Atentado contra el papa Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981 en la plaza de san Pedro |
El año pasado, tal día como hoy, escribí una entrada sobre el significado de las apariciones de la Virgen en Fátima. Este año prefiero compartir un enfoque distinto. Dentro de un mes, viajaré a Fátima porque me han encargado la última conferencia del Simposio Teológico-Pastoral que se tendrá en el santuario sobre el tema “Fátima, hoy: Pensar la santidad”. Tendré ocasión, si Dios quiere, de escribir desde allí evocando la fuerza de ese lugar santo. Será la primera salida de Italia desde el pasado mes de octubre. La pandemia me ha obligado a abandonar mi condición de misionero nómada y me ha convertido en sedentario. Empiezo a cansarme.
Hoy quiero recordar que se cumplen 40 años del atentado sufrido por Juan Pablo II en la plaza de san Pedro de Roma. Eran las 17.19 horas de un día caluroso. Juan Pablo II estaba recorriendo la plaza en su coche descubierto para saludar a los peregrinos que habían acudido a la tradicional audiencia general de los miércoles. Acababa de besar a una niña que sus padres le habían presentado cuando se oyó un disparo y luego otro. De repente, el Papa fue alcanzado por cuatro balas, dos de las cuales se alojaron en su abdomen, otra le alcanzó en el brazo derecho y la última en la mano izquierda. Todo se precipitó. La gente empezó a gritar y luego a rezar mientras el coche se alejaba rápido.
El Papa tuvo que ser intervenido quirúrgicamente en el hospital Gemelli de Roma. Los médicos lograron salvarle la vida después de una operación de cinco horas. Juan Pablo II atribuyó su salvación a una intervención especial de la Virgen de Fátima. El mismo autor de los disparos, el turco Ali Agca, confesó más tarde que no se explicaba lo que había pasado, que “alguien” había desviado la trayectoria de la bala. Esa misma bala asesina está hoy junto a la imagen de la Virgen de Fátima, por expreso deseo de Juan Pablo II.
A lo largo de estos 40 años se han escrito ríos de tinta sobre este hecho que pudo haber cambiado muchas cosas en la historia reciente de la Iglesia, de Europa y del mundo. Sin embargo, todavía no se sabe a ciencia cierta (aunque hay sospechas muy fundadas) quién estaba detrás. El autor material ha ido ofreciendo varias y contradictorias versiones. Juan Pablo II lo perdonó desde el primer momento. Más tarde, en diciembre de 1983, fue a visitarlo a la cárcel romana de Rebibbia. Tras casi 25 años de prisión, en enero de 2006, Ali Agca fue indultado y extraditado a Turquía para cumplir condena por otros delitos. El 27 de diciembre de 2014 visitó la tumba de san Juan Pablo II en la basílica de san Pedro y depositó ante ella un ramo de rosas blancas.
Estatua de san Juan Pablo II en el santuario de Fátima |
Yo llegué a Roma para hacer mi especialización en Teología Dogmática solo cuatro meses después del atentado, en septiembre de 1981. Todavía no había cumplido los 24 años. En la urbe se seguía hablando del atentado y de la salud del Papa, aunque este ya había retomado su actividad normal. Pronto tuve ocasión de verlo de cerca. Después, en varias ocasiones, lo saludé personalmente y participé varias veces en la celebración de la Eucaristía en su capilla privada. Creo que en ninguna otra persona he percibido lo que solemos denominar “aura”, palabra que significa “viento suave y apacible”, pero también “halo que algunos dicen percibir alrededor de determinados cuerpos”. Ambas definiciones las tomo del diccionario de la RAE. Para mí, “aura” es un término que define la autenticidad, luminosidad y energía que desprende una persona. Cuando contemplaba a Juan Pablo II arrodillado en el reclinatorio de su capilla privada después de celebrar la misa, es como si el tiempo se detuviera, como si por unos minutos él no estuviera ya en la tierra sino arrobado en el cielo. Ya sé que todo esto es muy subjetivo, pero personas cercanas a mí han experimentado algo semejante.
A pesar de que el atentado catapultó la fama mundial del Papa polaco (ya iniciada desde su elección en 1978), también supuso el incremento de fuertes críticas dentro y fuera de la Iglesia. Para algunos cristianos críticos, Juan Pablo II representaba una línea muy conservadora que pretendía frenar el impulso renovador del Concilio Vaticano II. Para muchos analistas de fuera, constituía (junto con Ronald Reagan y Margaret Thatcher) una grave amenaza para el comunismo soviético y sus satélites y quizás también un apoyo indirecto al neoliberalismo, aunque el Papa fue muy crítico con él. Basta leer sus encíclicas sociales: Sollicitudo Rei Socialis (1987) y Centesimus Annus (1991). Creo que ambas críticas (las internas y las externas) contienen una parte de verdad, pero en muchos momentos fueron injustas, inmisericordes y, sobre todo, descontextualizadas. Necesitamos aún más tiempo para comprender el verdadero alcance histórico del segundo pontificado más largo de la historia (1978-2005), después del de Pío IX (1846-1878).
Juan Pablo II ante una imagen de la Virgen de Fátima |
Han pasado 40 años. El comunismo no tiene la fuerza de entonces, aunque siga habiendo algunos países oficialmente comunistas: China, Corea del Norte, Cuba, Laos y Vietnam. Ahora estamos saliendo, aunque a distintas velocidades, de una pandemia que ha puesto de rodillas a la humanidad. Hace 40 años el mensaje de Fátima se relacionaba mucho con la caída del comunismo (sobre todo, en Rusia) e incluso con el atentado a una figura “vestida de blanco”. Ahora Fátima representa una bocanada de esperanza en un momento en el que la languidez puede apoderarse de nosotros. Las palabras de María a los pastorcillos – “Al fin, mi Corazón Inmaculado triunfará” – adquieren otro significado más profundo. No se trata solo de que caigan los regímenes (del tipo que sean) que oprimen a los seres humanos, sino de que se abra paso la “revolución del corazón” con todos aquellos armónicos que están ligados al Corazón de María: interioridad, profundidad, fe, ternura, cordialidad, alegría, donación, etc.
Hace 40 años estábamos todavía en plena guerra fría. Hoy estamos enfrascados en otras guerras para combatir la desigualdad, la injusticia, el cambio climático, la corrupción… y la pandemia. Si algo repetía a menudo Juan Pablo II desde el comienzo de su pontificado era: “No tengáis miedo”. Él, que había soportado en carne propia la crudeza de la Segunda Guerra Mundial, que había vivido bajo un régimen comunista opresor y que había sufrido un atentado casi mortal, sabía que la historia está en las manos de Dios y que, por tanto, no hay ninguna razón para temer. Lo que para él era claro hace 40 años, tiene que seguir siendo claro para nosotros hoy.
Creo que, en diferentes momentos de nuestra vida, en medio de situaciones difíciles nos encajan las palabras de san Juan Pablo II
ResponderEliminar“Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo Él lo conoce!
Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro,
en lo profundo de su ánimo, de su corazón.”
Tu, Gonzalo, nos recuerdas que: “la historia está en las manos de Dios y que, por tanto, no hay ninguna razón para temer”.
Hoy, ésta frase tuya, me lleva mucho eco de lo que tú vas escribiendo y comunicando… soy consciente de que se va guardando en mi interior y va modelando… Va recargando las baterías, sobretodo la batería espiritual.
Uno de los primeros días del Blog, escribías Con las baterías físicas, psíquicas y espirituales recargadas, ¿cómo no afrontar la jornada con entusiasmo?
Gracias Gonzalo, por ir aportando “alimento” a nuestra vida.
Estaba en Roma esa tarde, retornando de.la Universidad Gregoriana cuando Roma se paralizó. Mataron al Papa! Un latinoamericano, dijo alguien...Más allá de sus perfiles propios personales (país comunista, etc. Etc.) un gran Papa, lider ético mundial, bendición de Dios!
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