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miércoles, 14 de diciembre de 2022

Oración de un alma enamorada

Pradera otoñal frente al convento de los Carmelitas de Segovia
El pasado 10 de diciembre estuve en Segovia acompañando a un amigo italiano. Pasadas las cuatro de la tarde, fuimos a la iglesia de los Carmelitas en el precioso paraje de La Fuencisla. Un manto de hojas amarillentas cubría la frondosa pradera. Allí, en una capilla lateral del templo, se encuentra la tumba de san Juan de la Cruz, cuya memoria celebramos hoy. En realidad, murió en Úbeda (Jaén) el 14 de diciembre de 1591 a causa de una fuerte infección producida por estreptococos, pero dos años más tarde, tras muchos pleitos entre conventos, su cuerpo mutilado fue trasladado al convento de Segovia donde reposa en la actualidad. Frente a su sepulcro oré con una de las oraciones que los Carmelitas ponen a disposición de los peregrinos que visitan el lugar. Esta vez escogí el italiano para rezar al unísono con mi amigo Gabriele un fragmento de la Oración de un alma enamorada.

¡Señor Dios, amado mío!
Si todavía te acuerdas de mis pecados
para no hacer lo que te ando pidiendo,
haz en ellos, Dios mío, tu voluntad,
que es lo que yo más quiero,
y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos.
Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego,
dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y hágase.

Y si a las obras mías no esperas,
¿qué esperas, clementísimo Señor mío? ¿Por qué te tardas?
Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido,
toma mi cornadillo, pues le quieres,
y dame este bien, pues que tú también lo quieres.
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos
si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío?
¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas,
si no le levantas tú, Señor, con la mano que le hiciste?

No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo,
en que me diste todo lo que quiero.
Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.
¿Con qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón?
Míos son los cielos y mía es la tierra;
mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores;
los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías;
y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí.

Pues ¿qué pides y buscas, alma mía?
Tuyo es todo esto, y todo es para ti.
No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.
Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza,
y alcanzarás las peticiones de tu corazón.

Montaña e iglesia de La Fuencisla
Nosotros no solemos orar de esta manera. Ni el lenguaje ni la manera de entender la relación con Dios nos resultan familiares, quizás porque no estamos “enamorados” de Él. Solo un alma enamorada -como reza el título mismo de la oración- puede expresarse de este modo apasionado. ¿Qué es, en el fondo, lo que San Juan de la Cruz le pide a Dios? Algo muy sencillo: gracia y misericordia para poder conocerlo y alabarlo incluso en medio de los pecados y extravíos. Por eso, a pesar del lenguaje algo anacrónico, el contenido es actual. 

También nosotros quisiéramos descubrir a Dios en la madeja de nuestras contradicciones y fragilidades, escondido en el cúmulo de preguntas y dudas que almacenamos. Él no está presente solo en la belleza que nos envuelve, sino también en el barro del que estamos hechos, en nuestras mismas miserias, allí donde cas nunca imaginamos que pueda estar. 

Sepulcro de san Juan de la Cruz en Segovia
Me parece que hoy, en la segunda parte del Adviento, podríamos orar con las palabras de san Juan de la Cruz. Repitamos con él: “No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero”. No hay don mayor que Dios nos pueda dar que su Hijo Jesús. Con Él lo tenemos todo. Sin Él, aunque poseamos muchas cosas, carecemos de lo esencial. Eso explica la insatisfacción permanente de muchas personas que buscan llenar su vacío a base de cosas y no se acercan al Único que puede saciarlas. Un centinela del Absoluto como Juan de la Cruz (es decir, alguien que ha experimentado en carne propia la aventura interior del encuentro con Dios) puede convertirse en nuestro guía. Solo quien vive lo que enseña está en condiciones de acompañar a los demás. 

3 comentarios:

  1. Gracias Gonzalo por compartir tan bella reflexion. El Dios de la vida nos acompañe.

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  2. Gracias por compartir ese poema. Sentido y enamorado. Actual porque todo lo relativo al Señor se hace nuevo cada día.

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  3. Supongo que poder orar ante la tumba de san Juan de la Cruz y conociendo un poco de su vida, ayuda a entrar en oración guiados por su espiritualidad, como escribes: “… puede convertirse en nuestro guía…”
    La lectura de esta entrada lleva muchos mensajes profundos. Hoy me va bien leer y entresacar algunas frases, que has escrito, que me ayudan a profundizar y a dar un giro en la preparación de esta Navidad.
    “… con Él, lo tenemos todo. Sin Él aunque poseamos muchas cosas, carecemos de lo esencial.” “… la insatisfacción permanente nos lleva a llenar un vacío a base de cosas y no nos acercamos al Único que puede saciarlas”.
    “¿Qué aprovecha dar tú a Dios una cosa si él te pide otra?”
    “Él no está presente solo en la belleza que nos envuelve, sino también en el barro del que estamos hechos, en nuestras mismas miserias, allí donde casi nunca imaginamos que pueda estar. “
    Muchísimas gracias Gonzalo por compartir tu vivencia y ayudarnos a profundizar en ella.



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