Cuando el grupo Hakuna lanza su
canción, creo que no está pensando en la causa ecuménica, sino, más bien, en el respeto y
la unidad que debe caracterizar a los numerosos grupos que componen la Iglesia
católica, entre los que hay – como apunta la canción – diócesis
y parroquias, órdenes y congregaciones religiosas, sociedades de vida apostólica, institutos seculares, consagrados de diverso tipo, movimientos apostólicos,
cristianos por libre, etc. Por desgracia, a veces impera el desconocimiento
mutuo y un cierto “capillismo” que lleva a sobrevalorar lo propio y
minusvalorar lo de los demás. En ocasiones, se puede llegar a la crítica ácida
e incluso a la marginación. Hay algunos grupos que, por sus ínfulas de superioridad
o por su cacareada y a menudo superficial ortodoxia, suscitan un especial
rechazo. Cuando un grupo nace casi siempre cree que va a salvar al mundo y que
los anteriores a él han perdido ya vigencia. A veces, tienen que suceder
algunos escándalos (de poder, sexuales o económicos) o darse grandes fracasos para que el
grupo baje un poco la cresta y adopte una actitud humilde y colaboradora. La mayoría
de las veces, el paso del tiempo nos va purificando a todos y nos va curando de
la autosuficiencia con la que nacemos. Las instituciones, como las personas, tienen sus etapas y sus crisis. Conocerlas y respetarlas nos impide emitir juicios apresurados.
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martes, 17 de noviembre de 2020
Todos forofos de todos
Me mandan un vídeo musical de Hakuna
titulado “Forofos”. El estribillo evoca unas palabras de Jesús: “Que
seamos todos uno, como el Padre y tú sois uno”. Se completa con otras palabras
de tono juvenil: “Todos forofos de todos, que nos queramos siempre más”.
Luego va desgranando una letanía de grupos cristianos, movimientos, órdenes y congregaciones
religiosas. He contado hasta 29, entre los que no figuran, por cierto, los
claretianos (¡Me hago cargo de que la canción no tiene por qué ser el Anuario
Pontificio!). Los agrupan en cinco secciones: los que viven para mirarte y
nada más, los que son primavera pentecostal llenos de vida, los que son consuelo
tuyo en el dolor besando heridas, los que te estudian y predican inconformistas
sin límites, los que sostienen tu familia día a día. En este último grupo se
incluyen a su vez cinco colectivos (sacerdotes diocesanos, parroquias, seminaristas,
misioneros, obispos) y una persona singular: el Papa. No sé si yo hubiera seleccionado
los mismos nombres que los jóvenes de Hakuna, pero esto es secundario. Cada uno
es deudor de su experiencia. Lo que importa es que ellos, desde su entusiasmo
juvenil, sueñan con una Iglesia en la que “todos seamos forofos de todos y
nos queramos siempre más”. No voy a ser yo quien reste fuerza a esta
petición, pero reconozco que la realidad que vivimos dista bastante de este
ferviente deseo.
Cuando pensamos en la Iglesia, enseguida nos vienen a la mente las tres
grandes ramas: la católica (con
unos 1.300 millones de fieles), la ortodoxa
(con unos 250 millones de fieles), la protestante
(con unos 800 millones de adeptos). En rigor, a las dos últimas ramas habría
que aplicarles el plural, no el singular. Hay alrededor de 15 iglesias
ortodoxas autocéfalas e innumerables iglesias protestantes. La heterogeneidad
es quizás el rasgo dominante del mundo protestante-evangélico (sobre todo, en
países como Estados Unidos). La pasión por la unidad es la fuerza motriz del ecumenismo. Se han dado
pasos muy significativos en las últimas décadas entre las grandes ramas
históricas, pero se hace muy difícil avanzar hacia la unidad con el supermercado
de sectas que reclaman para sí el nombre de cristianas, pero que a menudo no
son más que productos de “usar y tirar”.
Quizá la actitud más sana es la que propone el grupo Hakuna en su canción.
Si un carisma ha sido suscitado por el Espíritu Santo y reconocido por la
Iglesia, todos tendríamos que agradecerlo y aceptarlo, aunque no coincida con
nuestra manera de entender las cosas y a veces esté en las antípodas de nuestro
estilo personal o corporativo. ¿Por qué el Espíritu ha suscitado este carisma? ¿Cómo
cuestiona, complementa o ensancha el mío? ¿Qué quiere decirnos Dios con este
nuevo modo de vivir la fe y de evangelizar? Convertirnos en “forofos” los unos
de los otros – y no solo en respetuosos compañeros de camino − es un
ideal que no siempre parece alcanzable. Por eso, se lo pedimos a Dios como un
don. Mientras caminamos juntos como comunidad de Jesús, no está mal que
profundicemos en la teología de los carismas, conozcamos más la historia de la
Iglesia (para aprender del pasado), perfilemos mejor los rasgos teológicos y jurídicos
de cada institución, promovamos espacios de encuentro y diálogo, celebremos
juntos las fiestas principales y, sobre todo, abordemos en común tareas de
evangelización aportando lo específico de nuestro carisma. Quien se preocupa
solo de la propia supervivencia, acaba depauperándose. Solo en la relación hay
vida. Los monocultivos desertizan el terreno.
2 comentarios:
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Hoy escribes: … sueñan con una Iglesia en la que “todos seamos forofos de todos y nos queramos siempre más”. Y dices: "No voy a ser yo quien reste fuerza a esta petición, pero reconozco que la realidad que vivimos dista bastante de este ferviente deseo". Pues sí, dista y con la pandemia todavía más… Va aumentando la tendencia a ver al otro como un “enemigo”… Llevados por el miedo, el temor a ser contagiados… se está lanzando un mensaje subliminal: “El otro es un peligro para ti” y esto abarca todos los aspectos de la vida.
ResponderEliminarGracias Gonzalo por las preguntas que formulas que ayudan a revisar la vida de cada uno en particular y en grupal: ¿Por qué el Espíritu ha suscitado este carisma? ¿Cómo cuestiona, complementa o ensancha el mío? ¿Qué quiere decirnos Dios con este nuevo modo de vivir la fe y de evangelizar?
Gracias por este post. Nos ha parecido muy interesante.
ResponderEliminarLo vamos a reproducir en nuestro muro de Facebook
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Un fraternal saludo
EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO