Queridos amigos y
amigas: Empecé este blog el pasado 20 de febrero. Hoy, Domingo de Pascua,
escribo el post número 40. Hemos cubierto juntos una cuaresma comunicativa.
Muchas gracias por vuestra compañía, apoyo y estímulo. A lo largo de estas
cinco semanas, cientos de personas os habéis acercado a “El Rincón de Gundisalvus”. La mayoría lo hacéis (por este orden) desde España, Italia,
Estados Unidos, Colombia, Puerto Rico, Alemania, Irlanda, Argentina, México,
Polonia… Pero hay también visitas de Portugal, Taiwán, Bolivia, Venezuela, etc.
Algunos sois lectores habituales; otros habéis llegado hasta aquí por
casualidad. Por lo general, casi todos enlazáis con este blog desde vuestra
cuenta de Facebook. Sois pocos los que entráis directamente. Estos datos y
otros muchos me los proporciona la función Estadísticas del propio blog. Pero
no dejan de ser referencias anónimas. Les faltan rostros y nombres. Hoy, día de
Pascua, quisiera enviaros un saludo cordial a todos y cada uno de los que
visitáis el blog. Por eso, he querido dar a este post la forma de carta, que
siempre es más directa y personal.
Mientras escribo,
reina un silencio completo en mi casa. En Roma ha amanecido un día soleado. Es
como si la naturaleza se sumara a la fiesta de la Resurrección de Jesús. Dentro
de un par de horas celebraré la Eucaristía en la residencia de ancianas a la
que he estado yendo estos días de la Semana Santa. El Viernes Santo, después de
la celebración de la Pasión del Señor, una de ellas me confesó: “Me encanta que
seamos pocos, así me siento como en familia”. La ancianidad es una de esas
periferias existenciales a las que a menudo se refiere el papa Francisco. Por
eso, me alegro de poder celebrar el misterio
del Cristo muerto y resucitado con estas señoras ancianas, algunas sin más
familia que las hermanas que las cuidan y sus compañeras de residencia.
El pasado Viernes
Santo me impresionó mucho la oración a la Cruz del Señor que el papa Francisco
hizo al final del Via Crucis del Coliseo. Fue una lista de los 14 dolores de
nuestro tiempo. El último sonaba así: “Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos
viendo en nuestro Mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable
cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada”. Aludía al
drama de los refugiados que tanto dolor nos está produciendo en los últimos
meses.
Pero oraba, a continuación, con otras realidades de nuestro tiempo que son signo del triunfo de Cristo sobre la muerte. Aunque esta carta se alargue un poco, quisiera incluirlas aquí. Representan la letanía de los testigos actuales –a menudo, inconscientes de su hermosa tarea– de la Resurrección de Jesús:
Pero oraba, a continuación, con otras realidades de nuestro tiempo que son signo del triunfo de Cristo sobre la muerte. Aunque esta carta se alargue un poco, quisiera incluirlas aquí. Representan la letanía de los testigos actuales –a menudo, inconscientes de su hermosa tarea– de la Resurrección de Jesús:
Las personas buenas
y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás.
Los ministros fieles
y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se
consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.
El rostro de las
religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar,
en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia.
Los misericordiosos
que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la
fe.
Las personas
sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel
cumplimiento de los mandamientos.
Los arrepentidos
que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor
acuérdate de mí cuando estés en tu reino.
Los beatos y en los
santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la
confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso.
Las familias que
viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.
Los voluntarios que
socorren generosamente a los necesitados y maltratados.
Los perseguidos por
su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del
Evangelio.
Los soñadores que
viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea
un lugar mejor, más humano y más justo.
Estoy seguro de que
os reconocéis en alguna de estas categorías. También vosotros sois testigos y
mensajeros. Esto significa que, por mucho mal que haya en nuestro mundo, la
fuerza de Cristo resucitado sigue produciendo vida, alegría y esperanza. Hace
años, leí en una columna de un periódico algo parecido a esto: "Mientras cada
noche nos acostamos derrotados por las malas noticias de la televisión, a la
mañana siguiente encontramos el periódico, una botella de leche y una barra de
pan en el rellano de la escalera. Mientras unos pocos miles de hombres buscan
destruir el mundo, millones de seres humanos hacen todo lo posible por
construirlo. La vanguardia de la historia pertenece a los panaderos". Esta es la fuerza escondida de la Resurrección de Jesús que actúa
como levadura en la masa del mundo.
El Papa terminaba su
oración así: “Oh, Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte
que la oscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente
victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la
Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o
debilitar. Amén”.
Amigas y amigos, sin
Resurrección no tendríamos ningún motivo serio para seguir viviendo. Pablo lo
expresó con palabras insuperables: “Seríamos los más desgraciados de los
hombres” (1 Cor 15,19). Nos quedaríamos sumergidos en un interminable Sábado
Santo, en la noche de la ausencia. A lo más, nos atreveríamos a confesar
nuestro desconcierto como María de Magdala: “Se han llevado del sepulcro al
Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn 20,2). ¿Dónde está Jesús en un
mundo que vive etsi Deus non daretur (como si Dios no existiera)? ¿Dónde está
Jesús en un mundo tan inhumano e injusto, que ridiculiza sus bienaventuranzas?
No sabemos dónde lo
han puesto porque el Resucitado es un insumiso: no se ata ya a ningún espacio o
tiempo concretos, los traspasa todos. Por la fuerza del Espíritu, se ha
convertido en el contemporáneo de todo ser humano. Está en ti y en mí, a la
vuelta de la esquina. Hay que abrir los ojos del corazón.
Desde esta fe regalada, os deseo una FELIZ
PASCUA DE RESURRECCIÓN. Dondequiera que estéis, cualquiera que sea vuestra
situación personal, incluso en medio de la duda, creed que el Resucitado os
sale al encuentro para transformar vuestra noche en un alba sin tramonto.
Sentiréis una bocanada de alegría fresca.
Recibid un fuerte
abrazo de vuestro amigo Gonzalo (o Gundisalvus).
Hoy os dejo con una
famosa pieza musical compuesta para promocionar una conocida marca de
Conguitos. Bueno, quizá Händel la compuso un poco antes con otro propósito. Vosotros podréis juzgar.
Si os va la marcha,
quizá prefiráis este otro vídeo de Nidia Quintanilla:
Muchas gracias... También para ti, Gonzalo, FELIZ PASCUA DE RESURRECCION.
ResponderEliminarMuchas gracias por todo lo que nos has acompañado, desde tu blog. Me ha ayudado a que haya podido vivir con más profundidad esta semana santa... Con una visión más amplia todo coge una perspectiva diferente.
Un abrazo
Felices Pascuas de Resurrección y que esta motivación que nos ofreces nos recuerde la importancia de nuestro testimonio, como creyentes en la resurrección del Señor Jesús, en el mundo. Gracias por tu reflexión. Animo!
ResponderEliminarMuchas gracias, Alejandro. La Pascua es un complejo vitamínico que nos ayuda a afrontar la vida diraia con esperanza y alegría.
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