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sábado, 25 de julio de 2020

¿Ambición o servicio?

¿Tiene algo que ver el apóstol Santiago, cuya fiesta celebramos hoy, con la pandemia que estamos padeciendo? Nada y todo. Nada, porque no hay una conexión causal entre su figura y la enfermedad. Todo porque el cambio que él experimentó nos señala una vía de futuro para recomponer nuestro mundo herido. Santiago, junto a su hermano Juan, ambos hijos de Zebedeo, eran conocidos como “Boanerges” (hijos del trueno). Debían de tener un carácter impulsivo y, desde luego, ambicioso, aunque parece que la portavoz de su ambición a escalar puestos fue su madre. Como los otros discípulos, vivieron un itinerario formativo junto a Jesús, pero parece que con pocos resultados a corto plazo. Les gustaba el Maestro, pero no lograban entender su lógica. Quizá no estaban demasiado lejos de Judas Iscariota. Todos ellos soñaban un reino de Dios como lo imaginaban los judíos de su tiempo: como el triunfo sobre la potencia romana y la instauración de un Israel independiente. Su lógica era la que ha dominado la historia. Jesús la sintetizó muy bien: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen”. Esta lógica es la que nos ha llevado a guerras permanentes, explotación de la naturaleza y de los más pobres y -como efectos secundarios- a enfermedades y hambrunas.

La ambición por dominar a los demás parece ínsita en el ADN de los seres humanos. Desde que somos niños, con la excusa de promover nuestras cualidades, se estimula la competitividad. Uno tiene que sacar mejores notas que sus compañeros, correr más que ellos y, si es posible, tener unos padres más ricos. Ser más significa tener más, superar a otros, lo cual implica oprimir a alguien. Lo que de niños vivimos a pequeña escala se repite a escalas superiores en todos los órdenes de la vida social. Se llega a decir que “la ambición es la llave del progreso”. Se alaba a aquellos países que son ambiciosos porque logran altas cotas de desarrollo económico, no importa si este se ha logrado esquilmando las materias primas de los países más pobres, contaminando la naturaleza y oprimiendo militarmente a los enemigos. Lo importante es producir, crecer, ganar, ser los primeros, etc. ¿No es este el lenguaje publicitario que usan muchas empresas? ¿No van por aquí las arengas de la mayoría de los políticos del mundo? El primer Santiago se hubiera sentido como pez en el agua en este ambiente de dominación.

Pero Jesús fue muy claro: “No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo”. Frente a la lógica de la ambición y el dominio, Jesús propone la lógica del servicio y la entrega. No es un pequeño retoque estético. Supone un cambio completo de perspectiva. La razón es clara y tiene que ver con su misión: “El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”. El ideal de Jesús no ha sido dominar sobre todos, sino dar la vida por todos. Santiago tardó tiempo en entenderlo, pero, al final, lo hizo. De hecho, fue el primero entre los apóstoles en dar la vida por el Maestro. Fue capaz de pasar de la ambición al servicio. Este es siempre nuestro desafío. Cuando observo cómo nos conducimos quienes nos decimos cristianos, cuáles son nuestras prioridades en la vida, qué ambiciones cultivamos, dudo mucho de que hayamos entendido la lección del Maestro. Son pocos quienes, de hecho, están dando la vida. Los demás procuramos asegurárnosla al máximo. ¿Se comprende ahora la relación entre Santiago y el coronavirus?



2 comentarios:

  1. Hola Gonzalo, tal como lo planteas se entiende, pero no resulta fácil asumirlo.
    En estos tiempos de pandemia, no son tan pocas las personas que están dando su vida a favor de los demás. Dan la vida desde el silencio, en el interior de los hogares, sin hacer ruido y no salen en las noticias, no suman en los totales de personas entregadas y, en estos momentos, pienso en personas ancianas… En aquel hombre ya próximo a la jubilación y que está entregándose para cuidar a su madre anciana, enferma y que ni le reconoce… Aquel vecino anciano que para que otros que están en las mismas condiciones, pero con peor salud, les lleva la basura al contenedor correspondiente para que ellos no salgan y se expongan a contagiarse… Una abuela que cuida de familiares enfermos… Jóvenes voluntarios que van a hacer la compra a personas de ya cierta edad y que están solas… Y así, tras cada puerta, hay una historia diferente. Siempre hay un cuidador/a que entrega su vida a favor de los suyos, de familiares, de amigos…

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  2. Así es. De los que hablas son los santos silenciosos.
    Sin esos pequeños que hacen pequeñas cosas en el silencio y el anonimato, no podríamos avanzar. son los que nos enseñan el camino de Cristo. Son los que tienen capacidad de contagiar en el silencio.
    Gracias

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