La bajada de las temperaturas hace que este último domingo de agosto, el XXI del Tiempo Ordinario, resulte más tolerable. Por encima de los 30 grados me cuesta pensar. Y por encima de los 35 escribo sin saber lo que digo. Así que agradezco los 12-15 grados de hoy. Es un hermoso anticipo del otoño, aunque me imagino que pronto se esfumará y volverá el calor.
La escena del evangelio de hoy es inimaginable en la tórrida Judea. El evangelista Mateo la sitúa en Cesarea de Filipo, a unos 40 kilómetros al norte del lago de Genesaret, al pie del monte Hermón. Jesús hace una doble encuesta a sus discípulos. Primero les pregunta quién dice la gente que es el hijo del hombre y luego qué opinan ellos.
Sobre esa falsilla, podemos actualizar la encuesta de Jesús. ¿Quién dice la gente de hoy que es Jesús de Nazaret? Los eruditos dicen que es un “judío marginal” (Meier), “un campesino judío” (Crossan), “una invención” (Bermejo Rubio), “un misterio” (Fernández-Carvajal), “el hombre de las cien caras” (Piñero), “un rabino ejemplar” (Sabán) y otras muchas cosas. La mayoría prefiere llamarlo Jesús de Nazaret. Casi siempre añaden como subtítulo de sus investigaciones expresiones parecidas a esta: “aproximación al Jesús histórico”. El término “aproximación” les sirve para curarse en salud y no ser tachados de dogmáticos. Por otra parte, ¿quién se atreve a decir una palabra definitiva sobre él? ¡Ni siquiera Joseph Ratzinger en su famosa trilogía!
Aunque es muy útil e interesante conocer lo que la ciencia histórica y teológica piensa sobre Jesús hoy, a la postre lo que cuenta, lo que condiciona nuestras vidas, es lo que pensamos cada uno de nosotros. La idea que tenemos sobre Jesús es el resultado de múltiples -y a veces contradictorias- influencias. En el sustrato más profundo está lo que aprendimos y vivimos de niños, la visión “ingenua” de Jesús que nos transmitieron en nuestros hogares, en la catequesis de primera comunión y tal vez en los colegios que frecuentamos.
En muchos casos, a esta visión ingenua se añadió posteriormente otra visión “crítica”. Creo que son pocos los afortunados que han podido estudiar a fondo la figura de Jesús con ayuda de sólidos estudios históricos, sociológicos, teológicos, etc. En la mayoría de los casos, esta visión “crítica” (quizá sería mejor llamarla desmitificadora) ha venido de la mano de novelas y películas (más o menos sensacionalistas), artículos de prensa, programas de televisión, etc.
Muchas personas se han quedado ancladas en esta etapa. Siguen creyendo que Jesús existió, pero sospechan que casi todo lo que se dice sobre él pertenece al terreno de las conjeturas, de la ficción o de las “deformaciones interesadas” por parte de sus seguidores. Pocas personas han madurado una visión personal de Jesús a partir de una experiencia de encuentro con él. Hace cinco años, dediqué una entrada de este blog a presentar con cierta extensión los cinco factores que intervienen en el encuentro con Jesús. No creo necesario volver sobre ellos, pero os invito a releerlos.
Lo que de verdad importa no es solo responder como Pedro -“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”-, sino experimentar que ese mesianismo no se realiza por la vía del triunfo humano, sino de la entrega en la cruz. Esta es la “sabiduría” que escandaliza a los intelectuales de todos los tiempos y que solo los pequeños, los marginados y los sufrientes logran captar. Tras la confesión de Pedro, Jesús “les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías” para evitar malinterpretaciones. Solo después de la Pascua, tras el escándalo de la muerte y la sorpresa de la resurrección, los discípulos se lanzaron a testificar la fe en Jesús como el Hijo de Dios, como el verdadero Mesías.
Creo que esto mismo es lo que sucede con nosotros. Sin pasar por el crisol de la prueba, no estamos seguros de si la fe es una tradición recibida o el fruto de una experiencia personal. El evangelio de este domingo nos invita a responder desde lo profundo de nuestro corazón. Mientras la Iglesia mantenga viva esta fe en los vaivenes de la historia, “el poder del infierno no la derrotará”. Es importante recordar esta promesa de Jesús en tiempos turbulentos como los que hoy vivimos, cuando muchos piensan que el tiempo de la Iglesia está a punto de terminar.
Voy a Misa los sábados y los domingos sirven para ampliar y recodar el sermón de ayer. Supongo q ya te irás a seguir recorriendo el mundo. Seguiremos en contacto a través de este regalo diario q nos haces. Hasta el verano q viene. Q Dios nos bendiga a todos.
ResponderEliminarGracias por invitarnos a releer la entrada de: “los cinco factores” que intervienen en el encuentro con Jesús” Me ha ido bien ir recordando mensajes que, de una manera u otra, nos has ido haciendo llegar. Sobre todo la acción del Espíritu y la de María en este tema. Y también el recordarnos que: “todo encuentro es siempre una experiencia de gracia, un acontecimiento inaudito, una semilla que Alguien siembra en nuestro campo y que crece sin que sepamos cómo.”
ResponderEliminarMe gusta el título de hoy, a la vez que me lleva a una reflexión profunda que, yo también acabo diciéndome: “creo que creo”…
Nos dices que “sin pasar por el crisol de la prueba, no estamos seguros de si la fe es una tradición recibida o el fruto de una experiencia personal”.
Gracias Gonzalo por tu reflexión de hoy que aporta luz al tema del encuentro con Jesús.