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lunes, 26 de octubre de 2020

Primero los otros

Me levanto con la noticia de que los chilenos han aprobado la nueva constitución del país. La participación se ha visto muy afectada por la pandemia, pero la respuesta ha sido neta. Varios países europeos ponen en marcha drásticas medidas para “salvar la Navidad”. Esta expresión me recuerda a “salvar al soldado Ryan” o “salvar a las ballenas”. En realidad, “salvar la Navidad” no alude a preservar su espíritu cristiano, sino a garantizar la movilidad de las personas y, sobre todo, el comercio intensivo. Está claro que nos aguardan tiempos difíciles. 

Yo regreso a Roma dentro de unas horas, después de haber pasado un fin de semana largo por tierras catalanas y francesas. Ante el sepulcro de san Antonio María Claret, le he pedido a Dios, por intercesión del santo fundador de mi Congregación, que nos ayude a vivir este tiempo con serenidad, que no nos dejemos llevar por la tristeza y que aprovechemos la oportunidad para aprender las lecciones que no hemos sabido o no hemos querido aprender en tiempos de bonanza. Aquí en Vic ha amanecido un día fresco. Veo a la gente abrigada desde la ventana de mi cuarto que da a la rambla de Sant Domènec. A las 7.45 he presidido la Eucaristía en la cripta donde se conserva el sepulcro de Claret. Éramos solo tres personas: el Superior General, el responsable técnico de las comunicaciones y yo. Juntos hemos dado gracias a Dios por la experiencia vivida y por haber podido compartirla con muchas personas a través de Internet.

Vista la experiencia de los últimos meses, creo que tendremos que ir perfeccionando nuestros modos de comunicación. Los encuentros presenciales se van a reducir al mínimo. Cobrarán protagonismo los digitales. Todos son reales, porque todos implican una conexión entre personas reales, pero cada uno tiene sus características y sus códigos. Si pretendemos hacer los encuentros digitales a la manera de los presenciales, nos sentiremos frustrados. A cada modalidad, le convienen actitudes y destrezas específicas. Algo sabemos, pero tenemos que seguir aprendiendo. Por otra parte, si no dosificamos los encuentros por Internet, acabaremos víctimas de un hartazgo digital. Hay tiempo de conectarse y tiempo de desconectarse, tiempo de compartir y tiempo de crear en silencio, tiempo de recibir y tiempo de preparar. La sabia combinación de los diversos ritmos nos ayudará a mantenernos a flote. Más vale pecar por defecto que por exceso.

El mes de octubre se me ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. El cambio de hora del pasado domingo ha añadido una gota más de melancolía. Las tardes son cortas. Pronto se nos echan las sombras de la noche. No sé si es una metáfora más para comprender mejor el tiempo que nos ha tocado vivir. En medio de estas continuas oscilaciones informativas, regulatorias y anímicas, extraigo una conclusión: no puedo dejarme llevar por el “sálvese quien pueda” o por el “primero yo”. Lo que nos va a ayudar a superar la crisis y salir adelante es la preocupación por los demás, la ética del cuidado mutuo. 

Cuando la pregunta es qué puedo hacer para sobrevivir hoy, la respuesta es siempre una sensación de impotencia y de fracaso. Cuando, por el contrario, empezamos la jornada preguntándonos qué podemos hacer por poner un poco de esperanza y alegría en la vida de quienes nos rodean, entonces hasta los más mínimos detalles (un saludo, una sonrisa, una llamada, un pequeño favor) cobran la categoría de vitaminas existenciales. Esta “ética para tiempos de pandemia” debe ser enraizada, en la medida de lo posible, en una espiritualidad de la esperanza. Cristo ya ha vencido la muerte y todas sus secuelas. La palabra que gobierna el mundo es una palabra de vida, de resurrección. Nosotros somos testigos de esta palabra, no cómplices de un diminuto virus que pone contra las cuerdas a todo un planeta.

1 comentario:

  1. Hola Gonzalo, gracias... Nos ayudas a ir entrando en esta espiritualidad de la esperanza, muy necesaria para ir superando el día a día.
    Sí, hay esta idea de "salvar la Navidad", esta incógnita está en el aire y provoca nerviosismo y depresión, tanto en los consumidores como en los que trabajan en los sectores del consumo de estos días, regalos, comidas... Según el enfoque que se dé va a provocar un problema grave económico... Pocas personas se van a preocupar por si no se pueden realizar las celebraciones a causa del "estado de queda"... Me imagino poder ver, a través de las ventanas de las casas, en la noche de Navidad, cuánto dolor podríamos descubrir.
    Es urgente que los que "acompañamos" sepamos ir al Señor para que nos llene de "esperanza". Nadie puede compartir aquello que no tiene.
    Buen viaje de vuelta y gracias por todo... Un abrazo.

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