Llueve delicadamente en Roma. Son muy pocos los vehículos que circulan por la calle. Se
cumplen exactamente veinte días desde la última vez que salí de casa. El
confinamiento va para largo, pero no quiero vivir con mentalidad de prisionero.
Por las mañanas tenemos consejo de gobierno. Por las tardes dispongo de más
tiempo para asuntos personales. Aprovecho para hablar por teléfono o por Skype con
algunas personas muy queridas. A las siete tenemos un tiempo de adoración al
Santísimo antes de la oración vespertina. Es el momento de contarle a él, a Jesús,
todo lo que estamos viviendo. En los desayunos, comidas y cenas el monotema es
la pandemia que padecemos, aunque procuramos no sumirnos en la tristeza. El
problema es que como todos tenemos tentáculos mediáticos en muchas partes del
mundo, continuamente nos están llegando noticias. Es inevitable comentarlas,
sobre todo cuando tienen que ver con personas conocidas que han sido afectadas
por el Covid-19. Otro de los temas
recurrentes es el privilegio de vivir en un espacio tan grande, con personas que
nos apoyamos material, emocional y espiritualmente. Todos los días celebramos la
Eucaristía a las siete de la mañana. En ella intercedemos por el mundo entero. ¿No es una gracia inmerecida en tiempos de forzado ayuno eucarístico para la mayoría de los cristianos?
Varios lectores asiduos de este Rincón me han escrito un poco inquietos
porque ayer no publiqué la entrada diaria. Agradezco su preocupación. No me
pasa nada. El tiempo se me echa encima. Y –lo digo con sinceridad– no siempre
me siento animado a sentarme ante el ordenador para teclear 600 palabras. Se
han acumulado tantas noticias de alto nivel emocional que prefiero tomarme un
respiro de vez en cuando. Por otra parte, el confinamiento que estamos viviendo, lejos de ser un
tiempo de serenidad, descanso y silencio, se está convirtiendo en una avalancha
de estímulos. Es como si la cultura del entretenimiento quisiera colarse en nuestras
casas para que no nos aburramos o para que exorcicemos los demonios de la
depresión. Aplaudo la creatividad de tantos escritores, artistas, diseñadores y
comunicadores que no nos dejan ni un minuto en paz. Creo que lo hacen con una
excelente intención. Pero confieso que a mí me ayuda más el silencio. No se me cae
la casa encima. Más aún, cuando estoy en silencio o en oración, se me pasan las
horas volando. Cada vez que suena el pitido del WhatsApp, tengo la tentación de apagarlo, pero no lo hago porque,
junto a una inflación de materiales de diverso tipo, me llegan también mensajes
personales que valoro y agradezco mucho. Me emociona esta red de solidaridad
que vamos tejiendo entre todos, esta preocupación por nuestros seres queridos,
este deseo de sentirnos afectivamente cerca aunque nos separen miles de kilómetros. Es uno de los mejores frutos de este tiempo raro.
He decidido leer
menos veces los periódicos digitales. Me abruma la información continua sobre
contagiados, fallecidos y curados. Hasta creo que empieza a tener algo de
morboso. Valoro el trabajo discreto de quienes están en la retaguardia de esta
crisis; por ejemplo, el de los cuidadores y cuidadoras en las residencias de
ancianos. Una tarea, en principio tranquila, aunque pesada, se ha convertido ahora
en una profesión de alto riesgo. Llegará un momento en que tendremos que
agradecer desde el fondo del corazón esta entrega, que no desmerece de la del
personal sanitario o de los cuerpos de seguridad. La Cuaresma avanza ya hacia el final de la
cuarta semana. La Semana Santa está al caer. Jamás se me hubiera ocurrido
imaginar una “cuaresma/cuarentena” tan realista como la de este año. Es un
verdadero camino de purificación, despojo, silencio, escucha y servicio. Si
casi todo el mundo estamos siguiendo este itinerario con una profundidad
inimaginable hace solo un mes, ¿no llegará pronto el momento en el que juntos
vivamos el estallido de una gozosa Pascua? Creo que sí. Toda travesía del
desierto conduce siempre a una patria prometida.
Gracias Gonzalo por tus mensajes... Me va bien lo que destacas:Toda travesía del desierto conduce siempre a una patria prometida... con ello nos transmites confianza...
ResponderEliminarPues si, cuando un día no escribes en el Blog, saltan alarmas... somos muchos los que te queremos y deseamos que tengas mucha salud...
Este tiempo de Cuaresma se hace bien extraño...
Unidos en la oración... Un abrazo.