Comprendo que los altísimos intereses económicos y el chantaje nuclear aconsejan prudencia, pero, ¿qué hacer cuando Putin juega con la prudencia occidental para llevar a cabo sus planes anexionistas? ¿Cuántos muertos más se necesitan para que Rusia se dé cuenta de que se está quedando aislada y de que pagará un altísimo precio por esta insensata operación?
En una
cultura tan pragmática como la nuestra en la que siempre andamos calculando la relación
costo/beneficio, el gesto de María de Betania resulta provocadoramente exagerado.
Pero ese perfume es símbolo del amor. El evangelista podría haber escrito que la
casa se llenó con la fragancia del amor. Judas no entendió esta lógica
dispendiosa. Él no se atrevería a comprar una libra de nardo por trescientos
denarios, pero fue capaz de vender a Jesús por treinta monedas de plata. ¿Dónde
está la verdad? ¿Quién conocía mejor a Jesús: María o Judas? ¿Quién lo amaba
más?
Judas
también utiliza un argumento que puede encandilar a cualquiera medianamente
sensible: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios
para dárselos a los pobres?”. La utilización de los pobres como moneda de
cambio sigue siendo hoy una práctica habitual. Jesús no se deja atrapar por el
sofisma. Defiende sin ambigüedades la actitud generosa y exagerada de María: “Déjala;
lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis
siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis”.
Llenar la casa con la fragancia del amor exige una capacidad
muy superior a la de quienes se limitan a calcular costos y beneficios. Ambas actitudes
son necesarias en la vida, pero la que de verdad nos saca del atolladero es la
de quienes, como María de Betania, no confunden lo importante con lo urgente.
Es horroroso el contraste que estamos viviendo, mientras están muriendo brutalmente tantas personas, tantas familias destruidas, a todos niveles, ¿podemos vivir tranquilamente en nuestras seguridades?
ResponderEliminarSi analizamos nuestra vida a la luz del Evangelio, podremos descubrir que, en nosotros, se mezclan los dos personajes: María y Judas… Y yo me pregunto: ¿cuál predomina en mí?
Estamos invitados a dejar “rastro” de perfume, traducido en amor… Lo necesitamos.
Gracias, Gonzalo.