Quisiera revivir siquiera por un día la emoción que sentía de niño cuando llegaba la noche del 5 de enero. En mi tiempo infantil no era demasiado importante el contenido de lo que los Reyes Magos nos dejaban durante la noche, sino el hecho mismo de que vinieran, de que pensaran en nosotros; en definitiva, el hecho desnudo de su existencia. Veo que hoy los niños escriben cartas a Sus Majestades con una precisión asombrosa. Indican los regalos que quieren y sugieren detalles técnicos como marcas, diseños, etc. Se ve que la publicidad consigue su objetivo. ¿Por qué durante una etapa de la vida se nos concede soñar y hasta se incentivan los sueños? Creo que la razón más profunda es porque los adultos seguimos creyendo que “otro mundo es posible” y, al menos por una noche, nos empeñamos en hacerlo realidad. No habría regalos sin sueños y no habría sueños sin regalos.
Esta práctica maravillosa, que resiste el paso del tiempo y que no ha sucumbido al acoso comercial de Papá Noel, es más reveladora y educativa de lo que a simple vista parece. Activa en nosotros el dinamismo de la esperanza. Sin él, no podríamos vivir. Sucumbiríamos bajo el peso de la realidad brutal. El hecho de que una noche al año recibamos misteriosamente algo que escapa a nuestro control, aunque nos hayamos portado mal, significa que la gratuidad (en definitiva, la gracia) es más radical, más transformadora que el esfuerzo, por más que ambos vayan de la mano. Los regalos de Reyes no son un un premio al mérito adquirido, sino una expresión de magnanimidad.
Un himno
litúrgico que me gusta mucho lo expresa con singular belleza: “¡Qué
sudoroso y sencillo / te pones a mediodía, / Dios de esta dura porfía / de
estar sin pausa creando, / y verte necesitando / del hombre más cada día!”. Dios
sigue creando cada día. Es el “creativo” por excelencia, el dador de toda
gracia. Al mismo tiempo, sigue impulsando nuestra creatividad, sigue “necesitando
del hombre más cada día”. Si los Reyes Magos aciertan con sus regalos (cosa
que no siempre sucede porque también ellos sucumben a veces a la tentación
consumista), pueden poner las bases de niños que quieran ser científicos, artistas,
mecánicos, escritores, médicos, cocineros o incluso futbolistas. La gracia siempre produce extraordinarios frutos de libertad y creatividad.
A pesar de que ya es un poco tarde y, aunque este año la variante ómicron del coronavirus haya podido afectar seriamente a Sus Majestades de Oriente, no quisiera que pasase este año 2022 sin escribir una breve
Carta a los Reyes
Magos
Madrid, 5 de enero de
2022
Queridos Reyes Magos:
Me hago cargo de vuestra especial situación sanitaria este
año, así que seré breve en mis peticiones. Ante todo, deseo que os recuperéis
cuanto antes del malestar causado por el coronavirus que, por otra parte, parece
un virus muy a propósito para quienes exhiben unas hermosas testas “coronadas”.
Espero que ni el tráfico de Madrid ni la previsible lluvia os impidan acercaros
esta noche a mi domicilio.
Voy al grano. En el año 2021 no me he portado ni mejor ni peor que en años anteriores, aunque reconozco que no siempre he sido lo que tenía que ser. ¡Pelillos a la mar! A estas alturas de la vida, Vuestras Majestades ya no miran los certificados de conducta, sino la sencillez del corazón. El mío sigue siendo un poco orgulloso, pero la vida misma me va educando. Espero seguir sus impulsos más profundos.
No necesito nada en
especial. Por otra parte, uno de vuestros pajes se adelantó ayer a regalarme un
par de zapatillas deportivas que constituyen toda una declaración de
intenciones para el nuevo año. Lo que os pido es un poco de sosiego para esta sociedad nuestra, demasiado alterada, polarizada, dividida. ¿Será posible que en el 2022 nos
pongamos de acuerdo sobre algunos objetivos comunes sin estar siempre
pendientes del color de la camiseta (roja o azul, verde, naranja o morada) de quien los propone? Me temo
que este regalo no se encuentra ni en El Corte Inglés ni se puede pedir
por Amazon. Vosotros veréis cómo os las apañáis para darnos una pequeña
dosis a cada españolito aprovechando la campaña de vacunación contra el Covid. Quizá podríais
introducir subrepticiamente un poco de sosiego en cada jeringuilla.
Por lo demás, os agradezco que sigáis haciéndonos soñar cada
año, que despertéis en nosotros el niño que llevamos dentro y que nos ayudéis a
ser un poco mejores. Lo de “seguir la estrella” junto a vosotros es otro
cantar. Mañana me detendré en él porque necesitamos vuestra compañía para no
perdernos en el camino. Si no nos hemos fiado mucho de los pastores ignorantes y
periféricos, tal vez podamos fiarnos un poco más de vosotros, hombres de
ciencia y sabiduría, de multiculturalidad y búsqueda. ¡Ya sabéis que vivimos en una sociedad que adora el conocimiento!
A la espera de vuestros inmerecidos dones, os mando un
caluroso abrazo.
Gundisalvus.
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