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martes, 13 de agosto de 2024

¿Tan mal estamos?


Hablando con unos y con otros, bastantes me dicen que “la gente está mal”, que abundan las enfermedades mentales o, por lo menos, los desajustes anímicos. Algunos lo achacan a las consecuencias tardías de la pandemia; otros, a la confusión general que nos envuelve; no falta quien le echa la culpa al calor excesivo de estos días o a las enfermedades que se ciernen sobre su familia o conocidos. Espero que no nos abandonemos a la mala suerte del martes 13.

Cuando decimos que “la gente está mal”, ¿nos incluimos nosotros en ese colectivo? Solemos pensar que “la gente” son “los otros”, pero para “los otros”, quienesquiera que sean, nosotros entramos de pleno derecho en ese grupo ingente e indeterminado llamado “la gente”. 

Estar bien o mal son conceptos muy relativos. Tienen que ver con nuestro grado de salud, nuestro nivel socioeconómico, las expectativas que nos hacemos sobre el presente y el futuro y, sobre todo, con la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Estamos mal no solo cuando se reducen los niveles en cada uno de los indicadores anteriores, sino, sobre todo, cuando perdemos el sentido global de la vida y nos faltan motivaciones profundas para seguir adelante.


Cuando uno está mal no tiene ganas de hablar, fácilmente se enoja por cosas que en otros momentos toleraba con facilidad, pierde fuelle a la hora de trabajar, huye de los eventos sociales y tiende a ver todo con una actitud pesimista y desesperanzada. Los mensajes de ánimo no hacen más que reforzar el sentimiento de aislamiento y tristeza. A veces, por reacción, uno busca el “analgésico” de las vacaciones, los viajes, las comidas y la diversión. El remedio suele ser peor que la enfermedad. Con frecuencia, uno regresa a su situación ordinaria más deprimido de lo que estaba antes. 

¿Vivimos en una sociedad depresiva? El psicoanalista francés Tony Anatrella cree que en el origen de esta especie de depresión colectiva está la falta de ideales. Desaparecidos los ideales religiosos e incluso los sociales, solo nos queda refugiarnos en el totalitarismo tecnológico. La Inteligencia Artificial (IA) resolverá casi todos nuestros problemas utilitarios, pero nos sumirá en una depresión crónica porque no sabremos qué pintamos aquí, qué sentido tiene trabajar, amar o sufrir. Se avecinan tiempos desafiantes.


No sé si estas reflexiones son muy veraniegas, pero me acompañan en mis paseos por el bosque, en mis encuentros con algunas personas y en mis ratos de oración en la iglesia de mi pueblo. Por cierto, he descubierto que casi cualquier sitio es más adecuado para la oración silenciosa que una iglesia en la que no paran de entrar grupos de turistas o personas que hablan como si estuvieran en el mercado. Por desgracia, para mucha gente las iglesias se han convertido en refugios climáticos en tiempos de calor agobiante o en museos que albergan piezas artísticas. 

Eso no significa que no siga habiendo mucha gente que entra en ellas para la oración personal o las celebraciones comunitarias. A veces, sin pretenderlo, una iglesia se convierte en un “centro terapéutico” en el que rehacemos esas conexiones internas que en muchos casos están rotas y que son las responsables de nuestro bienestar o malestar. Estamos mal, pero podríamos estar bien. Jesús nos sigue diciendo a todos: “Venid a mí los cansados y agobiados y yo os aliviaré”. No son palabras vacías, sino invitaciones eficaces.

Hoy celebramos a los Beatos Mártires Claretianos de Barbastro. Ellos entendieron muy bien cómo se afrontan las pruebas de la vida unidos a quien las ha padecido en carne propia. 

2 comentarios:

  1. En general, hay un cambio importante en nuestra sociedad. Se vive con mucha inseguridad cara al futuro… La economía es un tema importante, porque la gente sencilla no llega a final de mes, con el consiguiente malestar que conlleva.
    No sé qué porcentaje, pero van aumentando las enfermedades graves y una de las situaciones que me llevan a reflexionar, en muchos momentos, es el aumento de niños y niñas con necesidades especiales y, algunos, desde la más tierna infancia tienen problemas difíciles de llevar por las familias que no están preparadas para ello.
    Dices: “Estamos mal, pero podríamos estar bien”. Es cierto, pero para ello, necesitaríamos, como insinúas, lugares que se convirtieran en “centros terapéuticos” donde siempre se pudiera encontrar a alguien para hablar y así, como dices, poder rehacer conexiones internas.
    Gracias Gonzalo, porque, sin saberlo, de bien seguro que este “Rincón”, en muchas ocasiones es uno de estos “centros terapéuticos”, donde nos podemos expresar.

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  2. Por experiencias ajenas, pero muy próximas, creo que parte del malestar que padecemos se debe al consumo de droga en cualquier época de su vida por parte de personas que conocemos. He visitado enfermos terminales de cáncer de pulmón en Hospitales públicos y al salir, en el cenicero vi cantidad de colillas de tabaco. Una joven que salía comentó al vernos y oirnos: lo más lamentable es que esas colillas las han arrojado compañeras mías que trabajan aquí. Si así proceden algunos miembros del personal sanitario, ¿ qué tipo de sociedad hemos construído? Aparte existe la amarga convicción de que "otro tipo de drogas" se consume desde hace tiempo con frecuencia y desde edad temprana.

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