Conozco, al menos, tres parejas famosas que se llaman Pedro y Pablo, a las que hay que añadir el trío norteamericano Peter, Paul and Mary, con el que practiqué inglés escuchando sus canciones folk durante el bachillerato. La primera pareja es religiosa. Está formada por los
creadores de este tándem tan especial: Pedro de Betsaida
(discípulo de Jesús de Nazaret) y Pablo de Tarso (propagador
del cristianismo en el siglo I). De ellos he escrito varias veces en este Rincón. En una ocasión los presenté como
“dos
amigos al habla”. Siguiendo la terminología del Rosario, me atrevo a
calificar esta primera pareja petripaulina de “gloriosa”. La segunda pareja es
de ficción. Está formada por los amigos Pedro Picapiedra y Pablo Mármol, los
célebres personajes de la serie Los Picapiedra. Disfruté
mucho con ellos durante mi infancia. Me parece una pareja “gozosa”. La tercera
es una pareja política de rabiosa actualidad. Está formada –mejor, “deformada”– por los políticos
españoles Pedro Sánchez
(líder del PSOE) y Pablo Iglesias
(líder de Unidas Podemos). El primero tiene 47 años y el segundo 40. Ambos se
han declarado públicamente ateos y de izquierdas. Ambos están como el perro y el gato
tratando de unirse para formar gobierno. O, quizás mejor, como dos gallos luchando en el mismo corral. No cabe duda de que esta, por muchas
razones, es una pareja “dolorosa”. Para quitar un poco de hierro a un proceso
que ya dura demasiado y que nos tiene hartos a la mayoría, los he imaginado en una divertida conversación
telefónica. Si ayer hablé del perro, hoy no quiero dejar fuera a los gallos.
Pedro: Buenos días,
Pablo, imagino que te habrás levantado ya, ¿no?
Pablo: Hola,
Pedro, me pillas en la ducha, pero no te preocupes, dispongo de un manoslibres a prueba de agua, así que
puedes hablar lo que quieras.
Pedro: Mira, te
llamo porque el tiempo se está agotando y, como no nos pongamos de acuerdo, no
tendremos más remedio que ir a unas nuevas elecciones el 10 de noviembre.
Pablo: ¿Y eso es
bueno o malo?
Pedro: Depende
para quién. Creo que para ti será malo, pero yo puedo ganar algún escaño. La gente
está muy cabreada con tu formación. Os considera responsables del bloqueo.
Pablo: Para el
carro. Nosotros representamos a más de tres millones de votantes. Comprenderás
que no vamos a pasar por el aro que vosotros pongáis.
Pedro: Vamos a
ver si te enteras, Pablo. Veamos las cosas desde otro ángulo. Tenemos los
votos, tenemos los escaños y tenemos un programa común progresista. ¿Qué más
quieres? Os invito a que deis un paso al frente, a que desbloqueéis la
situación, a que tengamos una investidura para una legislatura y un gobierno
progresista.
Pablo: Eso suena
muy bien, pero aquí lo que cuenta es lo que vamos a ganar nosotros. Ya te dije
los ministerios que queremos.
Pedro: No te
cierres en banda, Pablo. Seamos claros. Antes del 28-A, el PSOE tenía una
diferencia de 13 escaños en el Congreso con vosotros. Ahora –permíteme que saque
pecho– os aventajamos en 81 diputados. A pesar de todo, queremos un acuerdo. Si
con 151 escaños fuimos capaces de hacer lo que hicimos en estos doce meses,
¿con 165 qué no seremos capaces de hacer?
Pablo: Para
empezar, podemos hacer el ridículo. Creo que ya lo estamos haciendo. Pero veo
que tiras balones fuera. Yo te aseguro el apoyo parlamentario para que salgas
presidente, que –dicho sea de paso– veo que te gusta más que a un niño de seis
años el último modelo de IPhone, pero
tú me tienes que concretar por escrito los ministerios que te he pedido.
Pedro: No
cometamos más errores históricos, Pablo. Por cierto, ¿has acabado ya de
ducharte o no?
Pablo: Sí, estoy
ya secándome. Entonces, decías que no había ningún problema con lo del
Ministerio de Trabajo, ¿no?
Pedro: ¡Mira que
eres pesado con lo de los ministerios! Ya te he dicho que no se trata de puestos,
sino de la posibilidad de tener un gobierno progresista, de hacer historia, en definitiva.
Pablo: Por
cierto, ¿qué tal tiempo hace por La Moncloa? Aquí en Galapagar sopla una brisa
muy agradable.
Pedro: No te oigo
nada. He perdido cobertura.
Se ve que los desinhibidores de Moncloa han barrido las frecuencias.
Pablo: No hay
nada como un buen desayuno en la sierra.
La conversación
se perdió en el aire. Quizás es una consecuencia de la llamada maldición del carisma. Como los lectores han podido comprobar, los temas
principales que se han abordado en este diálogo, al que hemos tenido acceso de
manera fraudulenta –todo hay que decirlo– han sido la necesidad de garantizar
una educación de calidad en toda España evitando la multiplicidad de
planteamientos autonómicos, la promoción del empleo juvenil, una política justa
de emigración, el reconocimiento de la singularidad catalana y su “encaje” en
España, un plan de choque contra la pobreza infantil, la atención a los
ancianos con pocos recursos, una audaz política medioambiental… Bueno, a decir
verdad, quizás esta parte ha estado un poco borrosa. O tal vez he entendido
mal.
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