Estoy escribiendo esta
entrada a la una y media de la mañana. Hacía mucho tiempo que no me quedaba a trabajar
hasta una hora tan tardía; o tan temprana, según se mire. Todo el mes de marzo ha
sido una carrera contra el reloj. Dentro de unas horas vuelo a Buenos Aires.
Tengo que cerrar varios asuntos pendientes. No he tenido más remedio que
servirme del café para mantenerme despierto. Mientras escribo, suena una sonata
de Haydn. Es el único sonido que rompe el silencio de la noche. Ni siquiera
pasan coches por la calle. Yo soy más diurno que nocturno, pero comprendo muy
bien a las personas que disfrutan con estos momentos de serena creatividad.
Sentado al ordenador, imagino las vidas de algunos habitantes de la noche.
Pienso en los camioneros que aprovechan estas horas para devorar kilómetros
evitando el tráfico denso mientras escuchan la radio. Pienso en los
trabajadores que atienden su turno en hospitales, servicios de emergencias, redacciones
de periódicos, estaciones de radio y televisión, panaderías, fábricas, gasolineras,
comisarías de policía, etc. Pienso en los estudiantes que aprovechan las horas
nocturnas para hacer sus trabajos y preparar sus exámenes. Pienso en las personas que levantan a medianoche para orar. Pienso también en
los personajes siniestros de la noche: abusadores, ladrones y hedonistas de
variado pelaje. Y pienso -¡cómo no!- en las personas que no logran conciliar el
sueño a causa de la enfermedad o, en muchos casos, de penurias y conflictos.
Siento que entre los nocturnos se
crea una solidaridad invisible, como si la noche hermanara más a los seres
humanos que el día.
En la Biblia, muchas
acciones de Dios tienen lugar “en la noche”. Como canta un himno litúrgico, “la
noche es tiempo de salvación”. Lo transcribo entero antes de retirarme a
descansar:
La noche no interrumpe
tu historia con el
hombre;
La noche es tiempo
de salvación.
De noche descendía tu
escala misteriosa
hasta la misma piedra
donde Jacob dormía.
La noche es tiempo
de salvación.
De noche celebrabas la
Pascua con tu pueblo,
mientras en las tinieblas
volaba el exterminio.
La noche es tiempo
de salvación.
Abrahán contaba tribus de
estrellas cada noche;
de noche prolongabas la
voz de la promesa.
La noche es tiempo
de salvación.
De noche, por tres veces,
oyó Samuel su nombre;
de noche eran los sueños
tu lengua más profunda.
La noche es tiempo
de salvación.
De noche, en un pesebre,
nacía tu Palabra;
de noche lo anunciaron el
ángel y la estrella.
La noche es tiempo
de salvación.
La noche fue testigo de
Cristo en el sepulcro;
la noche vio la gloria de
su resurrección.
La noche es tiempo
de salvación.
De noche esperaremos tu
vuelta repentina,
y encontrarás a punto la
luz de nuestra lámpara.
La noche es tiempo
de salvación. Amén.
Hola Gonzalo, es de agradecer que en medio de todo el ajetreo tengas un momento para los amigos del Rincón, un momento con reflexión de calidad que nos ayuda a caer en la cuenta de cuanta vida hay por la noche que cuando nos ponemos en la cama nos olvidamos de ella... Nos recuerdas que también en la noche, el Señor está... Muchísimas gracias... Que tengas un buen viaje y una buena estancia... Ya nos irás contando... Un abrazo
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