Él aplicaba estos criterios a la educación de los niños y adolescentes, pero pueden aplicarse a las relaciones interpersonales. Es más fácil enojarse y amenazar que aguantar y persuadir. Es más fácil castigar que corregir con firmeza y suavidad (suaviter in modo, fortiter in re). Y añade unas palabras que merecerían ser enmarcadas:
“Guardaos de que nadie pueda pensar que os dejáis llevar por los arranques de vuestro espíritu. Es difícil, al castigar, conservar la debida moderación, la cual es necesaria para que en nadie pueda surgir la duda de que obramos sólo para hacer prevalecer nuestra autoridad o para desahogar nuestro mal humor.
Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales debemos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servicio, a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar, y avergoncémonos de todo lo que pueda tener incluso apariencia de dominio; si algún dominio ejercemos sobre ellos, ha de ser para servirlos mejor”.
Las palabras de san Juan Bosco rezuman Evangelio de principio a fin. Quienes tenemos alguna responsabilidad educativa o de gobierno deberíamos tener muy claro que si algún dominio ejercemos sobre los demás “ha de ser para servirlos mejor”. San Juan Bosco escribía eso en un contexto histórico en el que, tanto en ámbito familiar como escolar, eran frecuentes los castigos corporales y se practicaba una educación basada en la imposición.
Quizá algún padre, madre o educador podría decir, no sin cierta razón, que hoy la balanza se ha inclinado tanto hacia el platillo de la comprensión y la suavidad que los niños y adolescentes se han vuelto demasiado blandos, incapaces de afrontar las frustraciones ordinarias de la vida. Se llega a hablar incluso del síndrome del niño-emperador.
Por eso, tal vez hoy, en un contexto muy permisivo y demasiado gratificante, san Juan Bosco hubiera puesto el acento en la necesidad de preparar a los niños y adolescentes para la dureza de la vida. En cualquier caso, el criterio de fondo no cambia porque es evangélico: todo lo que se haga (estimular, persuadir, corregir, etc.) ha de ser siempre para ayudar a las personas a crecer y madurar y no “sólo para hacer prevalecer nuestra autoridad o para desahogar nuestro mal humor”.
No conozco mucho de san Juan Bosco, pero de lo que comentas me quedo con: “Es más fácil enojarse y amenazar que aguantar y persuadir.”
ResponderEliminarSolo con ello, dice mucho de cómo él educaba… Y pone de relieve una actitud muy primitiva que llevamos dentro.
Gracias por compartir.