Leo con mucho interés las declaraciones que ayer hizo Arnaldo Otegui, coordinador general de EH Bildu. Con motivo del décimo aniversario del fin de ETA ha declarado que “eso [se refiere a la violencia de ETA] nunca debió ocurrir”. Incluso ha mostrado empatía con el sufrimiento de las víctimas. No puedo juzgar ni las intenciones ni el alcance de sus palabras. Carezco de elementos suficientes. En los periódicos digitales leo una cascada de reacciones enfrentadas. Rescato la frase que da título a la entrada de hoy: “Eso nunca debió ocurrir”.
¿Por qué la mayoría de los seres humanos tardamos mucho tiempo en darnos cuenta de lo que algunos hombres y mujeres de alta sensibilidad ética perciben enseguida como por instinto? Lo que ahora dice Otegui ─imagino que con sinceridad─ es lo que llevan diciendo muchas personas sensatas desde el comienzo mismo de ETA, pero su voz no fue escuchada. En muchos casos fue ridiculizada y hasta perseguida. El temor de la mayoría y la ambigüedad y la indiferencia de muchos hicieron que la banda terrorista siguiera matando durante décadas. Ahora, ese mismo mensaje, puesto en boca de Otegui, se convierte en titular de todos los periódicos. Y parece que nos sentimos obligados a reconocer su relevancia ─y hasta su hondura ética─ si no queremos pasar por personas resentidas o incapaces de evolucionar con los tiempos. Ver para creer.
Lo sucedido con la violencia de ETA (defendida durante décadas como medio de liberación y repudiada hoy como camino inhumano) es un ejemplo de las muchas batallas éticas que no sabemos combatir a tiempo y que nos van degradando como especie humana. Hoy, por ejemplo, muchas personas defienden el aborto como un “derecho” de la mujer a decidir sobre su cuerpo. ¿Qué pensaremos dentro de unos años cuando se nos abran los ojos y veamos con claridad la incongruencia que supone asesinar a un feto y, al mismo tiempo, defender con entusiasmo a las mascotas? ¿O cómo juzgaremos el hecho de pagar millones de euros a un jugador de fútbol mientras decimos no disponer de fondos para atender a las personas que viven en la calle? ¿Qué pensaremos del clericalismo que hoy denuncian algunos cristianos intrépidos y que apenas conseguimos combatir, deudores como somos de una tradición multisecular? ¿Nos parecerá normal que millones de personas mueran de hambre cuando, por otro lado, despilfarramos comida? Los ejemplos pueden multiplicarse.
Un buen ejercicio espiritual consiste en imaginarnos dentro de diez o veinte años. Desde esa atalaya temporal podemos atrevernos a contemplar el presente y a interpretar su significado. ¿Qué realidades no tendrían que estar ocurriendo ahora porque nos llevan en una dirección equivocada? Este ejercicio nos permite luchar por aquello que es justo... antes de que sea demasiado tarde. Es verdad que los seres humanos evolucionamos y que no vemos las cosas del mismo modo en todas las épocas de la historia, pero también es verdad que en cada una de ellas hay “profetas” (hombres y mujeres visionarios) que nos ayudan a abrir los ojos, pero muy a menudo nos ponemos una venda para no ver. Preferimos seguir con nuestro estilo de vida, nos negamos a cuestionar convicciones y rutinas, damos por bueno todo lo que hacemos por la simple razón de que “siempre se ha hecho así”.
Las declaraciones de Otegui son un ejemplo de cómo nada que sea inhumano puede ser duradero, de que, al final, la verdad, la bondad y la belleza acaban abriéndose paso frente a la injusticia, la violencia y la corrupción. ¡Si pudiéramos darnos cuenta a tiempo y no treinta o cuarenta años después! De todos modos, más vale tarde que nunca. Cualquier paso en la dirección correcta, por pequeño que sea, debe ser bienvenido.
Leyendo la entrada de hoy, me imaginaba poder ver toda nuestra vida con unos prismáticos, desde el nacimiento hasta el momento actual. Son muchísimas las ocasiones en que puedo decir: “eso nunca debió ocurrir”. Se puede dar por inexperiencia, por estar cegados por sentimientos y/o emociones, por diversas causas que no nos dejan ser neutrales ante la realidad.
ResponderEliminarEn el ambiente se palpa un aumento del odio, de la venganza, del querer ser más y da paso a reacciones ante las que después, lamentablemente, se puede decir: “eso nunca debió ocurrir”.
Cuando hablas de aborto, me surge el recuerdo de dos reacciones vividas con mujeres que ha pasado por esta experiencia: la de la persona que es totalmente inconsciente de lo que quiere hacer y se da cuenta cuando todo está consumado y la de la persona que es totalmente consciente de que van a matar, que yo diría que lo verbaliza pero no es consciente en profundidad… Tanto un caso como el otro, luego pasan factura… confirmado por las mujeres que han participado en ello… Ya, en edad avanzada, todavía recuerdan que su hij@ sería de la misma edad de aquel o aquella que nació en los mismos tiempos y lo recuerdan, muchas mujeres, con nostalgia y con culpabilidad, a pesar de que, para que les ayude a sobrevivir, justifican el hecho que les llevó a ello.
Tanto en este tema, como en el de la pobreza y tantos que llevan a una pobreza material y espiritual, tengo la sensación de que vamos perdiendo “sensibilidad”… Por desgracia nos acostumbramos a ello
Gracias Gonzalo por ir despertando sensibilidades.