Ayer por la tarde fui a recoger mi pasaporte en la embajada de Camerún y a pagar los tres euros que les dejé a deber cuando solicité el visado. Al regreso volví a pasar por delante del estadio Santiago Bernabéu. Como disponía de tiempo, decidí rodearlo para ver cómo avanzan las obras por todos los sectores. Había grúas gigantes que izaban las lamas metálicas que, a modo de piel, recubren el estadio remodelado. Por todas partes, se respiraba una actividad frenética, pero lo que más me llamó la atención esta vez fue el contraste entre el majestuoso templo del madridismo y el contiguo templo parroquial de los Sagrados Corazones, confiado a la congregación religiosa del mismo nombre, en la calle Padre Damián.
Leo en su página web que este templo, construido durante el Concilio Vaticano II, fue consagrado por Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid, en el año 1965. Su arquitecto fue Rodolfo García-Pablos (1913-2001). Él decía que “el arquitecto de un templo debe realizar la obra de acuerdo con el tiempo en que vive, expresando sus convicciones en un lenguaje arquitectónico limpio, sobrio, sencillo y eminentemente funcional”. En el año 2004 el Colegio de Arquitectos de Madrid declaró este templo obra arquitectónica singular del siglo XX.
He entrado muy pocas veces en este templo, pero siempre me ha atraído mucho el diseño de su planta y, sobre todo, el ambiente recogido y acogedor de su interior, a pesar de su magnitud. El perímetro del templo está rodeado de vitrales. Las vidrieras del presbiterio son obra de Sánchez Molezún y en ellas el artista juega con el simbolismo de los colores: blanco (gloria, triunfo y victoria), violeta y morado (dolor y sufrimiento), rojo (sangre derramada por amor). Es un templo que refleja muy bien el espíritu abierto y esperanzado del Concilio Vaticano II. Los domingos de invierno se celebran en él cinco misas. En verano se suprime una. En el caso de que en todas ellas se llenara el templo, estaríamos hablando de unas 5.000 personas.
En el contiguo coliseo madridista cabrán unas 84.000 personas. Para entrar en el primer templo, solo se exige una actitud de respeto y apertura. Todo el mundo es bienvenido. Para entrar en el segundo, se requiere comprar una entrada. Para el partido de mañana entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid, la más barata en el momento de escribir este artículo cuesta 189 euros, pero las hay también hasta de 415 euros; es decir, una barbaridad. Con todo, es probable que se agoten. Estamos, sin ninguna duda, ante la “religión” más universal. Mucha gente está dispuesta a pagar precios altos para disfrutar de 90 minutos de pasión cada semana o cada dos semanas.
¿Cuántos de los que acuden religiosamente al “templo” madridista se acercan también al contiguo templo católico? No lo sé, pero imagino que más de uno. Tendré que preguntárselo algún día a los Padres de los Sagrados Corazones, una congregación religiosa fundada en París en 1800 que cuenta en la actualidad con unos 600 miembros. Su personaje más conocido es, sin duda, el padre Damián de Molokai, muerto de lepra a los 49 años el 15 de abril de 1889 y canonizado por Benedicto XVI en 2009. No sé si puede rivalizar con ídolos madridistas como Di Stefano, Gento, Juanito, Butragueño, Hugo Sánchez, Raúl, Cristiano Ronaldo o Benzema, pero es muy probable que cuando la fama de todos estos desaparezca, el padre Damián siga siendo recordado como un modelo de entrega incondicional a los más pobres.
Ya sé que no se trata de fidelidades incompatibles. Uno puede ser un buen católico y además apasionado del fútbol. Lo que importa es saber jerarquizar los amores. Contemplando los dos templos, caigo en la cuenta de que, en una sociedad secularizada, la palabra “templo” ya no se aplica solo a los edificios destinados al culto religioso, sino también a los grandes espacios donde se desarrollan las “liturgias” modernas: competiciones deportivas, conciertos musicales, etc. Me ha hecho pensar. Eso es todo.
Mientras, celebramos el primer aniversario de la cruenta e inútil guerra de Ucrania. Mañana volveré sobre este asunto que ha sacudido el equilibrio mundial.
Gracias por ayudarnos a descubrir los grandes contrastes que tenemos en nuestro entorno. Cada vez más el significado de las palabras religiosas se va debilitando. Hay niños que les dices la palabra “templo” y no saben a qué te refieres, los más curiosos te piden el significado, en cambio les hablas de un estadio de futbol y para ello no necesitan explicaciones.
ResponderEliminarEn la televisión tenemos imágenes de guerra, de muerte, de frío que contrastan con otras de multitudes a los que no les importa pagar el precio que les pidan para cualquier espectáculo. Aunque también las hay de colaboración y ayuda para lo que sea necesario.