Llevo diez días sin asomarme a este Rincón. Algunos lectores me han escrito para preguntarme si me pasa algo. ¡Claro que me pasa! No encuentro tiempo para teclear la entrada diaria. Debo centrarme en otros asuntos y escribir de otras cosas. Mientras tanto, ha estallado la violencia en Oriente Medio, he hecho tres viajes fuera de Madrid y he ido afrontando mis nuevas responsabilidades en la editorial Publicaciones Claretianas y en la revista Vida Religiosa.
De la crisis entre Israel y Palestina prefiero no hablar porque me hierve la sangre. ¿Cómo es posible ser tan crueles? Los periódicos llevan más de una semana contándonos la tragedia con pelos y señales y buceando en sus causas próximas y remotas. He viajado en diez o doce ocasiones a la zona, he hablado con israelíes y palestinos, me he encontrado con la comunidad católica local y he leído algo sobre esta tierra en la que hay más historia que geografía. Lo único que saco en limpio es que no hay solución humana.
Jesús conocía muy bien a su gente. Por eso habló con tanta fuerza del perdón como arma revolucionaria. Pero esta actitud no entra en las cabezas y corazones colonizados por un odio ancestral. Todas las soluciones hechas con tiralíneas se quedarán siempre en papel mojado. Algunas potencias occidentales tienen una gran responsabilidad histórica en el origen y desarrollo del conflicto. No vale lanzar la piedra y esconder la mano. Muchos inocentes sufren de manera inhumana.
Mientras algunas zonas del mundo están que arden, en Roma prosigue el Sínodo sobre la sinodalidad. Estoy esperando un breve artículo de una amiga mía polaca que actúa como facilitadora. Quiero conocer su opinión desde dentro. Aunque conversar en pequeños círculos suele ser muy gratificante, hay gente que se pone nerviosa porque quiere “sacar conclusiones” cuanto antes. Los frutos de una asamblea de este tipo los miden por los cambios que se van a introducir en el Código de Derecho Canónico. Todo lo demás les suena a música celestial.
La cosa tiene otra dimensión y otro alcance. Por de pronto, se ha puesto en marcha otra manera de encauzar los procesos de discernimiento. No hay sínodo sin éxodo y sin método. Y, a la postre, sin simposio. No caminamos juntos (sínodo) si no salimos de donde estamos (éxodo) siguiendo una ruta (método) que acabe en un banquete compartido (simposio). No creo que todos estos acentos lleguen a la mayoría de los cristianos, pero por algo se empieza.
Pasó el calor inapropiado del “veroño” de octubre. Bajan las temperaturas, arrecian los vientos y se acercan las lluvias. Ya es hora de quitarnos la ropa estival y de darnos cuenta de que los días acortan. Es quizás una oportunidad para buscar dentro lo que no acabamos de encontrar fuera. Y de ir cuidando todo aquello que nos ayuda a mantenernos despiertos.
Me siguen llegando noticias de gente amiga visitada por la enfermedad y de personas que atraviesan crisis graves. Me siento impotente para expresar una cercanía eficaz, aunque procuro encontrar cauces. Lo que siempre hago es presentarle a Dios cada una de las situaciones, con la esperanza de que Él les dé salida y sentido. Si no nos ayudamos en los momentos críticos, ¿para qué sirve tomar juntos una cerveza o regalarnos una llamada telefónica de vez en cuando? La amistad auténtica se transforma en cuidado amoroso, aunque no siempre sepamos cuáles son los modos más adecuados.
Gracias por encontrar un hueco y tranquilizar a todos. Pensaba en los nuevos trabajos (en especial el avance del libro que anunciaste y por el que tuviste un cuasi retiro) como razón para el silencio. Es bonito notar el silencio y convivirlo con todos los que nos preguntábamos sin hablarnos pero en comunión.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué bien que hayas vuelto Gonzalo, comprendo que el trabajo que tienes te absorbe, pero te echo de menos cuando no escribes… Tus entradas son “alimento”…
ResponderEliminarHace días que me estoy haciendo la misma pregunta: ¿cómo es posible ser tan crueles? Y no encuentro respuesta… Es reconocer cuanta falta nos hace que sepamos sembrar paz… paz interior y paz exterior.
Gracias Gonzalo por estar ahí… Un abrazo.
Hola Gonzalo: yo no te había escrito pero había preguntado por ti :). Un abrazo. María
ResponderEliminar