señor,y dio el ciento por unosu labor.El alba mensajeradel sol de alegre brilloconoce ese martilloque suena en la madera.La mano carpinteramadruga a su quehacer,y hay gracia antes que sol en el taller.
Cabeza de tu casadel que el Señor se fía,por la carpinteríala gloria entera pasa.Tu mano se acompasacon Dios en la labor,y alargas tú la mano del Señor.
Y, pues que el mundo enterote mira y se pregunta,di tú cómo se juntaser santo y carpintero,la gloria y el madero,la gracia y el afán,tener propicio a Dios y escaso el pan.
En mi país se celebra hoy el “Día del Padre”. Me gusta esta coincidencia. ¿Es José de Nazaret
un modelo para los padres actuales? ¿Qué tienen en común un artesano galileo de
principios del siglo I y un trabajador de principios del siglo XXI? No me gusta forzar las cosas.
Los contextos son muy diferentes. Se parecen poco las familias patriarcales de
la época de Jesús y las familias nucleares modernas. Pero hay algo que quiero
destacar y que es aprovechable siempre: José predicó con el ejemplo y, sobre todo, fue un "hombre de Dios". El Nuevo Testamento, como dije antes, no conservó
ninguna palabra de José, pero sí hechos muy elocuentes: desde la aceptación de su joven
esposa María (a pesar de que estaba embarazada) hasta el cuidado amoroso del niño. De
nada sirve sermonear a los hijos, como hacen algunos padres, si luego la conducta personal va en otra
dirección. ¿Se les puede pedir, por ejemplo, que sean honrados cuando ellos perciben
en casa pequeñas prácticas de corrupción? ¿Se les puede pedir que participen en
la catequesis –en el caso de los creyentes– si luego los padres no pisan la
iglesia? ¡La fuerza transformadora de los hechos!
Bueno, antes de que se me olvide, MUCHAS FELICIDADES a los padres y a todos los que lleváis el nombre de José (o de Josefa) en cualquiera de sus múltiples variantes y combinaciones.
Como no tengo
tiempo para hablar sobre el Día del Seminario –otro de los ingredientes de la ensalada de hoy– os dejo este vídeo que han
preparado algunos seminaristas de Toledo. Creo que nos hace bien escuchar sus
testimonios:
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