El sábado terminamos los Ejercicios Espirituales por Internet en los que han participado más de 400 personas de diversos países europeos (sobre todo, España) y latinoamericanos (sobre todo, Colombia y México). Celebramos una videoconferencia Zoom con el máximo permitido: 100 personas. Varios se quedaron en la “sala
de espera” sin poder entrar. Hicimos una breve oración, repasamos la trayectoria
seguida y escuchamos los testimonios de algunos. Todos habían sacado partido de
una iniciativa que tuvimos que improvisar debido a las restricciones impuestas
por la pandemia. Para mí lo más
significativo fue comprobar que es posible seguir un itinerario espiritual
compartido por laicos y consagrados, jóvenes y mayores, europeos y
latinoamericanos. Nuestra propia casa se puede convertir en “casa de retiros” cuando
somos capaces de encontrar espacios y tiempos para el silencio y la oración. No
siempre es posible ni siquiera necesario trasladarse a un monasterio o a una
casa de espiritualidad. La pandemia nos
ha obligado a profundizar en la espiritualidad doméstica, en el encuentro con
Dios en los avatares de la vida cotidiana.
Como es probable que algunos lectores del Rincón estén interesados en
conocer algo más de la experiencia, incluso a realizarla ellos mismos, voy a
dedicar la entrada de hoy a comentar algunos aspectos.
La pandemia ha
desajustado en muchos casos nuestro mapa personal. Se nos hace más difícil
orientarnos. Incluso muchas personas han entrado en una especie de suave
depresión que les impide vivir este tiempo con serenidad, alegría y esperanza.
¿Cómo recrear las fuentes que nos dan el agua que necesitamos? ¿O cómo
profundizar en las cinco relaciones básicas que nos configuran? Siguiendo la
metáfora de los exploradores, ¿cómo ajustar nuestras coordenadas? Cada uno de
nosotros está configurado por cinco relaciones básicas: consigo mismo (autoconciencia), con los demás (alteridad),
con el mundo, entendido como naturaleza, sociedad y ciberespacio (mundanidad), con el
tiempo (historicidad) y con el Misterio de Dios (trascendencia). Podemos ignorarlas o menospreciarlas, pero
entonces pagamos el precio de una pérdida del sentido de la vida. Lo más sensato
es cultivarlas de la manera más profunda e integral posible. El encuentro con Jesús
ha dotado de sentido y plenitud a todas estas relaciones. Cuando las vivimos “con
Espíritu” (este era el título general de los Ejercicios Espirituales), entonces
todo cambia. La relación con nosotros mismos no es en clave de narcisismo o subjetivismo,
sino de filiación. Vivir
como hijos es nuestra identidad más profunda. Los demás no son extraños,
competidores o enemigos. Jesús nos llama a vivir
como hermanos. El mundo no es un espacio para dar rienda suelta a
nuestra manía explotadora. Nuestra vocación es la de vivir
como cuidadores de la “casa común”. El tiempo no es solo un trayecto entre el nacimiento
y la muerte, sino una peregrinación a la casa del Padre. Los cristianos no
estamos llamados a disfrutar “que son dos días”, sino a vivir
como peregrinos. Por último, nuestra apertura al Misterio es una
invitación a vivir
como adoradores. [En los enlaces anteriores se pueden ver los vídeos de las diversas meditaciones. Para evitar el tiempo de espera, conviene desplazarse directamente hasta el minuto 15].
Si tuviera que
describir una espiritualidad para hoy, me inclino por resumirla así: vivir como
hijos, hermanos, cuidadores, peregrinos y adoradores. Cada una de
estas cinco palabras expresa el modo de vivir las cinco relaciones que nos
configuran como seres humanos. Todas son necesarias. Cuando prescindimos de una
de ellas rompemos la armonía de nuestra vida. Hay personas muy sensibles a la
naturaleza (pensemos en tantos ecologistas actuales) que no quieren saber nada
de Dios. O personas que se presentan como creyentes, pero que consideran que
eso del “cuidado de la casa común” es una moda que se ha inventado el papa
Francisco. O narcisistas que están obsesionados con el propio yo y consideran
que los demás son solo sus admiradores o sus esclavos. O gente muy solidaria
que ve la muerte como el final de nuestra trayectoria y no cree que estemos
llamados a la vida eterna. Es muy frecuente que se den en nosotros omisiones,
descuidos, desequilibrios y hasta negaciones. No nos extrañemos entonces de que
la vida vaya perdiendo su sentido y tengamos que rellenar el vacío a base de
entretenimientos varios o de huidas hacia adelante. Las personas que saben
armonizar las cinco relaciones, que procuran vivirlas con la luz y la energía
que nos proporciona el Espíritu de Jesús, son las personas verdaderamente “espirituales”.
No se les ahorra el combate de la vida ni están exentas de crisis y
contradicciones, pero saben de dónde vienen, por qué viven y a dónde se
dirigen. En tiempos como los que corren, esto es un verdadero tesoro. Durante los Ejercicios Espirituales hemos hecho un esfuerzo por (re)descubrirlo. O por dejarnos guiar.
Gracias Gonzalo, leyendo la entrada de hoy vuelvo a revivir la experiencia positiva de los Ejercicios Espirituales.
ResponderEliminarEl haberlos hecho en casa tiene su ventaja porque es el lugar donde nos movemos muchas horas al día y es como un poder vivir “en conexión” con lo orado y reflexionado… Es como que han ido quedando “huellas” que vas encontrando, sobretodo en los espacios creados para el silencio.
Otra ventaja es la de poder volver a ellos cuando queramos y las veces que sea necesario… Cuando pienso en ellos valoro el gran regalo que han sido para mi.
Muchas semillas sembradas que irán dando fruto.
Una vez más agradecerte toda la ilusión que has transmitido y el esfuerzo que has puesto en ello… Gracias también al P. Carlos y a todo el Equipo.