El primer domingo de Adviento -y con él, el ciclo C- empieza con una escenografía potente, digna del mejor Spielberg: signos en el sol,
la luna y las estrellas y un oleaje estruendoso en el mar. Evocando los
elementos de la creación primigenia se
describe simbólicamente la anticreación. Al comienzo
de todo, se pasó del caos al orden. Ahora tenemos la impresión de estar pasando
del orden al caos. Hay un mundo “ordenado” que se está descomponiendo mientras,
en medio del caos, se va abriendo paso “otro mundo” desconocido. Es la dinámica de la historia. Al mismo tiempo que el G-20 termina su reunión en Argentina, los chalecos amarillos franceses se lanzan a la calle y los andaluces votan hoy un nuevo parlamento,
los cristianos empezamos un nuevo año litúrgico. En nuestro camino hacia el
encuentro definitivo con Dios, siempre estamos esperando (adviento), naciendo
(navidad), purificándonos (cuaresma), muriendo y resucitando (semana santa), reconociendo los signos del Señor resucitado y de su Espíritu (tiempo pascual), viviendo
la cotidianidad desde la fe (tiempo ordinario). Son los tiempos de esta melodía que se
repite. Siempre es la misma, pero cada año suena con un timbre nuevo. La espera
de este Adviento no coincide con la espera del año 2017. No estamos viviendo
exactamente lo mismo. Por eso, quizá es conveniente comenzar el nuevo ciclo
haciéndonos un par de preguntas: ¿Cómo me encuentro este año? ¿Cuáles son mis
temores y mis expectativas? Sin este “despertar” previo, es difícil intuir lo
que significa el Adviento.
La Palabra de Dios
describe un mundo que termina y otro que empieza. Hoy podríamos hacer una descripción
semejante, aunque sirviéndonos de símbolos actuales. ¿Cuántas veces hemos
puesto nombre a los síntomas de descomposición de este mundo nuestro? ¿Cuántas
veces hemos sentido miedo ante las consecuencias del calentamiento global o del
hipercontrol informático? Siempre se está produciendo el “fin del mundo” y siempre
aparecen brotes de vida en medio de los signos de muerte. No tendríamos, pues,
que extrañarnos demasiado con tal de que afrontemos estos fenómenos con la actitud
que Jesús nos pide: “Cuando empiece a
suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”.
Jesús no quiere ver a sus discípulos hundidos, desanimados. No quiere tampoco que
cuando las cosas van mal nos abandonemos a “juergas,
borracheras y afanes de la vida”. Esa filosofía que se resumen en el lema “a vivir, que son dos días” está en las antípodas del tipo de vida que Jesús nos propone. Él nos pide, más bien, que estemos “despiertos en todo tiempo”. La práctica
de la oración constante nos ayuda a permanecer en estado de vigilia y a no dejarnos
embotar por las muchas preocupaciones y ansiedades de la existencia.
Si se da en nosotros esta
actitud, entonces los signos externos adquieren un significado pedagógico. Está
bien colocar la corona de
Adviento en nuestras iglesias y nuestros hogares como un recordatorio
del camino interior que vamos haciendo. Tiene sentido encender una vela cada
semana y orar juntos en familia. Si no hay una actitud de humilde espera, todas
estas cosas no hacen sino incrementar el consumismo a que nos somete la
sociedad actual. Por eso, estos símbolos deben ir siempre acompañados por los
signos que más le gustan a Jesús. No hay que romperse la cabeza para saber
cuáles son. Él mismo nos los ha presentado con meridiana claridad: “Porque tuve hambre y me
disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era inmigrante y me
acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis,
estaba encarcelado y vinisteis a verme” (Mt 25,35-37). ¿No es éste el mejor
programa para el tiempo de Adviento? ¿No son estos los regalos que Jesús
espera recibir de cada uno de nosotros? Si éstos se dan, hay lugar también para los otros. Si no, todo
se queda en papel celofán. Otra ocasión perdida. Pidamos a la Virgen del silencio que nos ayude a escuchar Su voz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.