El tiempo vuela. Después de un fin de semana muy intenso en Mendoza, me encuentro en el aeropuerto de Buenos Aires esperando mi vuelo para San Salvador de Jujuy, una ciudad al noroeste de la Argentina. Empiezo mi visita a las misiones de Humahuaca. Durante todo
el día no he podido quitarme de la mente el recuerdo de un claretiano que falleció
ayer domingo en Madrid a consecuencia del atropello de moto que sufrió el
viernes por la noche mientras paseaba por una calle cercana a su comunidad. Tenía 60 años. En
la Eucaristía que presidí ayer por la mañana en el Santuario de El Challao de
Mendoza pedí expresamente por su eterno descanso. Está claro que nuestra vida
está en las manos de Dios. Nunca sabemos cuándo llegará la hora de nuestro encuentro definitivo con Él. Cada vez que alguien cercano muere, no solo recordarnos que
todos nosotros somos mortales, sino que anticipamos un poco nuestra propia
muerte. Esta experiencia no debería ser motivo de tristeza, sino de una renovada consciencia. Debemos vivir
con la lucidez y serenidad de quien sabe que no tiene otro asunto más
importante en las manos.
Hoy celebramos la
memoria de la Virgen de Fátima.
He tenido la oportunidad de visitar su santuario en numerosas ocasiones. ¿Qué
tiene la Madre de Jesús que convoca a tantas personas? Su mensaje siempre se
puede resumir en las palabras que nos reporta el evangelio de Juan: “Haced lo
que él os diga”. María siempre nos remite a Jesús. Es verdad que sus mensajes
hablan de conversión, de penitencia y de oración por los pecadores, pero, en
definitiva, son maneras de ayudarnos a despertar de nuestro letargo y de no
cambiar el vino nuevo de Jesús por otros vinos adulterados. Me sorprende la
facilidad con la que muchas personas –y no solo los jóvenes– se dejan embaucar
por los señuelos de la droga y del sexo cuando no tienen ideales fuertes que
animen su vida. Durante el fin de semana en Mendoza he tenido la oportunidad de
hablar con los misioneros que atienden el santuario mariano de El Challao. Muchísimas personas
desfilan por él buscando consuelo porque se sienten confundidas y derrotadas:
chicas jóvenes que han abortado varias veces, adolescentes esclavizados por la
pornografía, adultos que se han deslizado por la pendiente del alcohol y de la
droga, mujeres violentadas en el propio hogar, traficantes de droga, ancianos
que viven solos sin recursos… Todos acuden a la “casa de la Madre” en busca de
un poco de cariño y comprensión. La pastoral de la escucha y la reconciliación es una necesidad vital.
Los que hemos recibido
el don de la fe no sabemos bien el tesoro que tenemos. La fe es un faro en
medio de la oscuridad, un puerto en el que podemos atracar seguros, un consuelo,
un impulso, un horizonte. No hay dinero en el mundo capaz de comprar el sentido
de la vida que nos proporciona la fe en Jesús. Por eso me produce rabia e indignación comprobar cómo muchos
adultos sin escrúpulos pretenden robar la fe de los niños y jóvenes para dejarlos
a merced de sus manipulaciones. No soporto que la tecnología moderna ponga en
manos de niños de 10 años el acceso a la pornografía, conscientes de que eso va
a destruir su alma, quizá para siempre. Alguien
que, desde temprana edad, banaliza el sexo, lo reduce a objeto de consumo,
¿cómo va a afrontar el misterio de la vida con ideas limpias y con energías
nuevas? No me resigno a pensar que estos son los tiempos que nos ha tocado vivir.
No puedo cruzarme de brazos dando por normal lo que es una aberración que
responde solo a oscuros intereses económicos. Frente a tanta manipulación, que
deja a las personas vacías y heridas, se requiere una verdadera “revolución de
la ternura”, la que nos regala nuestra Madre. No necesitamos que nos roben el
alma con la pornografía o la droga. Necesitamos que alguien nos quiera y nos
enseñe a querer como hijos de Dios que somos. No escondamos el tesoro de la fe
por más que se multipliquen los intentos de enterrarlo.
¡Gracias, Gonzalo! Me llegas, como siempre, en el momento oportuno. ¡Disfruta de la "tacita de plata" y de "los cerros pintarrajeados".
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