A las 5 de la
tarde de ayer, conmocionado todavía por la noticia de la
explosión que se produjo en una céntrica calle de Madrid, me puse ante
la pantalla de mi ordenador para seguir en directo la ceremonia de inauguración de
la presidencia de Joe Biden. Hoy todos los medios le dedican un amplio espacio.
Se analiza la ceremonia desde múltiples ángulos, desde la hollywoodiana puesta
en escena hasta el contenido de las diversas intervenciones. Todo tuvo la
solemnidad, concisión y patriotismo de las grandes ceremonias estadounidenses.
Yo me fijé en la terna formada por tres católicos intervinientes: el
anciano jesuita Leo O’Donovan, la extravagante Lay Gaga y, por supuesto, el
flamante presidente Joe Biden. Mientras personas tan distintas oraban, cantaban o pronunciaban
su discurso, yo pensaba en su común condición de cristianos católicos, vivida
de manera muy distinta. ¿Hasta qué punto su fe en Jesús y su pertenencia a la Iglesia son el verdadero motor de sus vidas? ¿Sería posible ver algo semejante en Europa?
Me pareció providencial que, en un momento tan tenso
como el que vive ahora Estados Unidos, los tres, desde ángulos y posiciones
diversas, contribuyeran a serenar los ánimos y trabajar por la reconciliación
nacional. Ya sé que los tres son muy criticados por otros católicos más tradicionales por
considerar que se trata de personas heterodoxas o un poco extravagantes. Quizás no les
falta algo de razón, pero ayer agradecí que los tres fueran capaces de “evangelizar”;
es decir, de comunicar buenas noticias a una sociedad que lleva años
sobrecargada de problemas y que, en los meses de la pandemia, ha acumulado más
muertos (406.147, en el momento de escribir esta entrada) que durante toda la Segunda Guerra Mundial.
El anciano
jesuita Leo J. O’Donovan, amigo de la familia Biden, leyó una Oración de invocación, costumbre arraigada en los Estados
Unidos y que en la mayor parte de los países europeos se consideraría un
atentado a la laicidad de los estados. Extraigo solo unas pocas palabras que constituyen una confesión de los errores del pasado y un propósito de la enmienda pensando en el inmediato futuro:“Hoy confesamos nuestros pasados
fracasos para vivir de acuerdo con nuestra visión de igualdad, inclusión y
libertad para todos. Sin embargo, nos comprometemos decididamente aún más ahora
a renovar la visión, a cuidarnos los unos a los otros de palabra y obra,
especialmente a los menos afortunados de entre nosotros, y así convertirnos en
una luz a la que el mundo pueda mirar”. En varias ocasiones, el padre O’Donovan,
que ha sido presidente de la prestigiosa universidad de Georgetown, hizo referencia
a las personas necesitadas y vulnerables. No podía faltar esta alusión en un país que se precia de ser el paraíso de las oportunidades, pero que deja en el margen a muchas personas, comenzando por millones de inmigrantes pobres e indocumentados.
Cuando le llegó
el turno a la extravagante Lady
Gagatodo adquirió un aire teatral. Se acercó al atril ataviada con una
pomposa falda roja en forma de campana que le cubría hasta los pies y una ceñida chaqueta azul, jugando con los colores de la bandera del
país. Las manos estaban enfundadas en sendos guantes de cuero negro para protegrese del frío ambiental. Sobre el pecho lucía una espectacular paloma dorada con el ramo de olivo
en el pico, en clara alusión a la lucha por la paz. Acompañada por la banda de los Marines
americanos, enarboló un llamativo micrófono dorado y atacó con excelente
afinación, gran potencia de voz y fuerte sentimiento la primera estrofa del himno nacional
que tantas veces hemos oído en ceremonias públicas y en películas. Creo que su energía hizo vibrar a quienes en directo o por televisión estábamos escuchándola. No me
resisto a transcribir la letra:
ENGLISH
ESPAÑOL
Oh, say can you see by the dawn’s
early light
What so proudly we hailed at the
twilight’s last gleaming?
Whose broad stripes and bright
stars thru the perilous fight,
O’er the ramparts we watched were
so gallantly streaming?
And the rocket’s red glare, the
bombs bursting in air,
Gave proof through the night that
our flag was still there.
Oh, say does that star-spangled
banner yet wave
O’er the land of the free and the
home of the brave?
Oh decid, ¿podéis ver, a la temprana luz
de la aurora,
Lo que tan orgullosamente saludamos en
el último destello del crepúsculo,
Cuyas amplias franjas y brillantes
estrellas, a través de tenebrosa lucha,
Sobre las murallas observábamos ondear
tan gallardamente?
Y el rojo fulgor de cohetes, las bombas
estallando en el aire,
Dieron prueba en la noche de que nuestra
bandera aún estaba ahí.
Oh di, ¿sigue ondeando la bandera
tachonada de estrellas
sobre la tierra de los libres y el hogar
de los valientes?
Aupada por una
música vibrante, repitió el último verso con enorme determinación: “¿Sigue
ondeando la bandera tachonada de estrellas sobre la tierra de los libres y el
hogar de los valientes?”. La pregunta adquiere todo su dramatismo tras los
actos vandálicos del pasado 6 de enero. Es como si la propia Lady Gaga les
preguntase a sus compatriotas si, a pesar de lo vivido, siguen dispuestos a
luchar por la libertad y el valor, a seguir construyendo el famoso “sueño
americano”.
En cierto
sentido, la respuesta a esa pregunta retórica la proporcionó el propio Joe
Biden en un discurso
de 25 minutos que algunos calificaron de “homilía” por su tono conciliador
y sus repetidas llamadas a la unidad:“Toda mi alma está en unir a Estados
Unidos, a nuestro pueblo, a nuestra nación. Y pido a todos y cada uno de los
estadounidenses que se sumen a mí en esta causa. Que nos unamos para luchar
contra los enemigos que nos esperan: la ira, el resentimiento, el odio, el
extremismo, el desorden, la violencia, la enfermedad, el desempleo y la
desesperanza”. Ahora que estamos en la semana de oración por la unidad de
las iglesias, no pude menos de evocar las palabras de Jesús:“Padre, que
todos sean uno” (Jn 17,21).
Como esta llamada podía sonar algo ingenua teniendo en
cuenta el grave clima de polarización que se vive en los Estados Unidos, Biden
se aprestó a decir: “Sé que hablar de unidad puede sonar un poco ridículo
hoy en día. Sé que las fuerzas que nos dividen son profundas y reales. Pero
también sé que no son nuevas. Nuestra historia ha sido una lucha constante
entre el ideal estadounidense de que todos hemos sido creados iguales, y la fea
y dura realidad de que el racismo, el nativismo, el miedo y la demonización
llevan mucho tiempo separándonos. La batalla es perenne y la victoria nunca
está asegurada”.
Todo su discurso estaba cargado de reminiscencias
evangélicas, pero me fijo en un detalle que puede pasar desapercibido a los periodistas
o analistas políticos. En un pasaje de su intervención, dejó entrever su
trasfondo católico: “Hace muchos siglos, San Agustín, un santo de mi
iglesia, escribió que un pueblo es una multitud definida por los objetos
comunes de su amor. ¿Cuáles son los objetos comunes que amamos y que nos
definen como estadounidenses? Creo que lo sé: oportunidad, seguridad, libertad,
dignidad, respeto, honor y, sí, la verdad”. Es obvio que la alusión a la
verdad era una crítica al estilo de gobierno de Donald Trump, aunque nunca
mencionó su nombre. Al recordar a los miles de muertos por la pandemia y a sus familiares y cuidadores, Biden pidió a todos orar por ellos en silencio.
¿Qué sucederá en
los próximos cuatro años? No lo sabemos. Las intenciones mostradas por esta “terna
católica” en el estrado del Capitolio fueron excelentes. El tiempo dirá si se
quedan en mera retórica o contribuyen a mejorar las cosas. Pero confieso que
sentí un sano orgullo cuando vi cómo desde la teología, la música o la política
se pueden concretar los ideales de Jesús. Ya sé que ni O'Donovan, ni Lady Gaga, ni Joe Biden son personas perfectas o católicos modélicos. Tienen sus contradicciones, algunas muy graves.Pero ayer fueron capaces de transmitir un mensaje de reconciliación, unidad y esperanza.¿No es este el corazón del Evangelio?
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