Enseñó en varios centros académicos de prestigio y dio conferencias por Alemania, pero acabó ingresando en el Carmelo de Colonia. Esta mujer de contrastes, feminista sin afiliación, se llamaba Edith Stein, pero como carmelita escogió el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz, que es con el que fue canonizada por san Juan Pablo II el 11 de octubre de 1998.
Ya el año pasado glosé su figura en este blog, pero es tan poliédrica y atractiva que no me resisto a volver sobre ella una vez más en el día de su fiesta. Lo hago desde la admiración y desde la rabia. Desde la admiración, porque la vida de Edith Stein puede definirse como una búsqueda apasionada de la verdad. Admiro a quienes no cejan en este empeño. Da igual que sean científicos, artistas, filósofos, teólogos o gente de la calle. Solo la verdad nos hace libres.
Desde la rabia, porque hoy estamos gobernados por personajillos a los que no les importa lo más mínimo mentir con tal de salirse con la suya. La pasión por la verdad parece algo del pasado. Incluso la filosofía contemporánea se ha vuelto un poco indolente y habla de “verdades” subjetivas que cada uno va confeccionando a la medida de sus experiencias, de su capacidad para expresarlas y del contexto en el que vive. Edith Stein creía en la fuerza de la verdad, hasta el punto de dejarse seducir por ella.
Hoy me dejo iluminar por estas palabras de la santa mártir del siglo XX: “Lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada”.
Hoy, que nos perdemos entre las lanas multicolores del revés del tapiz de nuestra vida, necesitamos que alguien de la talla de Edith Stein nos recuerde que en el anverso del tapiz Dios ha diseñado la imagen de nuestra vida, que no hay nada que no tenga sentido cuando lo contemplamos con ojos providenciales.
Gracias por compartir las palabras de Edith por las que te dejas iluminar hoy, luz que nos transmites. Me da fuerza, todo el párrafo, pero destaco: “Lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios”. .. Gracias Gonzalo.
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