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miércoles, 2 de agosto de 2023

Un Papa en silla de ruedas


Estoy viendo en directo la llegada del papa Francisco a Lisboa. Son las 11 de la mañana. El Airbus A320 de ITA ha aterrizado a la hora prevista. Los termómetros marcan 24 grados, una temperatura óptima para este mes de agosto. Entre las autoridades que esperan al Papa distingo al presidente de Portugal, católico confeso. Una niña y un niño vestidos de blanco están preparados con un ramo de flores en las manos. El séquito ha comenzado a descender por la escalerilla trasera. En el morro del avión ondean las banderas del Vaticano y de Portugal. El escudo papal figura junto a la puerta delantera. 

Una azafata de ITA hace señas diciendo que el Papa va a salir. Un obispo hace fotos con su teléfono móvil. Entre los cardenales que descienden distingo al italiano Parolin, al inglés Gallagher y al portugués José Tolentino de Mendonça. Baja la tripulación. Se detienen en las escaleras. A las 11,09 hace su aparición el Papa en silla de ruedas llevado por su inseparable asistente personal. Es una verdadera “aparición”. Lo han hecho descender en un montacargas por el otro lado del avión. El presidente Marcelo Rebelo de Sousa lo saluda afectuosamente. El Papa recorre contento la alfombra roja empujado por su fiel asistente. Se pierden en uno de los hangares del aeropuerto. La JMJ entra en su etapa central.


Durante mis largos años romanos tuve oportunidad de ver muchas veces a Juan Pablo II, a Benedicto XVI y a Francisco. Pude comprobar el magnetismo que ejerce la figura del sucesor de Pedro. A Juan Pablo II le gustaban las masas, Benedicto XVI las toleraba con cortesía y amabilidad, Francisco se crece con ellas. La JMJ no sería lo mismo sin la presencia del Papa. Es muy atractivo encontrarse con miles de jóvenes de todo el mundo, rezar y cantar juntos, reflexionar sobre el Evangelio, celebrar la fe, pero todo sería diferente si no acudiera el Papa como anfitrión. 

Los jóvenes (algunos de los cuales se identifican como “la juventud del Papa”) no ven solo a Karol Wojtyla, a Joseph Ratzinger o a Jorge Mario Bergoglio. Ven al sucesor de Pedro, a alguien que simboliza la multisecular tradición de la Iglesia, a alguien, en definitiva, que les recuerda a Cristo. Sin fe, es difícil entender este significado. En el mundo secular hay también líderes que congregan multitudes. Basta mirar a algunas estrellas de rock o incluso a algunos políticos y deportistas, pero no es lo mismo. No es un tema de cantidad (el número de personas que cada uno logra congregar), sino de calidad (las razones profundas que hay detrás).


Me llama mucho la atención que el protagonista de este encuentro mundial sea un anciano de 86 años en sillas de ruedas. El papa Francisco no es una estrella rutilante, no destila belleza, no seduce con una oratoria arrebatadora, aunque es un gran comunicador. Es un hombre mayor que tiene dificultades para caminar, pero que, sorprendentemente, conecta con las generaciones más jóvenes porque no habla de sí mismo, sino que remite a Jesucristo y su Evangelio. No es famoso porque cante bien, sea un astro del balón o presida un estado poderoso. Su atractivo se basa en su condición de testigo y mensajero. El Papa -como Pedro- sigue confesando que Jesús es el Hijo de Dios, que Él es el camino, la verdad y la vida, que podemos fiarnos de su persona y su mensaje.

Si este anuncio se hace desde la cátedra de una silla de ruedas, entonces cobra una credibilidad especial. La fragilidad se convierte en el terreno donde mejor florece la semilla de Evangelio: “Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (2 Cor 4,7). Los jóvenes que tanto admiran a Coldplay, Ed Sheeran, Jennifer López, Messi o Cristiano Ronaldo se sienten magnéticamente atraídos por alguien que no se ajusta a los cánones de belleza o de triunfo que hoy se estilan en la sociedad, sino que con sus zapatones negros, su sotana blanca y su silla de ruedas es portador de un mensaje que no se desgasta con el paso del tiempo. Merece la pena participar en la JMJ para hacerlo propio.

1 comentario:

  1. Ojalá la semilla que intenta sembrar la JMJ encuentre terreno bien abonado para que pueda dar sus frutos..
    Solo Dios conoce las motivaciones de tantos miles de jóvenes.
    A los que ya no tenemos edad para ello, nos resta orar para que se consigan fruto abundantes.

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