Las personas que van por la vida criticando todo, viendo el lado negativo de personas y cosas, exigiendo siempre sus derechos y olvidando sus deberes, ponen las bases para el resentimiento, la envidia y la tristeza. Su tentación permanente es la de compararse con los demás y querer derrotarlos con las mil artimañas de la psicología humana. No hace falta ser Putin para caer en estos excesos. Todos nosotros, en un momento dado, podemos comportarnos así. Cuando, por el contrario, descubrimos que no seríamos nada si no hubiéramos recibido todo (comenzando por el don de la vida), entonces surge en nosotros una actitud apreciativa y agradecida. Procuramos ver siempre lo mejor de las personas, apostamos por un futuro mejor, nos esforzamos por ir dando pasos y celebramos los pequeños o grandes logros que vemos en nosotros y en los demás.
La gratitud es la mejor medicina contra cualquier tentación. Una persona agradecida refuerza su sistema inmunológico contra los virus de la prepotencia, la envidia y la desesperación. Cuando de niños nuestros padres nos enseñan a dar gracias por todo lo que recibimos, nos están entrenando para derrotar los demonios que nos irán visitando a lo largo de la vida. Cuando falta este aprendizaje básico, todo se vuelve exigencia, rencor y violencia.
Releer el relato de las tentaciones de Jesús en este contexto nos ayuda a comprender que siempre vamos a estar expuestos a las fuerzas que pretenden desviarnos de nuestro camino. En el caso de Jesús, las tres tentaciones -que Lucas cuenta con los recursos literarios de la fantasía oriental- consisten en desviarlo de su misión, en hacerle ver que su mesianismo sería más espectacular y eficaz si siguiera los criterios del mundo, no los de su Padre. Jesús recurre a la Palabra de Dios para desactivar las insinuaciones del diablo. La Palabra nos señala siempre la dirección correcta y nos da fuerza para seguirla. Por eso, en el tiempo de Cuaresma la Iglesia nos invita a meditarla con más frecuencia. Sin esta brújula, corremos el riesgo de equivocarnos de camino. Un cristiano que se alimenta asiduamente de la Palabra de Dios puede superar las muchas tentaciones que nos asolan, incluso la tentación del odio y la venganza, tan recurrente en estos tiempos de guerra injusta.
Si tengo tiempo, esta tarde daré un paseo por el centro de Roma. Quiero comprobar que los seres humanos, cuando vivimos en paz, somos más felices y fraternos. Entraré en alguna iglesia, de las muchas que hay en el centro histórico, para pedirle a Dios que nos conceda el don de la paz y que nos dé clarividencia pasa saber cuáles son los caminos que conducen a ella y determinación para seguirlos sin desviarnos.
Gracias Gonzalo por orar y pedir por nosotros. Asi lo hare primero Dios en la Eucaristia.
ResponderEliminarEsta guerra que estamos viviendo, como todas las guerras, nos despierta una mezcla de sentimientos profundos, por una parte sentimientos destructivos y por otra, sentimientos positivos, sobretodo la solidaridad, que nos lleva a sentirnos hermanos, orando y compartiendo lo que tenemos, a diferentes niveles. Nos ayuda a desinstalarnos…
ResponderEliminarNos sentimos prepotentes y nos cuesta reconocer que todo lo hemos recibido y por consecuencia no nos sale, espontáneamente, el sentirnos agradecidos. Es importante a lo que tú, Gonzalo, nos invitas: “… descubrir que no seríamos nada si no hubiéramos recibido todo”. Y añades: “La gratitud es la mejor medicina contra cualquier tentación”. Observo que muchas veces nos olvidamos de tomarla… Nos creemos demasiado autosuficientes.
Escribes: “Jesús recurre a la Palabra de Dios para desactivar las insinuaciones del diablo…”
¡Cuántas veces la leemos como una historia y nos protegemos para que “no nos moje” como hacemos con la lluvia.
Disfruta de tu estancia en Roma y ora por la guerra y también por los que te acompañamos en este Rincón.