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domingo, 16 de mayo de 2021

Los signos de los que creen

La solemnidad de la Ascensión del Señor nos llega este año en el corazón del mes de mayo. En Roma ya circulan los turistas extranjeros, aunque no de forma masiva como antes de la pandemia. La primavera nos recuerda que, con coronavirus o sin él, el ciclo de la naturaleza no se detiene. Y lo mismo sucede con el año litúrgico. 

Cuando pensamos en la ascensión de Jesús, no es fácil quitar de nuestra cabeza la iconografía clásica.  Rafael Sanzio, por ejemplo, nos ayudó a imaginar, en una composición genial, a un Jesús que ascendía entre nubes como una especie de astronauta avant la lettre. Tardaremos tiempo en incorporar a nuestras representaciones lo que la exégesis moderna nos ha aclarado: que Lucas, en el comienzo de los Hechos de los Apóstoles (1,1-11), se ha servido de la escenografía grandiosa y solemne del rapto de Elías (cf. 2 Re 2,1-18) para expresar una realidad que no se puede verificar empíricamente ni se puede expresar con palabras adecuadas; es decir, la Pascua de Jesús, su Resurrección y su entrada en la gloria del Padre. 

Con símbolos del Antiguo Testamento, compone un atractivo cuadro que sirve para intuir en qué consiste el misterio. La nube indica en el Antiguo Testamento la presencia de Dios en un cierto lugar (cf. Ex 13,22). Lucas la emplea para afirmar que Jesús, el crucificado, la piedra desechada por los constructores, ha entrado en el seno de Dios y se ha convertido en Señor. Los dos hombres vestidos de blanco son los mismos que aparecen junto al sepulcro el día de Pascua (cf. Lc 24,4). El mensaje es claro: Jesús no es un derrotado, sino un triunfador.

Este año quisiera fijarme en un aspecto del evangelio de hoy. Jesús dice que “a los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos” (Mc 16,17-18). ¿Está sucediendo esto con nosotros que hemos creído en Jesús? ¿Nos acompañan estos signos? Merece la pena preguntarnos por el significado de esta promesa de Jesús. 

  • Los demonios simbolizan todas las fuerzas de muerte que se encuentran en el ser humano y que le llevan a tomar decisiones opuestas al Evangelio: el orgullo, el ansia de dinero, el odio, los impulsos egoístas. Si, con la fuerza de la Palabra y de la Eucaristía, conseguimos no ser esclavos de estas realidades, quiere decir que el Resucitado está vivo y presente en el mundo. 
  • Las lenguas nuevas se refieren a un fenómeno de glosolalia que era común en la iglesia primitiva, pero aluden a ese lenguaje “nuevo” que la humanidad necesita y que va más allá del insulto, la prepotencia y la violencia que caracterizan a menudo los lenguajes que hoy empleamos en la sociedad. Si hablamos el lenguaje del amor, el perdón y el servicio gratuito e incondicional, quiere decir que Cristo sigue vivo entre nosotros.
  • Las serpientes y los venenos se mencionan a menudo en la Biblia como símbolos de los enemigos del hombre y de la vida. Con la fuerza que recibimos de la fe en Jesús podemos estar confiados. No hay ningún enemigo que pueda derrotarnos: “Mirad, os he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo y nada os dañará” (Lc 10,19). 
  • Las curaciones, finalmente, eran frecuentes entre aquellos que se acercaban a Jesús. También los que creemos en él hemos recibido la capacidad de “curar” muchas de las enfermedades que hoy afligen a los seres humanos. No solo las psicosomáticas, sino, sobre todo, las espirituales, aquellas que nos impiden la comunión con Dios. Cuando esto se produce, estamos proclamando que Cristo sigue operante en nuestro mundo a través de su Espíritu.  

Si algo significa la fiesta de la Ascensión es un reconocimiento explícito de la “nueva presencia” de Jesús a través de aquellos que creemos en él y hemos sido enviados a proclamar el Evangelio a toda la creación. Hay signos que nos ayudan a reconocer y agradecer esta presencia invisible. 

Hoy celebramos la 55 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Con este motivo, el papa Francisco nos ha dirigido un mensaje: «Ven y lo verás» (Jn 1,46). Comunicar encontrando a las personas donde están y como son. Frente al peligro de hacer una comunicación y también una evangelización precocinada, de “cortar y pegar”, desde los despachos, es necesario convertirnos en reporteros de la realidad que van a los lugares, encuentran a la gente y luego cuentan lo que han visto y oído. La comunicación −y también la evangelización− se empobrece cuando nos limitamos a comunicar conceptos abstractos, resúmenes de prensa, fotocopias, pero no somos capaces de descubrir los “signos de vida” que se encuentran en las personas y situaciones. 

El Papa nos invita a “desgastar las suelas de los zapatos”, a experimentar de cerca, a oír, ver y tocar. Esta proximidad a la realidad concreta de las personas nos haría ver que Cristo sigue vivo, que no es un “desaparecido” que nos ha dejado huérfanos. No hay mejor camino hacia la fe que escrutar los signos que acompañan a los que creen en Jesús.

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