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jueves, 8 de agosto de 2024

Música en el embalse


Son las ocho y media de la tarde. La gente se ha ido distribuyendo junto a la orilla del embalse. La mayoría se ha traído de casa una silla plegable, pero algunos prefieren sentarse sobre la hierba. La temperatura es agradable. Siguiendo la línea de la orilla han colocado cinco altavoces verticales. A pocos metros del agua hay una plataforma flotante, una especie de pequeño catamarán. Sobre ella hay un piano, algunos micrófonos y una silla que llama la atención por su solemnidad extemporánea. 

El fondo no puede ser más sugestivo. Los pinos, el agua y el cielo de la tarde se conjuntan a la perfección. Todos nos disponemos a pasar un buen rato. Antes de que empiece el concierto titulado Le piano du lac se oyen comentarios sobre la belleza del lugar y sobre la temperatura fresca: “A esta misma hora hay 38 grados en Madrid”, dice un madrileño que está sentado a mis espaldas. El comentario nos ayuda a disfrutar todavía más de los 20 que tenemos a la orilla del embalse de la Cuerda del Pozo.


En un momento dado aparece un tipo desgarbado vestido con una extravagante chaqueta amarilla. Parece que no habla español. Comienza a cantar con voz de crooner venido a menos. Al piano hay un francés que acompaña con maestría al viejo cantante. El pianista, también entrado en años, chapurrea un poco de español y va haciendo las presentaciones. Todo tiene un aire deliciosamente decadente y demodé, pero la gente no está para críticas. Ha venido a pasar un rato distendido y agradable. 

Suenan temas de estilo swing en inglés. En un momento dado, el viejo cantante, de chaqueta y sombrero amarillos, se introduce en el agua, da unos pasos y se encarama sobre la plataforma donde está el piano. Permanecerá allí, de pie, hasta el final del concierto. Me sorprende la calidad del sonido. Todo se transmite sin cables. Hay una chica que controla todo desde una tableta.


Hacia el final del concierto, el viejo crooner entona “What a wonderful world!” de Louis Armstrong. La gente se anima. ¿Quién no conoce este clásico? La tarde va cayendo. Estamos ya en penumbra. Al final, una chica española que ha hecho de timonel, invita al público a bailar los ritmos que ataca el pianista con entusiasmo. Ha pasado poco más de una hora desde el comienzo. 

Todos nos vamos dispersando con la sensación de haber disfrutado de un momento sereno y diferente. Oigo una voz que dice: “El próximo año volveré”. La felicidad veraniega se parece a una colección de momentos como este. No es el cielo en la tierra, pero hace que la sucesión de las horas se haga más liviana. La mezcla de naturaleza, compañía y música da siempre buenos resultados. Algunos veleros se pierden en el horizonte.


1 comentario:

  1. Es todo un lujo poder disfrutar de un atardecer como comentas y con una temperatura tan agradable, mientras otros estamos viviendo con temperaturas sofocantes, tanto de día como de noche. Gracias por el enlace de la canción de Louis Armstrong.
    Disfruta del verano, Gonzalo. Gracias por compartir.

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