
La estación de Barcelona-Sants hierve de gente. La megafonía no para de escupir informaciones y avisos en castellano, catalán e inglés. Yo aprovecho la espera de mi tren a Madrid para escribir la entrada de hoy. Terminado mi encuentro con las 30 hermanas de Filiación Cordimariana en Vic, regreso al campamento base. Han sido días frescos, serenos, fraternos y espero que fructíferos. Volver a los lugares claretianos de Sallent y Vic siempre ayuda a revitalizar nuestras raíces carismáticas.
Ayer por la tarde, frente al sepulcro de Claret abierto, dimos gracias a Dios por la experiencia vivida estos días. Como tantas otras veces, me sorprende que el carisma misionero de Claret haya llegado a lugares tan lejanos como México, Filipinas o Zimbabue y, sin embargo, tenga tan poco arraigo en su pueblo natal o en Vic, donde fundó mi congregación. Se cumplen al pie de la letra las palabras de Jesús de que “nadie es profeta en su tierra”, aunque en el caso de santa Teresa, por ejemplo, Ávila mantiene muy viva su herencia. Lo mismo pasa en Asís con respecto a Francisco y Clara. O en san Giovanni Rotondo en relación con san Pio da Pietrelcina. Las excepciones confirman la regla.

Después de haber recordado ayer a santa Mónica, la mujer de las lágrimas, hoy celebramos la memoria de su hijo san Agustín de Hipona. Su figura ha recorrido los siglos. No necesita ninguna campaña publicitaria para seguir siendo una figura luminosa, pero el hecho de que el papa León XIV sea agustino está ayudando a volver sobre el santo de Hipona. Su aventura espiritual, tan accidentada y apasionada, puede ayudarnos mucho a vivir la búsqueda de Dios en este primer tercio del siglo XXI.
También hoy tenemos la impresión de que la civilización occidental ha entrado en un proceso imparable de decadencia, por más que siga siendo inercialmente vigorosa. Los grandes valores que la han sostenido durante siglos (la filosofía griega, el derecho romano y la espiritualidad cristiana, por decirlo de manera breve y algo tópica) han sido sustituidos paulatinamente por la sociedad del entretenimiento y de los cuidados paliativos. Junto al envejecimiento demográfico, se ha abierto paso un suave escepticismo que recela del esplendor de la verdad y que no se arriesga a ir más allá del recinto del propio yo. “Vendrán de Oriente y Occidente” -como decía Jesús- para despertarnos de este adormecimiento, aunque es verdad que algunos jóvenes de la generación Z están ya reaccionando.

La contribución de san Agustín no es artificiosa o excesivamente sutil. Lo que él experimentó en carne propia y lo que nos propone a todos es claro y sencillo. Se podría expresar con palabras que todo el mundo entiende. Si los seres humanos hemos sido creados por Dios y para Dios, nunca encontraremos nuestro sosiego hasta que no nos centremos en él. Todas las demás realidades (la ciencia, la técnica, la filosofía, el sexo, la política o la economía), tendrán sentido en la medida en que nos ayuden a acercarnos a la verdad de Dios y a encarnarla en nuestra vida.
El razonamiento parece cabal. El problema está en el punto de partida. Muchos contemporáneos no admiten con humildad que “hemos sido creados por Dios y para Dios”. Prefieren fiar nuestra existencia al azar antes que abrirla al misterio amoroso del Padre revelado por Jesús. Les parece más racional no tener ninguna explicación antes que reconocer a Cristo como “el camino, la verdad y la vida” que nos abre a Dios. Están en su derecho. Dios no anula la libertad del hombre.
Pero no nos extrañemos entonces de que, alejados de Dios, todo se vuelva más problemático, oscuro e insignificante y de que la alegría de creer sea sustituida por el pesimismo de la indiferencia o la idolatría. San Agustín lo dice con palabras más certeras y hermosas, nacidas de su apasionante experiencia personal y de su enorme capacidad intelectual y literaria. Prefiero escuchar a quienes han vivido a fondo que a quienes surfean por la superficie de la existencia.
¡Gracias, Gonzalo! Tan bueno y oportuno como siempre.
ResponderEliminarHoy te hemos recordado juntos a los mártires. Un camino sobrecogedor que siempre se hace en silencio.
Gracias Gonzalo por los mensajes que nos aportas y que nos llevan a la reflexión y, poco a poco, nos van acercando más a Dios y a tener presente de que “hemos sido creados por Dios y para Dios”. Y muy importante en estos momentos, para mí, tener ocasión de reflexionar sobre: “nunca encontraremos nuestro sosiego hasta que no nos centremos en Él.”
ResponderEliminar