Poco a poco voy dominando el arte de conducir una silla de ruedas manual. Es el único ejercicio
que puedo hacer en tiempo de reposo forzado. Participo en las reuniones del
gobierno general, pero se me hacen interminables. No hay duda de que la virtud cuaresmal
de este año será la paciencia. No deja de ser necesaria en tiempos de tanta aceleración como los nuestros.
Desde la escasa movilidad de una silla de ruedas
sigo sin entender el ruido mediático en torno al famoso coronavirus.
Solo fuertes intereses económicos pueden explicar tamaña desmesura. No quiero
contribuir a engordarla con más reflexiones. Abundan demasiado en Internet, incluida la que ha hecho Antonio Spadaro, el director de la famosa revista La Civiltà Cattolica y que lleva por título La política del Coronavirus: activar los anticuerpos del Catolicismo.
El pasado día 1
murió Ernesto Cardenal,
discípulo de mi admirado Thomas Merton y poeta de la revolución sandinista. No
lo conozco suficientemente como para glosar su figura y mucho menos para
esbozar una crítica. 95 años de vida compleja dan para más que la foto en la
que Juan Pablo II, durante su visita a Nicaragua, le recrimina que forme parte
del gobierno sandinista. Me gusta, por ejemplo, su reinterpretación del salmo
1:
Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partidoni asiste a sus mítinesni se sienta a la mesa con los gánsteresni con los Generales en el Consejo de Guerra.Bienaventurado el hombre que no espía a su hermanoni delata a su compañero de colegio.Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comercialesni escucha sus radiosni cree en sus slogans.Será como un árbol plantado junto a una fuente.
La Cuaresma sigue
su curso. Internet está saturado de propuestas para vivirla con más intensidad.
Quizá lo más saludable es no perder demasiado tiempo en explorarlas. Cada uno
sabemos de qué pie cojeamos. Basta ponerse delante de Jesús, contarle lo que
nos pasa y sostener con calma su mirada. En ese diálogo visual suceden muchas
cosas. Nos conocemos más y lo conocemos más. Hay una trasfusión de vida. Hacer
de este diálogo una práctica diaria nos va cambiando más que todos los
esfuerzos voluntaristas por ser mejores. La transformación personal no es tanto
un cambio ético cuanto una revolución espiritual. Si nos vamos pareciendo a él,
tendremos sus mismos sentimientos. Poco a poco, actuaremos como él. Aceptar con
calma nuestra fragilidad será uno de los primeros signos de ese cambio. Solo se
transforma lo que se acepta. Es verdad que hay que estar con un ojo pendiente
de lo que pasa alrededor, pero no pasa nada si en Cuaresma dirigimos el otro
ojo a nuestro interior. Cultivar la interioridad en tiempos de tantos estímulos
externos es imprescindible para sobrevivir.
Sí, Gonzalo, la curación y la recuperación pasan por la paciencia. Cuidate mucho.
ResponderEliminarEl Señor nos sorprende pidiéndonos lo que no programamos.
Gracias por todos los mensajes de hoy... Yo me quedo con la idea que das de que con un diálogo "visual" con Jesús hay una transfusión de vida.
Y por otra parte cuando escribes: "Solo se transforma lo que se acepta".