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martes, 20 de agosto de 2019

Podemos hacer más

Sigo con preocupación el incendio de Gran Canaria. No sé si ha sido fortuito o provocado. (No quiero ni imaginarme cómo me sentiría si algo semejante se hubiera producido en la comarca de Pinares). He sido testigo de algunos incendios menores, pero nunca de uno de la magnitud del que se está produciendo estos días en Gran Canaria. En el caso de que –como sucede con otros muchos– se demostrara que ha sido provocado por algún pirómano, sentiría mucha rabia. Me resulta casi imposible comprender qué puede impulsar a una persona a provocar un incendio, sabiendo las devastadoras consecuencias que tiene para el medio ambiente y el tiempo que se requiere para reforestar la zona afectada. En el pasado se hablaba mucho de oscuros intereses urbanísticos. Ahora la ley no permite recalificar las zonas quemadas, aunque ignoro los plazos y las condiciones. Quemar un bosque de manera intencionada debería ser un crimen gravísimo. El caso de los fuegos provocados es un indicador más –quizá uno de los más llamativos– del incivismo que se respira en nuestra sociedad.  En mis paseos matinales por el bosque veo en las cunetas de la carretera cajetillas de tabaco, latas de refrescos, botellas de plástico, papeles… ¿Cómo un senderista o alguien que ama el bosque puede tener tan poca sensibilidad? ¡Con lo fácil que sería depositar toda esa basura en los contenedores correspondientes y lo difícil y costoso que resulta limpiar un bosque contaminado!

Algo parecido podría decirse de las “pintadas” (graffiti) que ensucian paredes, mobiliario urbano, trenes y edificios. Admiro algunos murales urbanos pintados en superficies limpias, pero detesto ver rayas y dibujos por todas partes, sin ton ni son. Se gasta mucho dinero en limpiar –cuando se limpia– lo que se ensucia de manera irresponsable. ¡Y pensar que todavía hay gente que considera que esta falta de civismo es un signo de libertad de expresión! La desconsideración hacia los demás se extiende al uso de los teléfonos móviles en los transportes públicos, al elevado volumen en las conversaciones, etc. Es probable que con la edad uno se vuelva más quisquilloso e intolerante, pero me parece que, reacciones subjetivas aparte, se trata de un asunto de educación cívica o de incivismo. De hecho, hay países donde la mayoría de sus ciudadanos cuidan el ambiente como suyo y otros en los que todo lo público se descuida y se maltrata. Siguiendo el concepto de “ecología integral” defendido por el papa Francisco en la encíclica Laudato Si’, el cuidado del medio ambiente es una expresión de amor a las personas, especialmente a las más pobres. No soy partidario de sancionar con multas todo comportamiento incívico, pero reconozco que en los avances en la seguridad del tráfico, además de la educación vial, juegan un papel importante las multas con las que se castigan las infracciones. Cada vez que viajo de Roma a España, compruebo la enorme diferencia que hay entre ambos países en relación con algo tan sencillo como el respeto a los pasos de peatones. No hace falta decir dónde se respetan y dónde no.

Volviendo al incendio de Gran Canaria me pregunto cuánto dinero se está gastando para sofocarlo. Hay un gran despliegue de personas y medios técnicos. Es indignante que haya que dedicar fondos que tendrían que destinarse a otras necesidades sociales más acuciantes para paliar los posibles crímenes de un descerebrado. Y eso sin contar el riesgo que el fuego supone para las personas y sus propiedades. Gracias a Dios, me parece que las nuevas generaciones son, en general, mucho más sensibles que las anteriores al respeto al medio ambiente. Se ve tan claro el deterioro del planeta que saben muy bien que, de no hacer una apuesta urgente por su preservación, su futuro es muy incierto. Entre todos debemos promover una educación cívica que haga más justa, segura y agradable la convivencia. A veces, pequeños detalles de respeto (como no tirar desperdicios a la calle, reciclar la basura y ahorrar agua) son los que marcan la diferencia y ayudan a crear una nueva conciencia colectiva.

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