Gracias a Dios, contamos con la ayuda de dos traductores polacos: un joven sacerdote de la diócesis de Wroclaw que traduce al español y un religioso vicentino que traduce al francés. El primero ha estudiado en Pamplona y el segundo en París. Ambos están realizando un trabajo excelente porque tienen un gran dominio del español y del francés respectivamente. Sin su ayuda, resultaría imposible la tarea de animación del Capítulo. Mi polaco no va más allá de algunos saludos mal pronunciados.
Mientras presentaba esta nueva etapa, caía en la cuenta de la importancia de las palabras que usamos y de la distinta resonancia que tienen en cada uno de nosotros. Para mí, por ejemplo, la palabra “sueño” (dream, sogno, rêve) evoca una realidad positiva, prometedora y energizante. Para otras personas, sin embargo, “sueño” significa quimera, pesadilla y huida de la realidad.
Además de las distintas resonancias en cada persona, hay que prestar atención
al significado que estas palabras tienen en cada lengua. Si yo digo en inglés –con
Martin Luther King– “I have a dream” (Tengo un sueño), estoy conectando con
una corriente bíblica que se remonta a los profetas. Isaías, Daniel y Joel, por
ejemplo, son libros cargados de sueños. Tal vez si digo eso mismo en polaco (“Mam
marzenie”), las personas que lo escuchan experimentan otro tipo de
sentimientos. De ahí que las traducciones no pueden ser siempre literales.
Necesitan captar, hasta donde sea posible, las resonancias que cada vocablo
produce en los hablantes.
¿Por qué
unas personas sueñan y otras no? Entre las diversas razones que influyen, hay
una determinante: el propio perfil psicológico. Hay caracteres que propenden a
los sueños y otros que son casi refractarios, sin que en esta inclinación o
disgusto intervenga mucho la voluntad. Una segunda razón tiene que ver con las
experiencias vividas. Cuando uno ha tenido sueños desde niño y estos sueños se
han ido concretando en proyectos de vida e incluso en éxitos, entonces soñar se
convierte en una actividad energética. Cuando, por el contrario, uno ha ido de
frustración en frustración, asocia la palabra “sueño” a algo irrealizable e
incluso dañino para el equilibrio personal. Hablando se entiende la gente.
He ido dando vueltas al tema y sí, necesitamos soñar, pero necesitamos mucha confianza para poder hacerlo. Atrevernos a soñar es atrevernos a lanzarnos a actuar… Podemos aprender de los niños a soñar.
ResponderEliminarEs una palaba que puede tener muchas connotaciones, como dices; puede tener distintos significados según sea la persona a la que se le pide que “sueñe”… llevamos muchas grabaciones en nuestro interior y su eco nos está influyendo.
A nivel espiritual, para lanzarnos a realizar nuestros sueños, necesitamos confiar en que Dios nos sostiene y que, pase lo que pase, siempre estará ahí. Vamos avanzando, fruto de grandes sueños que se han hecho realidad.
Gracias por animarnos a soñar… Unidos podemos hacer que sea una realidad el sueño de un mundo mejor. Buen trabajo en este Capítulo que supongo que no es fácil pero también os resultará, a todos, muy enriquecedor.