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domingo, 28 de noviembre de 2021

¡Levantemos la cabeza!

Parece igual, pero no es la repetición de lo que ya vivimos el año pasado, o hace dos, tres o cuatro años. Es una etapa nueva. Es el Adviento de 2021. Hoy celebramos el I Domingo. Con la que está cayendo, ¿tenemos todavía ánimos para seguir esperando? Algunas personas parecen haber llegado al límite de sus fuerzas. Optan por el suicidio. Su número se ha incrementado con la pandemia. Otras muchas, sin llegar a quitarse la vida, se limitan a sobrevivir como pueden, pero sin esperar nada. Toda esperanza vana aumenta la frustración, igual que todo esfuerzo inútil produce melancolía. No está el ardiente horno actual para muchos bollos de optimismo. 

La reciente cumbre de Glasgow nos ha vuelto a atemorizar con las consecuencias del calentamiento global. Los científicos nos dicen que están aumentando las superbacterias resistentes a los antibióticos. No hemos derrotado al Covid-19 y ya nos anuncian futuras pandemias más graves. Se habla también de problemas en la cadena de suministros, de un temible apagón mundial, de posibles ciberataques a gran escala y de escasez de agua y otros recursos básicos. 

Sin ninguna dificultad podemos aplicar a nuestro tiempo las palabras de Jesús en el Evangelio de este domingo en las que habla de que los seres humanos están “desfalleciendo por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo” (Lc 21,27). Miedo y ansiedad son dos palabras de moda que roban la esperanza y paralizan la vida. Algunas parejas jóvenes no quieren traer hijos al mundo precisamente porque tienen miedo de un futuro incierto. 

¿Cómo seguir creyendo las palabras del profeta Jeremías (primera lectura de hoy) en las que Dios promete que “en aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra” (Jer 33,15)? ¿Queda todavía espacio para la esperanza o, como sucede a veces cuando uno teclea el PIN de su móvil, hemos agotado ya el número de intentos? La respuesta nos la ofrece Jesús (el auténtico vástago de David) en el Evangelio de hoy. En medio de todos los signos de caos (que nos hablan de una anti-creación), la humanidad se encamina hacia una nueva creación. Por eso, no debemos arrugarnos, sino despertarnos, ponernos de pie y levantar la cabeza. No existe desorden del que Dios no pueda crear un mundo nuevo. 

Este mundo nuevo nace cada vez que le permitimos a Dios realizar su Adviento (su “venida”) en nuestras vidas. Nuestra tentación consiste en huir del caos buscando algunas salidas falsas: “Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra”. ¿No es esto lo que está sucediendo en nuestra sociedad del entretenimiento? A menudo justificamos nuestros “botellones” particulares como un modo de mitigar el miedo que nos corroe. Huimos de la quema por la escalera de emergencia de nuestros vicios y adicciones.

Sin embargo, san Pablo, en su primera carta a los Tesalonicenses (el escrito más antiguo del Nuevo Testamento), nos ofrece una salida distinta: “Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos” (1 Tes 3,12). Lo que nos permite afrontar el miedo al futuro con la cabeza alta, lo que mantiene viva la esperanza, es el “amor mutuo”. Quien ama ya está viviendo anticipadamente la victoria final porque el amor derrota toda corrupción e injusticia. 

Es hermoso que la liturgia nos ofrezca un año más la posibilidad de resetear nuestra vida para no ser víctimas de la desesperanza que se respira en el ambiente. ¡Claro que el Señor llega! Cuando un ser humano se abre al amor, Dios se hace presente entre nosotros porque “ubi caritas et amor, Deus ibi est” (donde hay caridad y amor, allí está Dios). El amor disipa el temor.  ¡Feliz domingo!

1 comentario:

  1. En Adviento se nos invita a la esperanza y en la sociedad actual, cada día disminuye. Cuando empieza el día, es fácil preguntarnos ¿qué problema nuevo surgirá hoy? Si le damos la vuelta y nos preguntamos: ¿qué regalos me llegarán hoy y cuantos podré descubrir? Veremos la vida en positivo y nos llevará a ser más felices y agradecidos.
    Es urgente que seamos sembradores de esperanza y que la podamos transmitir porqué la llevamos dentro de nosotros y que luchemos para que nada nos paralice la vida.
    Es necesario que confiemos en la afirmación que nos aportas: “No existe desorden del que Dios no pueda crear un mundo nuevo”…
    Muchas gracias Gonzalo por recordarnos: “ubi caritas et amor, Deus ibi est” “El amor disipa el temor”. Y gracias por ayudarnos, con tus reflexiones, a resetear nuestras vidas.

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