Me gusta mucho esta frase de la segunda carta de Pedro que leemos en la segunda lectura de hoy, fiesta de la Transfiguración del Señor. Desde hace muchos años, este día está marcado para mí por tres acontecimientos de relieve: el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima (1945), la muerte de san Pablo VI (1978) y la muerte de mi abuelo Lucas (1982). La palabra “transfiguración” tiene, pues, matices diversos.
Con excepción del relato de Emaús, creo que de ningún otro pasaje bíblico he escrito más veces en este blog. Por eso, hoy voy a ser muy breve. Me impresionan las palabras que he escogido como título de la entrada de hoy. Al igual que Pedro, todo creyente ha sido testigo de la grandeza de Jesús. En algún momento de nuestra vida hemos “sabido” que Él era el Hijo de Dios, que podíamos fiarnos de Él hasta el final. Esta experiencia nos ha sostenido en los momentos de duda. Nos ha permitido no escandalizarnos demasiado del dolor y el sufrimiento que acompañan la vida humana.
Estoy viviendo un fin de semana particular. Sustituyo al párroco de Vinuesa, que ha viajado a Lisboa para participar en la JMJ. En pocas horas he celebrado las misas habituales, he compartido una Eucaristía con la cofradía de san Antón en la ermita homónima, he dado la comunión a una lectora habitual de este blog que se encuentra en situación crítica y ahora me preparo para administrar el bautismo a un niño y luego celebrar la Eucaristía dominical.
Anoche seguí por internet la retransmisión de la vigilia del papa Francisco con miles de jóvenes. Cuento además con la información de primera mano de mi amigo Carlos, otro lector del blog, que cada cierto tiempo me envía fotos y comentarios de lo que está viviendo en Lisboa, casi como si fuese un reportero aficionado. A veces tengo la impresión de estar allí, en medio de los jóvenes, pero sin sufrir las inclemencias de una noche al raso o las dificultades para darse una buena ducha.
Hoy tendría que celebrarse en la Laguna Negra de Urbión la tradicional travesía, pero este año no se tendrá por la aparición de unas extrañas algas que lo impiden. Parece que la razón de su crecimiento es la subida anómala de la temperatura del agua. El papa Francisco es muy sensible al problema del calentamiento global. Se lo ha recordado a los jóvenes en varias ocasiones durante estos días de la JMJ. Sigue habiendo personas que lo niegan, lo minimizan o lo consideran un postulado ideológico. Los estudios más serios no hacen sino confirmarlo de varias maneras.
También nuestro planeta necesita una “transfiguración”, pasar de ser una fuente inagotable de recursos a ser la “casa común” que hay que cuidar y proteger para que sea un hábitat saludable de todos nosotros. La espiritualidad de la transfiguración tiene muchas caras. Lo que importa es contar lo que hemos visto y oído cuando bajemos al valle de la vida cotidiana. Jesús se lo prohibió a Pedro, Santiago y Juan “hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”. Nosotros vivimos ya en el tiempo del Resucitado. Podemos y debemos ser testigos de una grandeza que inunda el universo. ¡Feliz fiesta de la Transfiguración del Señor!
El de la “transfiguración” no es un tema fácil, por eso, hoy, he rescatado lo que escribías en el año 2019, con motivo de la transfiguración, porque más de una vez me ha ido resonando la importancia del “ser encontrados”.
ResponderEliminarEcribías: “La fe es, en el fondo, una experiencia de transfiguración…” “… creer no significa tanto encontrar algo o alguien sino “ser encontrados” por una Presencia que, siendo más íntima a nosotros que nosotros mismos, nos desborda por todas partes.”
Y de hoy: “… La espiritualidad de la transfiguración tiene muchas caras…” Gracias Gonzalo por relatarnos tu experiencia de “cura rural”… y por ayudarnos a no quedar estancados en algunas definiciones… Intuyo que si quedamos estancados no podemos ser sensibles a la “transfiguración”.