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lunes, 5 de abril de 2021

Seguidores de un Vividor

En Italia seguimos en “zona roja”, pero solo físicamente porque para los cristianos no hay confinamiento que valga. Somos seguidores de un Resucitado que se ha escapado del sepulcro, de un insumiso a la muerte, de un “vividor” en el más pleno sentido de la palabra. Le va la vida. Aquí, como en otros muchos países y regiones de Europa, el Lunes de la Octava de Pascua también conocido como Lunedì dell’Angelo o Pasquetta es un día festivo. En condiciones normales, es el día reservado para organizar una scampagnata, una comida campestre. Este año tendremos que conformarnos con una barbacoa en el jardín. 

Durante las próximas semanas la liturgia del tiempo de Pascua nos irá ofreciendo vitaminas para ir sobrellevando mejor estos tiempos duros que nos ha tocado vivir. Confieso que durante el pasado Triduo Pascual tuve momentos de mucha preocupación porque fueron varias las personas amigas que compartieron conmigo algunas situaciones duras por las que estaban atravesando. Es como si el Viernes Santo se hubiera hecho más real que otros años: crisis familiares, hospitalizaciones inesperadas y muertes. En esos momentos no es fácil encontrar la palabra justa. A menudo, lo mejor es un silencio empático. Y presentar a Dios cada caso con la seguridad de que nuestra oración será escuchada.


En la primera lectura de la misa de hoy hay una frase que el apóstol Pedro pronuncia y que nos da una clave para entender lo que estamos celebrando estos días: “Vosotros lo crucificasteis y lo matasteis..., pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte” (Hch 2,23-24). Es duro aceptar que ese “vosotros lo matasteis” no va dirigido solo a las autoridades judías y romanas del tiempo de Jesús, sino a todos los hombres y mujeres. La historia humana es una inmensa e inacabada matanza de Jesús. Lo matamos cada vez que cometemos abortos y asesinatos de todo tipo, lo matamos en las innumerables guerras y deportaciones organizadas por nosotros. Lo matamos, en fin, cuando prescindimos de él a la hora de organizar nuestra vida personal y social. 

La muerte de Jesús es el resultado de todos los pecados humanos acumulados a lo largo de la historia. Puede parecer una interpretación truculenta, alejada de la historia concreta del Nazareno y, sin embargo, así es como los grandes santos han visto la muerte de Jesús. No se trata de descargar solo la responsabilidad en los poderes establecidos (judíos y romanos) como les gusta repetir a quienes reducen a Jesús a un líder revolucionario sino de asumir nuestra cuota de implicación. Ese “vosotros lo matasteis” no es un mazazo para mantener nuestra alma acogotada, sino un despertador de conciencias. No hay nada más liberador que aceptar nuestra responsabilidad como seres libres. Es el principio de la salvación.


La frase de Pedro tiene una segunda parte que abre un horizonte de esperanza: “Pero Dios lo resucitó”. Los seres humanos tenemos un increíble poder para transformar la vida en muerte, pero solo Dios puede transformar la muerte en vida. Dios resucita a Jesús y de esta manera manifiesta su fuerza liberadora por encima de nuestra capacidad destructiva. Por “asesinos” que seamos los seres humanos (y lo somos a veces en un grado insoportable), Dios es más fuerte a la hora de producir vida. Por eso, seguimos viviendo. Por eso, el planeta Tierra y la humanidad entera nos rehacemos tras crisis que podrían haber supuesto un aniquilamiento total. 

Creer en la Resurrección significa, en el fondo, creer que la fuerza de Dios (es decir, su amor) es más poderosa que todas las fuerzas del mal en pie de guerra. Esta es la raíz de nuestra inquebrantable esperanza. Por eso, pase lo que pase, nunca tiramos la toalla. No hay poder científico, político, económico o mediático que pueda borrar la huella de Dios. No hay enfermedad o sufrimiento que cancele la vida. No hay muerte que tenga la última palabra. Esto es lo que los cristianos celebramos de manera intensa, apasionada, durante la cincuentena pascual. Somos seguidores de un Vividor que no ha pasado por el sufrimiento como gato sobre ascuas, sino que lo ha traspasado. Lo nuestro es vivir y vivir en plenitud.


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