Aunque sopla una brisa suave, en Rosario hace calor. Se siente también la humedad del río Paraná. Desde la medianoche de ayer, estoy en la ciudad natal de Leo Messi,
aunque para mí la tercera ciudad argentina tiene otras resonancias más
misioneras. Atrás quedaron Chascomús y Florencio Varela. Esta última es una
ciudad del gran Buenos Aires que ha superado ya el medio millón de habitantes.
La comunidad claretiana reside en una casita enclavada en un barrio popular en
el que abundan los inmigrantes paraguayos y bolivianos. Disfruté mucho
compartiendo una jornada con los tres claretianos que viven acompañando a esta
gente. Visité las capillas de los barrios y me reuní con el consejo pastoral.
Es admirable el entusiasmo y la constancia de quienes creen que la fe es un
motor de fraternidad y de cambio social. Algunos albañiles paraguayos dedicaban
su día libre a construir con sus manos la capilla dedicada a Santa Inés. No es
fácil ver este tipo de colaboración altruista en otros lugares. Ellos sienten
que colaborar en la construcción de la capilla es una forma concreta de
construir comunidad. Y lo hacen con alegría.
Al día siguiente
visité el Colegio Claret de Buenos Aires, situado en el barrio de Paternal. Me
reuní con el consejo directivo, formado íntegramente por laicos. Admiré también
su identificación con el carisma claretiano, su creatividad y su entusiasmo. Con
ellos reflexioné sobre los desafíos de la educación en el contexto argentino
actual. Más del 30% de los argentinos viven en situación de pobreza, sin que por ahora se
vea una salida clara. El peso se devalúa casi cada día. Muchos
se sienten defraudados con las promesas de Macri. El empresario de éxito prometió
arreglar la situación económica y, sin embargo, esta no hace más que deteriorarse de
día en día. Algunos añoran los tiempos de la peronista Cristina y otros se enfurecen nada
más escuchar su nombre, asociado a la corrupción y el desgobierno. Creo que los más jóvenes desean una alternativa nueva
que, en realidad, no se vislumbra. En octubre tendrán elecciones. Hay mucha incertidumbre. Como en otros
muchos países del mundo, se echa de menos una cultura ciudadana –y no solo
política– que coloque el bien común por encima de los intereses particulares,
que no haga de la corrupción un modus
vivendi tolerado y criticado a un tiempo, que trace objetivos de largo
recorrido y no solo maniobras tácticas para contentar a algunos sectores, que
reivindique la política como el arte de hacer posible lo que a menudo se queda
solo en deseable.
Argentina siempre
me transmite melancolía. No sé por qué. Quizá porque la gente es muy
inteligente y tiene una clara conciencia de la distancia que media entre sus
sueños (siempre imaginativos) y sus realizaciones (casi siempre a medias). Quizá
porque, de manera cíclica, el castillo de naipes de la prosperidad se viene
abajo y hay que reconstruirlo desde la base. Quizá porque muchos, aunque pase
el tiempo, siguen sin ser de aquí, pero tampoco de allá. Es como si vivieran en
una inmensa tierra que en, cierto sentido, es tierra de nadie. Sin raíces
profundas, los árboles se secan pronto y no acaban de producir los frutos
deseados. Cuando examino los apellidos de muchos claretianos de este país,
caigo en la cuenta de sus múltiples procedencias. Los hay de origen español e italiano
(la mayoría); pero también suizo, alemán, checo, polaco y hasta armenio.
¿Cuánto tiempo se tarda en construir una nueva identidad nacional? ¿O estos
ideales románticos pertenecen a otras épocas en las que el patriotismo tenía
un fuerte carácter emotivo? Hoy entendemos la pertenencia de una manera mucho
más fluida y dinámica. La gente se mueve como nunca antes. Se siente a gusto en lugares diversos. Aprende a convivir con personas de variada procedencia. En realidad, todo el mundo es nuestra patria. Las preguntas me las hago en la ciudad de Messi, pero,
de hecho, tienen que ver con asuntos que desbordan las fronteras argentinas.
¿Qué significa hoy tener una patria? ¿Cuál es la verdadera patria de los seres
humanos? ¿Por qué en algunas partes está resurgiendo el nacionalismo? ¿Qué significan la identidad y la pertenencia? Las respuestas de siempre cada vez se desdibujan más. Estamos en tiempo de mudanza.
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