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lunes, 22 de abril de 2019

Lucharon vida y muerte

Ayer me levanté más tarde de lo habitual, a pesar de que la Vigilia de la noche anterior acabó antes de medianoche. Por WhatsApp me llegó la noticia de los atentados en Sri Lanka, un país que he visitado en varias ocasiones; la última, hace menos de un año. Me dolió que, precisamente en la mañana de Pascua, la muerte se hubiera cebado contra centenares de cristianos en un país que es bastante tolerante en materia religiosa. Inmediatamente me acordé de la secuencia Victimae paschali laudes que se canta en el tiempo pascual. Una de las estrofas, en su versión litúrgica castellana, reza así: Lucharon vida y muerte / en singular batalla / y, muerto el que es la Vida, / triunfante se levanta. Esa continua lucha entre la muerte y la vida (mors et vita duello) caracteriza nuestra existencia. Cuando todo parece sonreír, sobreviene una tragedia inesperada. ¿Quién les iba a decir a los cristianos esrilanqueses que en la mañana en la que celebraban con alegría la resurrección de Jesús iban a ser objeto de un atentado terrorista? En el momento de escribir esta entrada, las víctimas mortales ascienden a más de 290, a las que se añaden unos 500 heridos.

Durante el día intenté comunicarme con los claretianos de Sri Lanka para conocer de primera mano la situación, pero el gobierno había bloqueado las comunicaciones. A las 15,30 (hora argentina), 20,30 en Europa, recibí, por fin, un largo WhatsApp del superior claretiano de Sri Lanka. En síntesis, me decía que uno de nuestros misioneros se encontraba por casualidad presidiendo la misa matutina en la iglesia de san Antonio. Durante la oración de los fieles estalló la bomba. Él salió ileso, pero murieron 58 personas. Los ataques se produjeron, entre las 8 y las 9 de la mañana, en nueve sitios diferentes: tres iglesias, cuatro hoteles y dos parques. Todos nuestros misioneros están a salvo, aunque han muerto algunos conocidos suyos. A partir de las 9 se suspendieron todas las misas en el país. Fue una Pascua silenciada. No se sabe quiénes están detrás de los atentados. Se teme que continúen. El gobierno del país ha impuesto el toque de queda de 6 de la tarde a 6 de la mañana. Las palabras finales del mensaje de mi compañero claretiano me dejaron un sabor amargo: “No joy in celebrating the resurrection” (No hay alegría a la hora de celebrar la resurrección).

Hace una semana asistimos con estupor al incendio de la catedral de Notre Dame en París. Las reacciones no se hicieron esperar. Hubo muchos que se emocionaron con lo sucedido porque captaron enseguida el alto valor simbólico de Notre Dame. No se trata, como decían algunos, de un simple montón de piedras, sino de un hito de la cultura europea. Otros criticaron duramente la rapidez con que se acumularon las donaciones para la reconstrucción de la catedral mientras persisten situaciones más graves que no concitan una respuesta tan veloz y eficaz. En medio de esta polémica abierta, iniciamos la semana de Pascua con un hecho mucho más grave desde todos los puntos de vista. Se han segado muchas vidas humanas inocentes, se ha creado un clima de terror y sospecha en el país, se ha masacrado a la minoría cristiana -víctima de un conflicto entre tres identidades mayoritarias- y, además, se ha puesto en riesgo la paz que Sri Lanka venía disfrutando desde el año 2009, tras más de 25 años de guerra civil. Está visto que los humanos nunca aprendemos la lección. Es como si fuéramos incapaces de vivir en paz y respeto. Necesitamos la violencia y la guerra para seguir justificando venganzas, venta de armas, operaciones económicas, opresión e intolerancia. La vida y la muerte siguen peleando una batalla nunca concluida.

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