La Cumbre del Clima de Madrid tendría que haber terminado el viernes. A la hora de escribir estas
líneas, sigue todavía atascada por el
bloqueo en las negociaciones. No es fácil limpiar un planeta
contaminado. Hay muchos intereses de por medio. Les pedimos a los países
emergentes que hagan lo que los más desarrollados no han hecho durante décadas.
Las injusticias llegan también a este terreno. En este contexto polémico, me
llama la atención el mensaje que la liturgia nos ofrece en el III Domingo de Adviento. Parece que el profeta Isaías fuera una
ecologista avant la lettre. Cuando
Israel está experimentando una de sus peores crisis, se le ocurre imaginar un
futuro diferente: “El desierto y el yermo
se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de
narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza
del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro
Dios” (Is 35,1-2). Creo que una de las señas de identidad de todo creyente
es mantener los sueños encendidos a pesar de los pesares. Esta esperanza solo
es posible cuando confiamos en que el curso de la historia no depende solo de
nuestros aciertos o errores. Toda esperanza es, en el fondo, un acto de fe. El
mismo Dios que nos ha creado no puede permitir que nos aniquilemos. El Adviento
refuerza cada año esta convicción. Animados por ella, no cejamos en la lucha.
Como el cansancio
y la impaciencia son fenómenos que afectan a todos los luchadores, el apóstol
Santiago nos ofrece otro consejo. A primera vista, parece invitar a la
resignación y al conformismo. Nada más lejos de la realidad. El ejemplo del
labrador ilustra bien el sentido del mensaje: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador
aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia
temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque
la venida del Señor está cerca” (Sant 5,7-8). El labrador no es un personaje
ocioso. Hace todo lo posible para que la tierra produzca fruto. La ara,
deposita en ella la semilla, la riega, quita las malas hierbas, etc. Pero sabe también
que los frutos no surgen por arte de magia. La vida tiene sus plazos; por eso,
espera con paciencia.
Si hay alguna virtud que resulta casi imposible en este
mundo acelerado es precisamente la paciencia. Estamos tan acostumbrados a reducir
tanto el tiempo entre deseos y realizaciones que cualquier espera se nos antoja
casi insoportable. Y, sin embargo, los procesos vitales, las auténticas
transformaciones, se producen con lentitud. El crecimiento espiritual no se da
de un día para otro. Uno no pasa de ser egoísta a ser generoso en un santiamén. No basta con activar una tecla como hacemos en el ordenador. La paciencia es la
virtud de los fuertes y los esperanzados. La impaciencia revela una visión muy
superficial de la vida. Sin paciencia, la ansiedad acaba comiéndonos el
terreno.
No sé si Juan el
Bautista padecía de ansiedad. Lo que parece claro es que, a pesar de su fe robusta,
tuvo muchas dudas. La manera como Jesús ejercía su mesianismo lo desconcertaba.
Él –como buen israelita– esperaba un Mesías fuerte, vigoroso, una especie de
líder de extrema derecha, por decirlo con categorías modernas. Jesús representa las antípodas de esta manera
de ver las cosas. A pesar de su larga experiencia en el desierto, Juan no logra
entenderlo, no está preparado para tanta novedad. No se trata de un problema moral (Juan es un tipo
íntegro, “no ha nacido de mujer uno más
grande que Juan, el Bautista”), sino de una cuestión espiritual. Ante su
deseo de saber si Jesús era el que tenía que venir o no, la respuesta del
Maestro es narrativa: “Id a anunciar a
Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los
leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres
se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”
(Mt 11,3-4). Jesús invita al Bautista a tomar conciencia de seis nuevas
realidades: la curación de los ciegos, de los sordos, de los leprosos y de los
tullidos, la resurrección de los muertos y el anuncio del evangelio a los
pobres. Las seis son signos de salvación, ninguna expresa una condena. ¿Cómo
pudo encajar Juan un mesianismo de este tipo cuando él había estado predicando
la ira de Dios contra los pecadores? Escandalizarse de Jesús significa querer entender su novedad desde nuestros viejos esquemas.
Creo que también
hoy de maneras diversas nos seguimos preguntando si es Jesús el que tiene que
venir o debemos esperar a otro; es decir, si la fe en Jesús representa el final
de nuestra búsqueda o, en el fondo, no es más que una página de un libro
siempre abierto. La respuesta no va a venir por la vía de los razonamientos. Hoy
como ayer, podemos encontrar luz cuando abrimos los ojos y vemos los frutos que
la fe en Jesús produce. Cuando se da un mínimo de apertura y humildad, los hechos
son elocuentes. Jesús nos sigue curando de nuestras enfermedades contemporáneas
y sigue siendo buena noticia (evangelio) para las personas más pobres. No estoy
seguro de que los ricos y los autosuficientes percibamos su novedad. Feliz
tercer Domingo de Adviento, el domingo Gaudete o de la alegría. Necesitamos una bocanada de alegría en medio de tanta contaminación.
Es muy probable que, a lo largo del día de hoy, este Rincón alcance las 400.000 visitas. No es mucho en comparación con los blogs de moda, pero no está mal para un blog no publicitado, escondido en el inmenso océano de Internet, y que además exige leer y pensar un poco, no solo ver una foto y pulsar automáticamente el me gusta. No están los tiempos para el esfuerzo del concepto, pero no quiero rendirme al imperio de los meros estímulos audiovisuales. Leer, escribir y pensar siguen siendo caminos de libertad.
Es muy probable que, a lo largo del día de hoy, este Rincón alcance las 400.000 visitas. No es mucho en comparación con los blogs de moda, pero no está mal para un blog no publicitado, escondido en el inmenso océano de Internet, y que además exige leer y pensar un poco, no solo ver una foto y pulsar automáticamente el me gusta. No están los tiempos para el esfuerzo del concepto, pero no quiero rendirme al imperio de los meros estímulos audiovisuales. Leer, escribir y pensar siguen siendo caminos de libertad.
Felicidades en tu pesca de conversaciones evangelicas! He disfrutado de tu modo de reflexionar.
ResponderEliminarMe encanta! "más allá de mas estrellas" y más adentro que tu vestidura humana... Allí llega, allí está la razón de nuestra alegría y de nuestro ser. Gracias por comunicar siempre esperanza.
ResponderEliminarQuerido amigo en El Señor!
ResponderEliminarLeerte es mi cantera de formación discipular y ! Cuántoa lucidez desde La fuente del Evangelio he recibido! Dios continúe bendiciendo tu lectura, escritura y pensamiento!