Los ensayos de la Salve

Desde los años 30 del siglo pasado se canta en mi pueblo una de las seis Salve Regina compuestas por el músico navarro Miguel Hilarión Eslava (1807-1878) con ocasión de la fiesta de Nuestra Señora del Pino. Este sacerdote músico fue coetáneo de san Antonio María Claret, fundador de mi congregación misionera. ¡Hasta es posible que se conocieran en Madrid! Durante un tiempo corto fue maestro de capilla en la catedral de El Burgo de Osma, antes de pasar a la de Sevilla donde se ordenó sacerdote. Desde 1844 hasta su muerte fue maestro de capilla de la Capilla Real de Madrid. 

Su Salve Regina se canta en la iglesia de Vinuesa el 14 y el 15 de agosto por la noche, después de la ofrenda de las velas a la Virgen. Durante varias décadas, el canto -que dura alrededor de diez minutos- era interpretado por un coro formado por familiares y amigos devotos de la Virgen del Pino y aficionados a la música. En las últimas cuatro décadas se ha abierto a todo el que lo desee y tenga una mínima capacidad para cantar. 

Cada año, desde principios del mes de agosto, comienzan los ensayos. Cuando estoy en Vinuesa, suelo encargarme de ellos. El coro es tan elástico que puede pasar de quince miembros a más de sesenta. El miembro menor tiene seis años y el mayor frisa los 80. Hay hombres y mujeres. Algunos (muy pocos) pueden leer una partitura; los demás se limitan a aprender de memoria el texto y la melodía. La composición, originalmente en sol menor, ha sido transportada a mi menor para que todos puedan sentirse cómodos. Es una salve, que en ocasiones tiene un aire zarzuelero, compuesta para tres voces masculinas: tenores, tiples y barítonos. Teniendo en cuenta el personal disponible, nosotros distribuimos las voces entre sopranos, contraltos y bajos, pero no renunciamos a recuperar la versión original.

Si un profesional de la música viera la composición heterogénea del coro, la falta de formación musical de la mayoría y los métodos de ensayo, se llevaría las manos a la cabeza. Contravenimos casi todo lo que se considera normativo en este arte y, sin embargo, el resultado es más que aceptable. ¿Por qué? Nunca he preguntado a los miembros de este singular y efímero coro las razones que los mueven a participar en él. Puede que en algún caso haya una pizca de exhibicionismo y el deseo de hacerse notar durante las fiestas, pero intuyo que en la gran mayoría de los casos la razón última es el amor a la Virgen del Pino, el aprecio de la música polifónica, el amor a la tradición y el deseo de contribuir a solemnizar la liturgia. 

Yo, que al principio de los años 80 fui bastante exigente y un pelín purista, me he vuelto muy flexible porque he comprendido que el objetivo no es dar un concierto para gente entendida, sino ayudar a rezar a los cientos de personas que se congregan en la iglesia. Son muchas las personas que se sienten emocionadas al escuchar esta Salve. He oído muchos testimonios al respecto. Una pequeña orquesta de cámara ayuda a mantener el tono y a armonizar con más belleza la composición.

Confieso que la experiencia de dedicar varios días alrededor de una hora a los ensayos se ha convertido en una agradable e instructiva rutina estival. Un ensayo de música es un laboratorio de actitudes humanas. Está la persona que se las da de entendida y quiere imponer su criterio a las demás, la que desafina con desparpajo, la que canta a voz en grito “benedictus fructus ventris tuis” [lo correcto es “benedictum fructum ventris tui”] sin importarle lo más mínimo las reglas del latín, la que, sabiendo música y conociendo la partitura de memoria, muestra una actitud humilde y como de aprendiz, la que está dispuesta a repetir una y mil veces el mismo paso, la que se enoja cuando siente que otras desafinan, la que muestra siempre una actitud jovial y colaboradora...

El milagro de la música consiste en crear armonía a partir de la diversidad. No es necesario que todos los miembros del coro tengan las mismas características y aptitudes. Basta que todos queramos poner lo mejor de nosotros mismos, nos ajustemos a la partitura original, aceptemos una mínima disciplina y, sobre todo, disfrutemos cantando a la Virgen y ayudando a las personas que participan en las celebraciones a orar mejor con ayuda de la música. Se nota cuando uno siente lo que canta y no se limita a ejecutar las notas, aunque sea con gran perfección técnica.

Desde este Rincón quiero expresar mi profunda gratitud a todas las personas (incluyendo a las niñas) que hacen el esfuerzo de participar en los ensayos cada día y que, poniendo lo mejor de sí mismas, contribuyen a que el canto de la Salve sea uno de los momentos más sentidos de las fiestas patronales. Este año será mejor que el pasado.