Cuando uno comienza a contar los días que restan para que termine algo quiere decir que empieza a encontrarse cansado. No es exactamente mi caso en Camerún. No estoy muy cansado, pero sí he empezado a contar los días que faltan para mi regreso a Madrid. Mientras tanto, alterno el trabajo con algunas gotas de humor. Hay una sección del conocido programa televisivo El Hormiguero que me resulta especialmente simpática. No suelo verla en televisión, sino en los videoclips que cuelgan en YouTube. Me refiero a la sección del polémico Juan del Val. Suele durar en torno a un par de minutos. La anima, con evidente desparpajo, el escritor madrileño Juan del Val. Juega a hacerse el polémico, pero lo único que pretende es distraer un poco al personal riéndose de muchas de nuestras costumbres y prácticas. Si uno se lo toma al pie de la letra, puede resultar provocativo y hasta odioso, pero si entra en su estilo iconoclasta, se lo pasa muy bien. Descubre hasta qué punto solemos ser ridículos y previsibles.
Para exorcizar un poco el cansancio que voy acumulando en estos días de intenso trabajo en condiciones tropicales, también yo me voy a permitir hoy practicar su juego. En clave de humor, hablaré de lo que no me gusta para terminar dejando buen sabor de boca con lo que me gusta. Espero que nadie se tome esta entrada demasiado en serio. No es más que un juego inspirado por el “políticamente incorrecto” Juan del Val.
No me gusta:
- Que en las conversaciones haya alguien que repita constantemente la muletilla: “¿Me entiendes?”, como si todos fuéramos tontos.
- La actitud descarada de algunas personas mayores que, abusando de su edad, siempre quieren sentarse en los asientos reservados de los autobuses y del metro y colarse en todas las filas posibles.
- La gente que destroza los monumentos y el mobiliario urbano con pintadas asquerosas y luego dicen que son rebeldes con causa, como James Dean.
- Que algunos de mis amigos empiecen una conversación de WhatsApp y la corten abruptamente sin despedirse, con lo cual no sé si tengo que seguir esperando o ya ha terminado.
- Que cuando voy a una boda siempre haya un grupito de invitados etílicamente subidos que, después del banquete, griten: “Que baile el cura, que baile el cura”.
- Que alguien sazone una conversación con palabras en otros idiomas (casi siempre en inglés), a menos que sea absolutamente necesario.
- La gente que, cuando le preguntas algo muy concreto, se va por las ramas y comienza a contarte la historia completa de su familia por entregas.
- Que los curas hagan homilías interminables en las que hablan un poco de todo, sin que el oyente saque nada en limpio y no haga más que mirar al reloj o distraerse con una mosca.
- Que cuando he comprado algo, el listillo de turno me diga que él (o ella) conoce un sitio buenísimo donde se puede encontrar el mismo artículo a mitad de precio.
- Que alguien me presente a su esposa y diga: “Aquí, mi parienta”.
A medida que iba escribiendo, se me iban ocurriendo mil cosas más, a cual más extravagante, pero me he prometido a mí mismo no pasar de las 10 anunciadas. Vamos ahora con las 10 cosas que me gustan.
Me gusta:
- Recibir el saludo de las personas conocidas o que alguien me diga “Buenos días” o “Buenas tardes” cuando me encuentra en la calle.
- Que cuando alguien me llama por teléfono me pregunte si estoy ocupado y no dé por supuesto que dispongo de todo el tiempo del mundo cuando tal vez estoy con otra persona en ese momento.
- Que alguien cocine con gusto y no esté todo el tiempo preguntándome qué me parece la comida o diciéndome eso de que “seguro que la cocinera de tu comunidad no te pone esto”.
- Levantarme a primera hora, abrir la ventana y ver el sol naciente, lo que no ocurre en mi cuarto actual porque da a un pequeño jardín interior.
- Escuchar atentamente a las personas, sin interrumpirlas con aclaraciones y comentarios, dejando que se explayen con libertad.
- Que alguien me ponga la mano encima del hombro cuando me nota un poco bajo de ánimo sin necesidad de decirme: “¡Ánimo, hombre, que todo va a ir bien!”.
- Hablar con los niños a su nivel, incluso jugar con ellos, pero sin tratarlos como si fueran idiotas porque ellos se dan cuenta enseguida y entonces el idiota soy yo.
- Que me pregunten por mis viajes y se interesen por conocer otras experiencias que se parecen poco a las habituales.
- Escuchar buena música, sin que un enteradillo me diga que “no se puede comparar esta versión de Gardiner con la de Von Karajan”.
- Sentarme durante algunos minutos sin hacer nada y que nadie me pregunte qué estoy haciendo porque supone que no es digno no hacer nada.
Basta por hoy. Os aseguro que os vais a reír mucho más si veis algunos vídeos del polémico Juan del Val. Os dejo con uno escogido al azar.
Hola Gonzalo: pues te diré que me he reído más que con Juan del Val aunque eres bastante menos polémico :). Espero que el taller esté siendo un éxito. Un abrazo.
ResponderEliminarMaría
Muy buenas las malas y las buenas que también llevan malas por contraposición.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Gonzalo por la comunicación. Lo curioso es que lo que a algunos les hace reír a otros les deja indiferentes según sea el carácter o el momento que se vive. Estoy de acuerdo que necesitamos reírnos de vez en cuando… nos ayuda a relajarnos y saber ver la vida de otro color.
ResponderEliminarNo haré una lista pero sí un par de cosas que son las que me salen espontáneamente, sin pensar mucho. A mí no me gustan nada los chismes y las mentiras y según el momento en que me encuentran o pueden alterarme o dejarme indiferente.
Me gusta sentirme comprendida y poder comprender a los demás.
Encantadores los dos. Juan y Gonzalo. O Gonzalo y Juan. Q tanto monta. X cierto, esta noche El Polémico en El Hormiguero. Feliz tarde.
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