Llegar al colegio en tren y descender en un apeadero llamado “Estación Claret” situado dentro del recinto campestre de quince hectáreas. Ir a clase caminando entre alerces, abetos, abedules
y otras especies vestidas de otoño. Respirar el aire puro a veinte minutos del
centro de la ciudad. Pisar los paseos llenos de hojas secas. Disponer de amplios
campos para practicar deporte... Estos son algunos de los “privilegios” de los
1.500 alumnos del Instituto Claret de Temuco. Con unos 40 de ellos (chicos y chicas representantes
de sus compañeros), me reuní ayer durante una hora. Hacía tiempo que no tenía
un encuentro tan espontáneo y agradable con un grupo de jóvenes. Comencé
preguntándoles lo que más les gustaba del colegio. Pensaba que no abundarían
las respuestas. Para mi sorpresa, me encontré con una cascada de opiniones, a
cual más interesante. Varios subrayaron el ambiente “ecológico” del colegio. La
abundancia de zonas verdes “oxigena” la vida colegial en varios sentidos. Otros
insistieron en el espíritu de familia, en la cultura del respeto y la
solidaridad, en la transmisión de valores cristianos, en la libertad de expresión,
en la excelencia académica y la promoción de los talentos personales, etc. Los
que participaron en la JMJ de Panamá el pasado mes de enero compartieron brevemente
su experiencia.
Donde percibí con
más claridad que se trata de una nueva generación fue en la insistencia en la
tolerancia y la aceptación de las diferencias. Aunque el colegio es católico,
hay alumnos que profesan otras religiones e incluso varios que se proclaman
ateos. Dominan los estudiantes chilenos, pero hay también algunos inmigrantes chinos, venezolanos, peruanos, bolivianos, etc.
Una chica subrayó el respeto a las diferentes orientaciones sexuales. Con
una naturalidad que hubiera sido impensable hace unos pocos años, confesó que
ella era bisexual y que no se sentía discriminada por ello. El diálogo se abrió
luego hacia lo que Jesús significa en sus vidas y hacia lo que se podría
mejorar para que el colegio fuera un ámbito de crecimiento personal y un
laboratorio de cambio social. De no haber sido porque disponíamos de un tiempo
limitado, podríamos haber seguido charlando una hora más. Los chicos hablaban
con orden y exponían sus puntos de vista con argumentos. Se notaba en ellos un
claro aprecio de los colores de su escuela. Terminamos cantando una canción y haciéndonos
una foto de grupo.
Mientras
regresaba a la comunidad claretiana, pensaba que la evangelización de las jóvenes
generaciones fracasa, en buena medida, porque apenas dedicamos tiempo a escucharlos con empatía y atención. Los jóvenes no esperan que los adultos les demos la razón en todo, que aceptemos sin rechistar sus propuestas o que renunciemos a desafiarlos. Lo que anhelan
es poder expresarse con libertad, que alguien escuche sus preguntas sin juicios
sumarísimos y se tome la molestia de valorar sus aportaciones. Cuando se crea
un ambiente de mutuo respeto, el diálogo fluye limpio como un arroyo de montaña.
Las respuestas no se imponen, se van abriendo paso. Ayer comprobé que Jesús
sigue ejerciendo un enorme atractivo sobre estas generaciones que los sociólogos
tildan a veces de descreídas o indiferentes. Sueñan con no repetir los esquemas
de quienes, formados en colegios católicos, abjuran de su fe o pretenden
hacerla compatible con un estilo de vida basado en la mentira y la corrupción.
Es probable que muchos de ellos, con el correr del tiempo, queden atrapados por
los señuelos de nuestra sociedad de consumo, pero estoy seguro de que las semillas
sembradas en estos años de vida colegial acabarán produciendo fruto a su
tiempo. Aunque nunca he trabajado de manera continua en este campo pastoral,
ayer sentí que merece la pena intentarlo. Disfruté con el milagro del diálogo.
Qué buena experiencia la de dialogar con franqueza y sin imposiciones de ideas con la juventud. Eso refresca y anima.
ResponderEliminarEmociona leer un post de tal calibre, lleno de apertura y diálogo. La labor y el legado que estás dejando detrás de ti Gonzalo es muy amplio. Jóvenes y mayores debemos comunicarnos y escucharnos más y aprender los unos de los otros.
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