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domingo, 24 de mayo de 2020

La "nueva normalidad" de Jesús

Tras 100 días acompañados por el virus más famoso de la historia, estamos entrando poco a poco en la “nueva normalidad”. También Jesús, tras cuarenta días apareciéndose a los suyos como resucitado, entró en la “nueva normalidad” celestial. Eso es precisamente lo que celebramos en la solemnidad de la Ascensión del Señor. La liturgia de este año nos ofrece dos versiones de este acontecimiento histórico-teológico. La primera nos la presenta Lucas en el prólogo de los Hechos de los Apóstoles que leemos hoy como primera lectura. La segunda proviene del final del evangelio de Mateo, un fragmento que se lee en el ciclo A. Ambas contienen mensajes distintos y complementarios. Ambas están cargadas de matices que son como pistas de luz para que podamos vivir también nosotros la “nueva normalidad” con esperanza y alegría. Escribo estas líneas en un momento en el que el contador de la Johns University señala que hay 5.313.852 de casos de Covid-19 confirmados en el mundo y que los muertos ascienden a 342.147. Hay muchas historias en juego, mucho dolor y mucho sufrimiento detrás de estas cifras. Sin la luz de la Pascua, no hay forma de afrontar tanto mal sin hundirse en la desesperación. El Jesús que ha “ascendido” al cielo, ¿nos ha dejado solos en las luchas de la vida o continúa caminando a nuestro lado? La Palabra de Dios nos ofrece una respuesta.

Os aconsejo leer con calma el prólogo de los Hechos de los Apóstoles (Hch 1,1-11), que –como sabemos– es la segunda parte de la obra de Lucas, la que completa su Evangelio. Este es el relato de la vida de Jesús, los Hechos narran la vida de la Iglesia.  Lucas concibe la vida de Jesús como una “ascensión” permanente: primero de Galilea a Jerusalén y luego de Jerusalén al cielo. En este itinerario ha querido implicar a sus discípulos. Lo sorprendente es que, después de una instrucción minuciosa y de la experiencia de la Pascua, estos continúan sin haber entendido bien la verdadera misión de Jesús. De hecho, Lucas pone en sus labios una pregunta descorazonadora: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?”. Todavía estaban pensando en un triunfo político-nacionalista. A pesar de todo, Jesús les confía una misión universal que ha marcado la trayectoria de la Iglesia a lo largo de los siglos: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra”. Los creyentes de todos los tiempos, animados por el Espíritu Santo, estamos llamados a ser los testigos del Resucitado (es decir, alguien que ha visto y oído) en todo el mundo. Él sigue presente en la medida en que llevamos a cabo su misión. No es necesario que nosotros seamos perfectos, como no lo fueron los discípulos de primera hora. Basta que acojamos el don del Espíritu y nos dejemos conducir por él.

El relato del Evangelio de Mateo (Mt 28,16-20) transmite un mensaje parecido, aunque con nuevos matices. La despedida definitiva de Jesús se produce en un monte. A Mateo el gusta el escenario del monte para situar los momentos decisivos de la vida de Jesús. El monte es siempre lugar de la revelación de Dios. A pesar del largo camino recorrido, la reacción de los discípulos sigue siendo ambigua: “Ellos se postraron, pero algunos dudaron”. Conviven la fe y la duda, la adoración y las preguntas. Jesús no se echa atrás. Les confía una misión: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos”. No les pide que hagan algunos discípulos en algunos pueblos, sino que todos los pueblos lleguen a ser discípulos. El alcance universal de la misión –como en el caso del relato anterior – es innegable. La misión no es solo obra nuestra. Jesús promete su presencia constante: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”. El Evangelio de Mateo se cierra del mismo modo como se abrió, aludiendo al Emmanuel, al Dios-con-nosotros (cf. Mt 1,18-25). La “nueva normalidad” del Resucitado de entre los muertos, del Ascendido al cielo, del Exaltado sobre toda la creación (tres categorías para expresar la misma realidad) no significa “distanciamiento social”, ni “confinamiento divino”. Inaugura un nuevo modo de presencia en el mundo a través de su Espíritu y un encargo misionero cada vez más universal. Los “confines del mundo” no aluden solo a las fronteras geográficas, sino a las fronteras móviles de la expansión humana y cósmica. La Buena Noticia tiene que llegar al mundo de Internet, de la investigación genética, de las búsquedas micro y macroscópicas, de la inteligencia artificial, de la nano y biotecnología, de la economía solidaria y sostenible… La misión no acaba nunca. Estamos siempre en misión. Somos misión.

Hoy se celebra la 54 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El mensaje del papa Francisco para este año 2020 se titula Para que puedas contar y grabar en la memoria (cf. Ex 10,2). La vida se hace historia. El papa Francisco cree que “para no perdernos necesitamos respirar la verdad de las buenas historias: historias que construyan, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos”. En tiempos de numerosas fake news, necesitamos contar historias verdaderas de lo que el Espíritu sigue haciendo en nuestro mundo. Es uno de los propósitos de este blog. La vida siempre engendra vida. 

Uno de los lectores habituales de este Rincón, Luis Javier Moxó Sotoes el promotor de una nueva iniciativa en el campo de las comunicaciones sociales que pretende también contar historias diferentes. Se llama Comunión-Red, un portal digital para comunicadores católicos. Hay que felicitarse por la proliferación de nuevos proyectos. Feliz fiesta de la Ascensión.



1 comentario:

  1. Muchísimas gracias por toda la información que nos has aportado… De momento he escuchado a Armellini que me ha gustado muchísimo y me ha ayudado a reflexionar en el día de hoy.
    Me ha sorprendido y ayudado a la vez cuando expresa que el Señor nos invita a:
    “subir a la montaña”, una montaña concreta, “la de las Bienaventuranzas”.
    “Las dudas honestas llevan siempre a la búsqueda”.
    Gracias Gonzalo por acompañarnos en nuestro camino.

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