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jueves, 7 de octubre de 2021

La victoria sobre el mal

Madrid ha amanecido hoy con 10 grados. Lo he comprobado cuando, hacia las 6,30 he salido a la calle. Antes de que se llenara el contenedor de papel y cartón que hay cerca de mi nueva casa en la calle del Buen Suceso, he aprovechado para tirar todas las cajas de cartón que envié hace días desde Roma. 

Llegué a la capital de España ayer en un vuelo matutino. Dediqué la mañana a saludar a mis nuevos compañeros de comunidad y a los laicos que trabajan con nosotros en el Instituto de Vida Religiosa, en Publicaciones Claretianas y en la revista Vida Religiosa. La tarde se me fue en desempaquetar maletas y cajas y poner un poco de orden en medio del caos. No tuve tiempo para disfrutar de un paseo otoñal. Espero hacerlo hoy.

Mi primer día completo en Madrid coincide con la memoria de Nuestra Señora del Rosario, instituida por el papa Pío V para conmemorar la victoria cristiana sobre los otomanos en la famosa batalla de Lepanto (1571), de la que este año se celebra el 450 aniversario. La Liga Santa, comandada por el español Juan de Austria, obtuvo una sonora victoria que se atribuyó al rezo del Rosario. 

Con nuestra mentalidad actual cuesta entender que la fe (¿o eran los intereses comerciales?) deba defenderse con arcabuces y espadas, pero ¿qué hubiera sido de la Europa cristiana si hubieran vencido las tropas musulmanas? No lo sabemos. Parece claro que el continente hubiera tomado otro rumbo. Algunos líderes fundamentalistas islámicos sostienen hoy que lo que no pudieron lograr en el pasado mediante la guerra lo conseguirán dentro de unos años mediante la demografía. A la larga, los vientres son más poderosos que las armas.

Vivimos en un tiempo en el que la paz se ha convertido en un valor de primer orden. Nuestra generación es contraria a la guerra. Con nuestra mentalidad actual cuesta imaginar a la pacífica María alentando la victoria de sus hijos cristianos sobre sus hermanos musulmanes. Creemos en formas más civilizadas de abordar los conflictos. Y, sin embargo, el combate forma parte de la vida humana. A menudo, casi sin darnos cuenta, disfrutamos de una tranquilidad que fue ganada a fuerza de lucha. En cualquier caso, más allá de la conmemoración histórica, lo que hoy cuenta es confiarle a María la batalla de nuestra vida, que es un rosario de misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. La recitación del Rosario es un modo de iluminar las encrucijadas de nuestra existencia desde los misterios de Jesús, siempre acompañados por la Madre.

Algunos de los lectores de Rincón me han expresado sus dificultades con el Rosario. Les sigue pareciendo una devoción de viejas. En varias ocasiones he escrito sobre él en este blog. No es necesario volver a repetir las mismas cosas, pero me atrevo a invitaros a encontrar hoy un tiempo tranquilo para rezarlo pidiendo el don de la paz. Es nuestra peculiar forma de conmemorar una batalla. Si aprendemos a vivir respetando las diferencias no será necesario que se produzca un nuevo Lepanto. Y no tendremos que invocar a María como Nuestra Señora de las Victorias. Su única victoria será contra el mal que se opone al amor de Dios.


2 comentarios:

  1. Hola Gonzalo, valoro tu discreción en lo que se refiere a tu nuevo destino que por fin, en un día dedicado a María, nos lo has desvelado. Para mí, aunque lejos, estás más cerca… Será más fácil el encuentro.
    Te deseo que te sientas con paz y serenidad de esta que solo el Señor nos puede dar y continúes transmitiéndola.
    Nos hablas de tu primer día en Madrid, información del Instituto de Vida religiosa, de María y del Rosario. Gracias por transmitirnos tu relación con María que nos das hoy y que lo haces muchísimas veces.
    Sobre el Rosario, creo que a lo largo de la vida vivimos varias etapas. En la infancia, era de rezo diario obligatorio, va pasando el tiempo se entra en rutina y acaba desapareciendo de nuestra vida. Llega un momento en que tu Gonzalo, a través del Blog, nos lo vuelves a hacer presente y recuerdo cuando compartiste, con mucha fuerza, en un encuentro de Zoom… Todo ello, me ha vuelto a acercar a él y la experiencia es que, a medida de acercarte, vas profundizando más en él y va desapareciendo la rutina.
    Gracias por acercarnos a María y al Rosario.

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  2. Yo me sé los gloriosos, los gozosos y los dolorosos. Alguna vez he llegado a rezar los tres (pocas veces) Pero sí. En alguna ocasión lo he hecho. Fdo.: Marisa Bartolomé Sánchez

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